Una casa más del viejo Caspe. Un chaflán bastante conocido entre las calles Conde de Guadalhorce, Primo de Rivera y Plaza Ramón y Cajal. El mismo en el que durante muchos años estuvo abierto el bar «Chipi». Nada especial.
Pero, si se fijan bien, en la base de la reja de forja del balcón podrán leer bien claramente estas palabras: «La Electra de Caspe». ¿Qué demonios es eso? ¿Qué Electra es esa? ¿Acaso sabían ustedes que muchos años antes de que el pantano de Mequinenza fuese ni siquiera una idea ya producía Caspe energía eléctrica?
La Comunidad de Regantes de Civán estaba obligada a ceder una cantidad determinada de agua a los regantes de la acequia de Rímer de Allá. En el lugar en el que la Comunidad vertía el agua al río Guadalope, la llamada «cuesta de Lanao», se producía un salto importante de agua que, durante mucho tiempo, fue utilizado para mover el molino de la Val de Zail. Cuando el molino cerró, el salto de agua adquirió un nuevo uso. Fue en septiembre de 1905 cuando empezó la explotación comercial de la concesión que, por treinta años, estableció la Comunidad sobre dicho salto y que Don Agustín Martón Gavín adquirió.
Alberto Serrano, que es quien ha estudiado este asunto, tiene dudas acerca de la fecha de constitución de la compañía conocida como «La Electra de Caspe». Le consta que Agustín Martón murió en 1909 y también que en 1920 Maximiliano Masip era el gerente de La Electra. En algún momento entre esas dos fechas se debió constituir. Lo que sí está claro es que su sede estaba en el inmueble al que antes nos hemos referido y que sus huellas resultan todavía visibles para quien camine con los ojos bien abiertos.
