Anacrónicas asiático-africanas: odiosas comparaciones

 

Hace poco más de tres meses que abandoné África y los recuerdos ya se han transformado en esa nebulosa tan característica en el emigrante bienal en la que el tiempo se relativiza más que nunca y su curvatura se convierte en una goma elástica: a veces se estira y parece que todo ocurrió en un pasado lejano, incluso dudas de que fuera real; a veces se contrae y parece que todo sucedió ayer, incluso puedes sentir que estás allí. 

Por fin me pongo a escribir mi artículo “mensual” (seguro que mi “editor” discrepa con este calificativo) de Anacrónicas Africanas.  Tengo mis notas, bien.  Esquema claro e ideas ordenadas, perfecto.  Miro por la ventana y la maldita inspiración decide defenestrarse.  Desde mi piso veinticinco en el centro de Bangkok puedo divisar kilómetros sin fin de paisaje urbano.  Las grúas se multiplican sin cesar, anidando en las alturas cual gigantescas cigüeñas. Sus gráciles figuras desafían arrogantemente a los pájaros de mal agüero que proclaman que Bangkok se hunde, que va a inundarse (más), que se va a dar el mayor de los batacazos inmobiliarios (¿y quién no?), que la revolución va a estallar (como cada año), que…

Definitivamente la inspiración se convierte en expiración.  Intento enviar mi mente en viaje astral de vuelta a África, pero no llega muy lejos.  Ni la espiritualidad ni vivir del pasado han sido nunca mi fuerte; el pragmático presente tiende a encerrar mis recuerdos a cal (como buen Calero) y canto.

Mi última experiencia puramente africana y mis desventuras con “Air Precision”, paradójico nombre donde los haya, se quedan en el limbo… de momento.  Sin embargo, como no puedo acabar el artículo aquí, aprovechando las vistas de mi apartamento, voy a realizar un par de comparaciones, que, como siempre, son odiosas… para los intereses africanos.

 El dinamismo constructivo de Bangkok se magnifica si lo comparamos con los tres “rascacielos” del centro de Lusaka, construidos en los años 70 y en un estado de conservación ideal… para el rodaje de la típica película de una era post-nuclear.  Uno de ellos destaca en este escenario de películas de catástrofes, ya que incluso sufrió un incendio (quizá pensaban rodar “El coloso en llamas”) y así se quedó; el concepto de mantenimiento es bastante peregrino por las latitudes tropicales.  También debían de ser peregrinas las grúas que construyeron los edificios, ya que nunca se han vuelto a ver tales artefactos por las inmediaciones de la ciudad.

Desde mi ventana también puedo ver un “pequeño” parque que rodea un lago de medio kilómetro de largo.  Recuerdo una clase en Zambia con mi grado 9 en la que estábamos tratando el tema de la ecología y los espacios verdes en Lusaka.  Lástima que no me grabaran la cara cuando la mayoría de los estudiantes me respondieron que en Lusaka había un buen surtido de parques y jardines.  Desde luego, la ignorancia es una bendición y no hay nada como desconocer otras realidades para ser feliz con lo que se tiene.  La triste realidad de Lusaka es que los únicos espacios verdes públicos tienen una dimensión inferior a veinte metros cuadrados, aparte de tener que soportar los humos y ruidos de los cientos de furgonetas de pasajeros que pasan a centímetros de los cuatro (en toda la ciudad) toboganes y columpios públicos.

Por cierto, esas furgonetas forman parte de la flota que se compró también en los boyantes años setenta y alguna que otra en los ochenta.  Ahí hay que darles crédito a sus mecánicos que consiguen que estos vehículos de anticuario todavía rueden, aunque para ello sus emisiones tóxicas superen  con creces los límites mínimos occidentales.  En este caso, Bangkok no es ni mucho menos el paradigma de ciudad ecológica, pero, al asomarme de nuevo al balcón, puedo ver el tren elevado, la estación de metro, taxis modernos… bueno, otro mundo.

¿Por qué estos dos países se están desarrollando de forma tan dispar?  No cabe duda de que las razones geográficas e históricas tienen un importante peso específico; sin embargo, da la impresión que los motivos primigenios tendríamos que buscarlos en el campo de la sociología y cómo ambas sociedades aprovechan las oportunidades y se sobreponen a las adversidades de forma tan distinta.

Sin casi darme cuenta, parece que a los leones les están saliendo rayas y los elefantes están menguando.  Supongo que es momento de pasar página y de darle la bienvenida a “Anacrónicas Asiáticas”

P.D. : Quizá las musas rescaten del limbo el tema que tenía planeado para esta artículo antes de empezar con las nuevas AA.AA.

Sergio Ferrer Giraldos

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