Qué fantástica es la política. Uno está en su despacho y le presentan una idea y, con más o menos trabajo, la pone en práctica. En este caso parece ser una cosa maravillosa porque no cuesta esfuerzo ni perricas. Pero muchas veces, esas ideas aparentemente buenas resultan no serlas.
Hoy por hoy, la declaración de Caspe como zona de “gran afluencia turística” me suena a chiste malo. Porque no sé a ustedes, pero a mí, cuando pienso en una ciudad/pueblo de gran afluencia turística me vienen a la cabeza las miles de personas que visitan Albarracín, Santillana del Mar, Toledo o Ronda. Pero no Caspe. Por mucho que estemos mejor que años atrás, por mucho que se estén haciendo bien algunas cosas y que cada día sean más los visitantes que se dejan caer por aquí, ¿merecemos tamaña calificación? Seamos sensatos…
Para que los turistas vengan a Caspe a capazos hay que mejorar la oferta patrimonial, cultural, y, sin duda, gastronómica. Y entonces, si en algún momento lo hacemos muy bien y además sabemos venderlo, quizá los viajeros que recibamos sean tantos que debamos plantearnos que las tiendas tengan que abrir en domingo (y entonces habría que hablar de los sueldos). No tiene sentido que un domingo, en Caspe, apenas puedas tomarte un café pero sí comprarte un equipo de atletismo o un cartón de leche y un kilo de guisantes congelados. Y que eso, además, sea posible justificándolo precisamente con el turismo. Pero aquí la casa la empezamos siempre por el tejado.
Entretanto, la declaración como zona de “gran afluencia turística” solo se me ocurre calificarla de ocurrencia. Una ocurrencia que ha producido daños colaterales. Porque la nueva situación que permite abrir en domingos y festivos a los grandes establecimientos comerciales de Caspe, ya tiene sus propios damnificados. ¿Quiénes levantan la reja a primera hora de la mañana?, ¿Quiénes deben marcharse a dormir pronto el sábado por la noche porque al día siguiente toca madrugar? ¿Quiénes sacrifican el día en el que el resto de su familia o amigos tienen fiesta, para estar en el curro? ¿A quiénes no se les paga más, sino que se le cambia un domingo por la mañana por un martes por la tarde? ¿A quiénes les pasan estas cosas? ¿A los directivos que han tomado la decisión de abrir en festivos, o a los currelas de turno?
A veces olvidamos que para que podamos comprar el periódico, una barra de pan o una caja de aspirinas en domingo, hay gente al otro lado que renuncia al mejor tiempo de ocio, es decir, al que puedes disfrutar en compañía de los tuyos, que precisamente tienen fiesta en domingos y festivos. Pero no se puede generalizar porque algunos de los que están al pie del cañón un día de fiesta son autónomos y, más o menos satisfechos, pueden elegir su jornada laboral. Otros trabajadores/as reciben un buen sueldo a cambio de abrir en festivo. Tampoco debemos olvidar que en otros tiempos, cuando se racaneaba el jornal de algunos trabajos dominicales, las empresas tenían serios problemas para encontrar personal. Pero todo ha cambiado con la crisis y algunos patrones lo saben: lentejas, o las tomas o las dejas. El problema es que ahora mismo es complicado encontrar otro plato.
Pues ahora imaginen un trabajo de lunes a sábado y, de repente, un pequeño terremoto que trastoque tus planes vitales porque a unos señores políticos se les ha ocurrido aceptar “noséquéturístico” propuesto por una empresa. Pues eso es lo que ha pasado aquí, en Caspe. Y claro, ya no es solo una empresa: se ha abierto la veda y desde hace unos días tenemos una segunda que se ha sumado al festival. Por cierto, al pequeño comercio le ha hecho mucha gracia la iniciativa. Se parten de risa.
Mi total solidaridad a los trabajadores que a mitad de la partida les han cambiado las reglas del juego y aunque no quieran, tienen que trabajar los domingos y festivos. A ellos, y a sus familias.
Ustedes hagan lo que consideren oportuno, pero a mí que no me esperen por esos dos sitios en domingo.
Amadeo Barceló
