Camerún: donde África hace rincón

Hasta hace algo más de un año no había pisado África. Pero mi trabajo actual me está permitiendo conocer y recorrer un buen número de países de ese continente.

Mi última visita ha sido a Camerún, esa república que está allí donde África “hace rincón”.

En esta ocasión también, como de costumbre, amigos y parientes me decían: “Ten mucho cuidado, que eso es muy peligroso…”. Pero, como también suele ser habitual, lo que me encontrado es buena gente, muy agradable, con ganas de compartir experiencias, de aprender y de enseñarnos todo lo bueno que tienen a su alrededor.

Verdad es que uno debe acostumbrarse a que en África las cosas nunca salen como uno espera, y, mucho menos, a la hora o el día que uno pretende hacerlas… Pero eso, en mi opinión, puede llegar a ser parte de su encanto.

Desde el primer momento, nuestros anfitriones trataron de hacernos la vida agradable, pendientes de nosotros en todo momento. El primer día nos entregaron una agenda detallada, con las actividades previstas, hora a hora. Esta vez iba a tener la oportunidad de salir de las capitales y los grandes hoteles, y podría visitar zonas rurales del interior.

Camerún

Pero enseguida puede comprobar que viajar por Camerún no es algo que se pueda planificar hora a hora precisamente. Por un lado, quedamos para salir a las 5 de la mañana…, pero al final ya eran las 7 cuando partimos. Por otro, los 250 kilómetros que debían hacerse en tres horas nos terminaron llevando más de cuatro. Aunque hay que reconocer que gran parte de culpa de esto último lo tuvo la responsabilidad y el rigor de la gendarmería nacional y del cuerpo de seguridad en carretera.

Los primeros nos pararon para pedirnos la documentación del vehículo y la de todos los ocupantes. Yo ese día cometí un error de principiante y olvidé mi pasaporte en el hotel. Es evidente que un DNI español no significa nada para la policía camerunesa y puse al pobre oficial en un dilema. Yo le aseguraba que había entrado legalmente en su país; pero claro, sin un documento que lo acreditase, era mi palabra contra la suya. Lo sentía mucho, pero se vería obligado a retenerme en el puesto hasta que pudiera acreditar mi presencia legal en el país. Mis acompañantes locales me aconsejaron tranquilidad y bajaron a tratar de razonar con el gendarme. El razonamiento habitual suele estar entre 1.000 y 5.000 francos CFA (de 2 a 8 euros). Pero dada la gravedad del caso que tenía entre manos, el razonamiento del turbado policía se elevaba esta vez a unos 30.000 CFA. Llegados a ese punto, una de mis guías optó por llamar a su marido, coronel del ejército; pero el gendarme no quiso ponerse al teléfono, de modo que el coronel no tuvo más remedio que llamar al jefe del puesto para que ayudara a entrar en razón al responsable de decidir mi libertad. Finalmente, aceptó que los 5.000 CFA eran razonables y nos permitió seguir el viaje.

A los pocos kilómetros, nos detuvo el cuerpo de seguridad en carretera. Se trata de un organismo civil que vela por que todos los vehículos circulen en perfectas condiciones por las carreteras camerunesas, especialmente aquellos en los que viajan dos blancos. Para ello, se esfuerzan en comprobar que todos los documentos estén en regla: permiso de conducir, licencia del vehículo, permiso de circulación, contrato de seguro, último recibo del seguro, última revisión técnica… Como, por algún tipo de extraña conjunción de astros, nuestro chófer disponía de todos los documentos, no tuvieron más remedio que pasar a revisar otros aspectos, como, por ejemplo, el contenido del maletero. Cuál fue su estupor al comprobar que allí llevábamos algo que ponía en peligro, no solo nuestras vidas, sino la de todo aquel inocente que se cruzara con nosotros en la carretera: un extintor caducado. De inmediato, sin perder un segundo, arrojaron tan terrible artefacto cuán lejos pudieron… y procedieron a imponer una sanción por no llevar un adecuado equipo de control de incendios en el vehículo. Afortunadamente, nuestro conductor pudo pronto razonar con ellos y continuamos el viaje hacia nuestro destino.

Estos sucesos acaecidos en mi último viaje, y otros de similar índole en los que me he visto implicado, no hacen sino reiterar mi convencimiento de que vestir un uniforme, del tipo que sea, no es cualquier cosa en África. Como dijo el tío Ben a Spiderman: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.

 Alberto Lallana

Bandera Camerún

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