Si yo fuera Mariano Rajoy (a propósito del 9 N)

Según leo, la primera tarea de Mariano Rajoy a su vuelta de Australia va a ser escribir a Artur Mas respondiendo a la carta que el catalán le envió tras la consulta del 9 N. Me pregunto qué se diran en sus epístolas cuando el entendimiento entre ambos parece misión imposible. Rajoy dice que lo del domingo 9 de noviembre fue solo un simulacro y lo califica de «fracaso independentista»; le recomienda al ejecutivo catalán que si quieren celebrar un referéndum, soliciten una modificación constitucional. Pero a la vez, adelanta que tanto él como su partido se opondrán a cualquier reforma que «liquide la soberanía nacional». Erre que erre. Por otro lado, el señor Mas y su Gobierno calificaron de éxito la consulta considerando que se celebró en condiciones tan particulares (recordemos que según las resoluciones del Tribunal Constitucional, la consulta fue ilegal). Mas está muy contento, pero el caso es que yo, ya me pedonarán, no me lo acabo de creer; a pesar de que las «condiciones particulares» de celebración de la consulta pudieron influir en que muchos se quedasen en casa, me resulta curioso ver al president tan feliz cuando dos de cada tres catalanes con derecho a voto, no acudieron a las urnas.

Vaya por delante mi apoyo a la celebración del referéndum. Si el problema es la Constitución, refórmese (escucho a algunos hablar de la Carta Magna como si fuesen las Tablas de la Ley entregadas por Dios en el monte Sinaí). Pero con las gaviotas en el poder, la reforma es imposible. El Gobierno del PP lleva una legislatura demostrándonos que, como buenos derechistas, usan poco la mano izquierda. Si cuando empezó todo esto hubiesen dado los primeros pasos para la modificación constitucional que permita celebrar el referéndum, estoy seguro de que el escenario actual sería muy distinto; el movimiento pro independencia contaría con muchos menos adeptos de los que tiene por una cuestión elemental: cuanto más me lo prohíbes, más lo quiero.

Creo que las cosas deberían hacerse de forma muy distinta. Si yo fuera Mariano Rajoy daría los pasos necesarios para legalizar la consulta aunque, a la vez, trataría de convencer a los catalanes de que las cosas les irían mejor si todos seguíamos juntos (al Gobierno de Cameron le ha funcionado con los escoceses). Les diría a los catalanes que si se independizaban, muchos puestos de trabajo de los puertos de Barcelona o Tarragona, de las estaciones de esquí, o de la hostelería playera, se perderían; les contaría que no serían pocas las empresas españolas que se marcharían de Cataluña y que muy posiblemente empresarios aragoneses, valencianos o andaluces, dejarían de comprar bienes catalanes. Añadiría que la venta de los productos catalanes se hundiría estrepitosamente a este lado de la nueva frontera pues gran parte de los españoles no perdonarían a sus antiguos compatriotas. Les recordaría que Europa no apoya el proyecto independentista y que ni mucho menos iba a recibir al nuevo país con los brazos abiertos. Si yo fuese Mariano Rajoy diría todo esto y no mentiría. Es evidente que los independentistas argumentarían en contra de todo lo dicho. Y sería maravilloso, porque de eso va la democracia, de pensar de modos diferente, de debatir, y de llegar a acuerdos. Y no de cerrarse en banda.

Amadeo Barceló

Spain's centre-right People's Party leader Mariano Rajoy gestures during a campaign rally in Santander

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