Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)

“¿Cómo hemos acabado aquí? Este sitio es horrible…”  Así comienza Birdman. Una voz en off recita estas palabras mientras Michael Keaton practica yoga en calzoncillos flotando en el aire… Esta escena es sólo un aperitivo de lo que vamos a ver, situaciones que te hacen dudar sobre qué tipo de película estás viendo, un drama, una comedia, una película de acción, de ficción,… pero no hay que engañarse, esto sólo es un adorno imprescindible, el fondo de esta película va más allá y quiere ser una reflexión sobre el ego de las personas, sobre la fama y la necesidad de reconocimiento, basándose para ello en la figura de un actor venido a menos después de un gran éxito de taquilla, que intenta relanzar su carrera con un papel en una obra de teatro seria, además de ser una crítica a la industria estadounidense del cine donde no deja títere con cabeza, desde los actores hasta los periodistas, pasando por las redes sociales y el público que ahora llena los cines para ver Birdman.

Y pese a esta crítica, esta película, atrevida y rebosante de inteligente humor negro, ha conseguido el Oscar a la mejor película, director, guión original y fotografía, tiene ya dos Globos de oro, un SAG al elenco de actores y un Bafta, entre otro muchos premios.

En Birdman, el mexicano Alejandro González Iñárritu, director, coproductor y coguionista, se ha rodeado de un magnífico elenco de actores que son culpables en gran medida del éxito de la cinta, pese a que aún estando nominados a los oscar no han conseguido hacerse con la estatuilla. El protagonista, Michael Keaton, se enfrenta a un gran papel muy diferente a otros en los que podamos haberle visto, y a nadie se le escapa el paralelismo entre su personaje en la ficción y su vida real, no hay que olvidar que fue Batman el personaje que le dio la fama y por el que el público le recuerda. Keaton da vida a Riggan Thomson, un actor que, después de interpretar a un superhéroe en el cine, quiere volver a ser reconocido por el público dirigiendo, adaptando y actuando en una obra de teatro en Broadway basada en unos relatos de Raymond Carver,  “De qué hablamos cuando hablamos de amor”. Carver tiene una gran protagonismo en la película, no es una elección al azar de Alejandro González Iñárritu, ya que toda la película se basa en la esencia del autor y en concreto en esa obra, ya que en esta película también se habla de amor, pero del amor a uno mismo y de la necesidad de que los demás le amen.

No hay que olvidar a Naomi Watts, que interpreta magníficamente a una actriz que al igual que el resto de personajes está llena de miedos y angustias y Zach Galifianakis el encargado de intentar que todo esté en orden, difícil tarea entre tanto ego.

Pero en mi opinión los dos actores que brillan con luz propia son el secundario nominado al Oscar Edward Norton, que parece reírse de si mismo llevando ante la cámara un personaje retorcido e incómodo en el que muchos le reconocen exagerando cómicamente su fama de actor difícil para los directores, y que tiene varias escenas con Michael Keaton en las que vemos una gran batalla de actores en la ficción y en la realidad. El otro actor destacable es la también nominada como actriz de reparto Emma Stone, que da vida a la hija del viejo superhéroe, desesperada y algo trastornada a primera vista.

Ambos aprovechan al máximo los grandes personajes creados por los guionistas, otros de los culpables del éxito de Birdman, ya que los diálogos y monólogos son ágiles, ácidos, trepidantes, de los que no te dejan asimilar lo anterior y no te permiten adivinar lo que viene.

Esto unido a una magnífica fotografía en espacios reducidos y con una luz complicada, y a unas escenas aparentemente grabadas sin cortes, con primeros planos que abruman y bruscos giros incluso de 360 grados en los estrechos y laberínticos pasillos del teatro de Broadway en el que se mueven los protagonistas, crea una sensación en el espectador semejante a la que siente no sólo el personaje de Michael Keaton si no el del resto de personajes que se ven empujados por los actos del viejo Birdman, permitiéndole respirar sólo cuando las cámaras salen al exterior del teatro pero sin dejarle liberarse de la presión por completo.

Y por último, otro punto a favor de la película es la banda sonora, protagonizada casi por completo por unos solos de batería con bases de jazz que acompañan al espectador por todo el teatro siguiendo a los personajes y sus historias marcando el ritmo al que debe hacerlo.

Birdman no es la típica película, es sorprendente, atrevida, complicada, con un aparente desorden y un ritmo frenético que están más que justificados por el fin que alcanzan, irónica y divertida pese a la oscuridad del lugar y de los personajes, entrañable porque hasta al personaje más retorcido se le coge algo de cariño y con un sorprendente final que pierde importancia cuando echas la vista atrás y entiendes todo lo que la película te ha transmitido antes.

Eva Larrosa

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