Caspe Literario. José Carlos Mainer.

A nuestro amigo Alberto Serrano le pasaba una cosa: leía libros y en muchos de ellos aparecía Caspe. No eran libros sobre Caspe. No eran libros escritos por autores caspolinos. Simplemente eran libros en los que aparecía Caspe. Podría haber aparecido Mondoñedo, Alburquerque o Mordor, pero era Caspe el que aparecía. Un día decidió recopilar todas esas referencias literarias sobre su ciudad natal y compartirlas con todos nosotros. Una larga y densa vida de lector condensada en esta pequeña serie que hoy os presentamos.

Cada mes tendremos aquí una crónica de ese Caspe literario, imaginado, soñado, intuido, diseñado, maquillado o recreado por muchos y grandes escritores.

Una guía para viajar por el amplio universo de la literatura sin olvidarse del lugar en el que comenzó el viaje.

El profesor José-Carlos Mainer Baqué sabe mucho y sabe comunicarlo bien. Arranco el artículo con una obviedad que seguro comparten quienes, como yo, nunca han asistido a una clase suya, pero han disfrutado y aprendido con sus escritos. Lo he entrevistado en alguna ocasión, lo que también me ha enriquecido.

Considerado como «pionero de la historia de la literatura como historia cultural» («El País», 19.03.2010), este catedrático zaragozano acuñó, ya en su juventud, el concepto «Edad de Plata» de la literatura española para referirse a la que va desde el arranque del siglo XX hasta 1939. Intelectual de verdad, y por lo tanto antifranquista, lo demostró en los tiempos en que «Andalán» fue referencia para todos los demócratas españoles. Reconoce como maestros a José Manuel Blecua y Martín de Riquer, se formó como docente en Barcelona, regresó a Zaragoza en 1982  y no ha parado de publicar.  Premio de las Letras Aragonesas (2002) es especialista en Francisco Ayala, Pío Baroja, Galdós, Gómez de la Serna, Antonio Machado, Juan Valera, Valle-Inclán… Ha dirigido una monumental «Historia de la Literatura Española», más de 6.000 páginas repartidas en suculentos tomos que comenzó a publicar Crítica en el año 2010.

En 1962, José-Carlos Mainer contaba 18 años. El 13 de mayo, la Diputación Provincial celebró en Caspe una sesión de sus “III Jornadas Literarias”, que sirvieron para conmemorar el Compromiso en su 550 aniversario. Hasta el pueblo debió de acercarse nuestro hombre, que escribió:

            “Por estas tierras traza el río el garabato esencial de su rúbrica. Caspe trepa un repecho y señorea la huerta, las cinco mil hectáreas de huerta entre el Ebro y el Guadalope.

            Un tanto hurañas, se centran las callejas -secos polvarrales las calzadas- hacia la cima. Caspe es serio, adusto casi. En Caspe abundan los labios plegados y las caras arcillosas, careadas, en las que los ojos oscuros ponen una ardida viveza mínima. En Caspe se forma un Compromiso en cada mesa de café, donde se rezan pausadamente guiñotes sebosos.

            Caspe es tierra de olivos. Y el olivo es mito y sentencia. Solera y mormojeante permanencia… Mucha huerta de Caspe -y esto, agrícolamente es una pena- la ocupan estos callosos olivos milenarios que se agarran en la tierra con rapiña de ciego”.

            Por aquel entonces se estaba trabajando en la construcción del pantano, las grúas todavía presidían el muro del Dique. El artículo completo -titulado “Lección de Caspe”– lo encontrará el lector en el número XVII de la revista “Zaragoza”, que la Institución Fernando el Católico publicó en 1963.

Mainer Baqué ha leído a al caspolino Miguel Agustín Príncipe y ha reflexionado sobre la obra del romántico, a quien considera “poeta menos que mediano”, al tiempo que lo reconoce como “el más destacado aragonés de las magras nóminas españolas de ese movimiento”. Nuestra región “careció de un núcleo romántico organizado” y Príncipe fue más bien “un contradictorio cultivador de clasicismos y modernismos, de sátiras contra unos y otros” que sobre todo triunfó con su antología de fábulas, que en 1861 representó el “último testimonio literario de este versificador jocoso y lírico en abanicos de señora que gozó de una respetable popularidad en su época”.

Las citas en torno a Miguel Agustín las he tomado del artículo “Prerrománticos y románticos”, firmado por Mainer en el volumen colectivo “Los Aragoneses”, publicado en 1977 y convertido en uno de los pilares de la bibliografía regional durante la Transición. El profesor volverá a referirse a nuestro paisano, enmarcado en su contexto, en “El Romanticismo en Aragón” (ensayo que inserta en la obra polifónica “Literatura en Aragón”, CAZAR, 1984).

Recordaré para finalizar que otra de las pasiones literarias de Mainer ha sido Sender, escritor que pasó algún verano de su juventud en Caspe, donde su padre ejercía como secretario municipal. José-Carlos considera al de Chalamera “un superviviente, una suerte de Robinsón entre culpable y angustiado que quería rompe amarras con todo”. Reconoce que “no fue un hombre simpático, pero nadie tiene por qué serlo” y resume la fórmula de relatar del autor de tantas novelas memorables: “Base sustancialmente realista, en la que no faltan elementos de la experiencia personal y aun autobiográfica (…) pero hay también una fuerte deriva hacia la reflexión filosófica existencial y una acusada tendencia a insertar elementos fantásticos y alegóricos, que configuran una escenografía de acusado carácter expresionista”.

En fin, de Sender me ocuparé en alguna otra ocasión. Para entonces, espero haber localizado en el laberinto de mi archivo las notas que tomé el 9 de junio del año 2001, en la conferencia que el profesor Mainer pronunció en Caspe sobre el literato.

Alberto Serrano Dolader

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