Breve paseo por el profundo sur

Galveston, de Nic Pizzolatto, editorial Salamandra.

Otra América también es posible: esa América que todos tenemos en la retina de las casas con jardín, amplias avenidas arboladas y niños en bicicleta arrojando periódicos a los porches no es uniforme ni les gusta a todos los americanos. Tampoco las grandes ciudades, ni siquiera las pequeñas…

Hay otro paisaje americano profundo y selvático, perfumado de magnolia, cruzado como una herida por el gran río Mississippí, empantanado en su desembocadura donde aún perviven los ecos de los bravos guerreros seminolas, oloroso del sudor de los esclavos amarrados a los fardos de algodón, fantasmas presentes que ni siquiera el huracán Katrina pudo barrer, nostálgico de su pasado distinto, europeo pero de otra manera, barrio francés de Orleans, Baton Rouge, Galveston (homenaje al héroe español Galvez), comida cajún, jazz y poblado por lo que sus mismos compatriotas llaman Withe Trash: basura blanca (aparte de una mayoría negra demócrata que lleva gobernando en estos estados del Sur desde la Guerra de Secesión, pero que esta novela no aparecen, ni siquiera de manera tangencial).

El mote lo dice todo, no son los clásicos americanitos que vemos en el cine o la televisión de toda la vida, son otra cosa. Con un componente mestizo importante, son la trastienda polvorienta y sucia de una sociedad que en el escaparate muestra cosas distintas y apetecibles. Y la trastienda contiene de todo, y casi todo malo.

Nic Pizzolatto, firmó los guiones de una serie de esas que llaman los entendidos, de culto, True Detective, y el hombre, se ve que espoleado por el éxito, se atreve con una novela: Galveston.

Es una buena novela, género negro, bien construida, bien escrita, con una mancha en los diálogos, que son pocos y malos, cosa extraña en alguien que viene del mundo de las series de televisión.

Matón de una pequeña mafia con pocas luces al que le diagnostican cáncer de pulmón se mete en un fregado al que no puede hacer frente más que con una violencia brutal, poco reflexiva, que le acarreará problemas para muchos años, huida hacia delante, sangre, sudor y lágrimas. Prostitutas desvalidas, drogatas y traficantes de medio pelo, camarones y salsa americana, jubilatas que buscan el sol como los lagartos, playas sucias y frías, langostas, y de fondo el humo de las refinerías petrolíferas y las luces de neón de bares de carretera…

No se puede pedir más: si acaso que la conviertan en una serie televisiva para adultos, de esas que ahora están de moda, y que tanto nos entretienen a los que vivir un mundillo así nos daría escalofríos y un canguelo de marca mayor. No se la pierdan.

Manuel Bordallo

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