Bajarse los pantalones (o no)

                    «No es, acaso, sintomático que allí, en el Occidente, en el mundo de la democracia burguesa, asistamos a la gradual decadencia y desintegración de estados multinacionales, como la Gran Bretaña, que no sé cómo se las compondrá con la India, con Egipto, con Irlanda, incluso con la aparición de problemas étnicos en estados históricamente nacionales. Eso sí, no serán los socialistas los que se dediquen a organizar esas nuevas naciones. Porque ¿desde cuando los socialistas se han puesto a constituir naciones, a crear naciones?

                                                                                                              Iosif Stalin

                    Cualquier repartidor estándar de aceitunas, rondando por el antaño cinturón rojo de la zona metropolitana de Barcelona, se sorprendía al comprobar la sobredosis de propaganda de las Cup. Rac1, la radio del Conde de Godó, también echó el resto. El dinero y esfuerzos que se emplearon en la CUP eran para sacar 30 representantes, si bien sacaron 10 por un único motivo: la estelada.

Artur Mas lo dijo ayer, con la honestidad de milhombres que le caracteriza: «hemos corregido el resultado de las urnas». Quizá lo que venía a decir es que «subestimamos el hastío de los catalanes hacia nosotros y nuestra marca blanca sacó más votos de los previstos».

  Si uno se fija atentamente en el sistema político español, el verdadero núcleo del régimen del 78, los herederos claros y distintos del franquismo no son otros sino los verdaderos partidos de derecha en España, el PNV y Convergencia y sus respectivos hijos. No hace falta ser politólogo para observar cómo la burguesía vasca y catalana, ya no sólo obtuvieron su status con una ley electoral favorable a ellos, en perjuicio del PCE, sino también cómo ideológicamente han sido durante todos estos años los principales ideólogos del antisocialismo en España. Las nuevas burlas de los medios digitales peperos a todo tipo de socialismo no son sino una emulación de lo que han hecho durante años los medios de comunicación pujolistas catalanes durante 30 años. No es necesario comprobar cómo los delfines peperos de la Castellana le piden consejo a los chavales de Convergencia para ver en qué MBA de EEUU tienen que apuntarse. Como tampoco es preciso tener una carrera para ver cómo el principal blanco de las iras de la burguesía catalana no ha sido otro sino Podemos,-recordemos que a Ada Colau la llaman Maga en todos los medios del Grupo Godó-. En esta línea, llama la atención cómo, precisamente el discurso incendiario secesionista convergente no lleva a otro escenario sino a justificar al PSOE ante sus votantes a la hora de alinearse con Rajoy, y montar el cordón sanitario chauvinista de todos contra Podemos.

Lo que sorprende, y para mal, es cómo numerosos sectores de las izquierdas en Cataluña, se empeñan en errar el orden de las prioridades, no sabe uno si por ingenuidad o porque están comprados por la Generalitat. Si realmente quieren acabar con el sistema y empujar por un futuro socialista, deben empezar la casa por los cimientos, ir primero a por Convergencia (o como demonios se llame a partir de ahora) y ya, una vez liquidada ideológicamente, ir a por el PP.

 Así que, debe decirse, en defensa de la Cup, que no sorprende para nada su decisión de darle el poder a la gente más rancia de España; apuntalando así tanto a la burguesía catalana como al gobierno del PP en el Gobierno. Dado su discurso e ideología no ha traicionado nada. Ha subordinado toda cuestión política y social a una demanda territorial-caciquil-étnica fundamental,  tal y como anunciaron siempre, embadurnado en el clásico barniz utópico para cazar a adolescentes y demás buenas gentes desprevenidas ante la maldad de este mundo. Que a la sazón han sido prácticamente el ochenta por ciento de los votantes de las Cup, de los cuales se podría decir lo que decía Karl Marx de los socialistas utópicos, «gente con corazón en un mundo sin corazón».

    Para concluir ya, la moraleja que no debemos olvidar es que no hay peor cuña que la de la misma madera. Y que muchos pueden encargarse de la lucha contra el chauvinismo supremacista catalán; pero tan sólo los socialistas catalanes, que lo viven en su carne viva, pueden llevarla hasta el final. Y que si algo está ya maquinando Convergencia, o su nueva marca de champú en el poder, es cómo comprar o reducir, ya no sólo a los podemitas más talentosos de NeoBarris, sino también a ese nuevo portador de la semilla del combate y la venganza: el cupaire quemado y desencantado con su cúpula.

                    Algún lector cupaire, me dirá, y con razón, al leer esto, «y tú ¿qué me ofreces?, listillo». Yo tan sólo le diré que la secesión de Cataluña o el País Vasco no acabará con la hispanidad. Tan sólo significará la mutilación de miembros gangrenados,- en gran parte a causa de las emanaciones radioactivas de la Unión Europea-. La nación española seguirá, aún en pleno naufragio, manteniendo sus particular historia propia, opuesta a todo el estilo imperial depredador anglosajón que se ha ido aprovechando de su declive. Y sus 500 millones de hablantes seguirán ahí, esperando una Cup más ambiciosa, un proyecto político con mayor grandeza de miras, que no quede detenido a las primeras de cambio, ya no como las humildes candidaturas de unidad popular, sino como incluso el proyecto de Tsipras o el mismo Chávez.

  Un proyecto de ese calado no conseguiría resistirlo el régimen burgués del 78, capitaneado en la práctica por el PP y el PSOE, y como autores intelectuales, por PNV y Convergencia. Autores todos ellos del uso del referéndum que unos hacen como que lo quieren, y otros como que lo impiden, para acabar encontrando un pacto fiscal que sostenga el reparto burgués y no rompa la hucha.

Un país que quiera oponerse al chantaje y la extorsión de la desunión mercantil europea, -véase Grecia-, o estadounidense, -véase Venezuela-, no tiene tiempo, ni fortaleza, para discutirse a sí mismo todo el tiempo, circunstancia que no hace sino beneficiar la debilidad institucional, fragmentando el movimiento socialista en pos de cuatro mafias caciques locales. Pero lleguemos al meollo de la cuestión: ¿sería posible planear un referéndum o varios para aclarar el estado de la cuestión catalana? ¿Sería un instrumento útil para separar, como el trigo de la paja las fuerzas disolventes al servicio, -consciente o inconscientemente-, de su mafia autonómica, de una izquierda nacional que pueda llevar adelante algún plan socialista de nacionalización y reindustralización desde la fraternidad básica? Acaso sí, llegado el extremo, fuera preferible una España rota que una España cuya proverbial alegría popular fuera tornada en sombrío estilo de vida protestante europeo, una España en la cual Haneke pudiera hacer películas creíbles y los jubilados, en lugar de tomar la fresca y jugar a las cartas, huyeran como ratas a Méjico, como los alemanes huyen a Mallorca.

  La solución la tenemos al alcance de la mano. La confluencia de las distintas mareas, abanderadas mediáticamente por Ada Colau, y teóricamente, recordemos, por Valle-Inclán, ha de servir de reencuentro histórico que supere los malentendidos de las izquierdas tras la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Malentendidos que llevan a los alegres muchachos de las CUP a ceder al chantaje emocional excluyente de Junts, y preferir un «procés» reaccionario y recortador a las órdenes de la hipocresía nordicista europea antes que una confluencia solvente con otras corrientes de izquierda antiaustericidas. ¿Qué diría Chávez, al que enarbolan, si les viera escoger la casta antes que la clase?

 Ya lo dijo Varoufakis, el problema de Grecia no eran ellos, un país muy pequeño, sino la potencial existencia de una izquierda socialista en España con la que pudieran conectar y alrededor de la cual pivotaran Portugal y quizás Italia.  Y lo que sería más salvaje, contundente e impredecible, con América.

   Raúl Muniente Sariñena

Rajoy y Mas

Artur Mas i David Fernandez

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