¿Pero qué coño está pasando? O sobre muros contra personas refugiadas y puertas abiertas a la intolerancia

Este artículo se escribe desde una recopilación de información y una serie de entrevistas sobre un muro que se está construyendo entre un centro de acogida de personas refugiadas y un barrio residencial de Múnich. Este trabajo fue hecho conjuntamente con Berta Llugany. La descripción detallada de los hechos se encuentra plasmada en esta crónica publicada en el periódico digital Hemisfèria. Se recomienda la lectura de la crónica para tener un acercamiento completo a los hechos sobre los que aquí se reflexiona.

 “«¿Pero qué coño está pasando?
¿Cuándo? ¿Cuándo? ¿Cuándo?
¿Cuándo perdí mis labios?».
Contesta sonriendo uno de esos señores que son muy sabios,
muy elegantes, muy listos y muy preparados,
que controlan las reglas legales de este juego macabro:
– Los perdiste al mismo tiempo que tu libertad,
al mismo tiempo que tu libertad,”

-Hovik Keuchkerian-

 

Un fantasma recorre Europa: el fantasma de la intolerancia. En los últimos años hemos podido ver como cada vez son más comunes las muestras de racismo y como posiciones de extrema derecha empiezan a calar en cada vez más sectores de la población. La intolerancia permea espacios aparentemente tranquilos y apacibles. Se hace cada vez más perceptible, en parques, calles y plazas de muchos lugares de Europa, el hedor que desprende el rechazo a otras personas por el mero hecho de haber nacido al otro lado de una línea imaginaria.

Espacio tranquilo, es la forma en la que podríamos describir el distrito de Perlach, al sureste de la ciudad de Múnich. Por otro lado, una calada de ese hedor es lo que sentimos cuando nos enteramos de la construcción de un muro para separar a personas refugiadas de los vecinos del distrito.

Entramos a este barrio bajándonos en la última parada de la línea 5 de metro, salimos a la calle y, en cuanto nos alejamos de los supermercados que rodean la estación, el ambiente no puede ser más calmado. Sin embargo, al doblar una esquina nos encontramos frente a un muro de cuatro metros de alto. Éste se alza entre un centro de acogida para jóvenes refugiadas, en construcción, y algunas casas del vecindario.

Este centro está destinado a alojar a 160 jóvenes refugiadas que han llegado a Alemania no acompañadas. Sin embargo, el propósito inicial del centro era alojar a familias. Desde el primer momento, se recibieron quejas hacia el centro por parte de un grupo de vecinos, que fueron modificando su argumento según cambiaba el propósito y la organización del espacio. El motivo final por el que se llega a la construcción del muro es la perturbación de la tranquilidad, que estos vecinos defienden que el funcionamiento del centro ocasionará.

El proceso por el cual se llega a esta polémica decisión es una historia de idas y venidas de más de dos años. La descripción del transcurso de los acontecimientos está muy bien explicada en esta crónica que invito a leer atentamente.

Desde dentro del distrito ha habido protestas en contra de la decisión final de construir un muro que separe ambos espacios. Guido Bucholt, ex-miembro de la formación política Die Grünen y participante en las mesas redondas de resolución del conflicto, decidió grabar los progresos en las obras a modo informativo. En esta acción estaba también incluida la intención de dar voz a un debate que hasta el momento tenía sólo ámbito local. Sin embargo, la difusión llegó incluso a medios internacionales, lo que hizo que Guido sufriera críticas por parte de sus convecinos, que le acusaban de dar una mala imagen del barrio. El ex-miembro de Die Grünen quiso usar la palabra, sus labios, para protestar contra una decisión que muchas personas consideraban descabellada, pero que sin embargo es firme y apoyada por las instituciones.

Uno de los factores que más torpedeó la construcción del centro de acogida fue la paralización de las obras a causa a las quejas presentadas en los tribunales. Debido al tiempo que se hicieron esperar las sentencias, las actuaciones siguientes estuvieron condicionadas por el miedo de nuevas paralizaciones.

Llama la atención que todo este tortuoso camino se inició por la queja de solamente siete personas residentes en las viviendas colindantes al terreno en el que se está construyendo el centro. A partir de la oposición de una minoría se puso a debate la legitimidad de la construcción del centro de acogida de refugiadas. Más tarde, se abrió la posibilidad de la construcción de un muro entro ambos espacios para garantizar la “tranquilidad” del vecindario. Es interesante señalar que una de estas siete personas (la más activa en los medios de comunicación) tiene formación y ocupa el cargo de juez en otros tribunales. De este modo, vemos como unas pocas personas, que controlan las reglas legales de este juego macabro, han podido imponer unas posiciones con tintes de intolerancia y racismo.

Hubo también muchas otras personas del vecindario que no estaban de acuerdo en la construcción de este muro. Personas que están involucradas en preparar los espacios de integración en los que se trabajará cuando lleguen las jóvenes refugiadas. Sin embargo, la mayoría de estas vecinas no se han querido pronunciar de forma pública firmemente en contra de esta decisión, no han alzado la voz ni salido a la calle para denunciar esta muestra de intolerancia. Según nos contaron personas implicadas activamente en el barrio, el principal motivo de esta pasividad se resume en que no quieren dar una mala imagen del barrio, no quieren que se vea al barrio como un ambiente racista y de conflicto. Sin embargo, está inacción tampoco ha favorecido en nada en conseguir un barrio tolerante y acogedor. De hecho, Vaniessa Rashid (concejala del partido Die Grünen y responsable de integración del distrito) nos comentaba que el gran impacto mediático que ha tenido este conflicto es positivo en la medida que evite sentar un precedente. El hecho de haber conseguido exponer mediáticamente a los actores implicados, puede disuadir a otras personas en otras partes del país de emprender vías similares, motivadas por su intolerancia.

Después de dar una vuelta, tomar fotos y hablar con personas vecinas tomamos el camino de vuelta. Subiendo las escaleras mecánicas de la parada de metro nos sorprende una pegatina que llama nuestra atención. En ésta aparece la cara de la canciller Angela Merkel tachada acompañada de la frase “Mekel muss weg” (Merkel debe irse). Aunque esta consiga probablemente sea apoyada por muchas personas de diferentes espectros ideológicos, pertenece ni más ni menos que a PEGIDA, el movimiento xenófobo que surgió en 2014 en Dresde y que se expandió más tarde por el Estado.

El rechazo a la canciller de la CDU por parte de este movimiento ultra-racista se debe a lo que ellos consideran una política demasiado flexible de acogida en la llamada “crisis de refugiados”. De hecho, el gobierno federal ha recibido muchas críticas y oposición a las políticas de acogida desde el flanco derecho. Oposición que se está convirtiendo en una sangría de votos hacia formaciones ultra-derechistas como AfD (Alianza por Alemania). Es preocupante ver como se está produciendo una deriva hacia la derecha de los partidos tradicionales, alentada en gran parte por la tendencia de las encuestas (que conceden a AfD 15-20% de voto) y la cercanía de las elecciones federales (agosto o septiembre). Parece que han considerado necesario apostar por una mayor censura de libertades, por asumir posiciones más estrictas con la inmigración y la acogida de refugiadas e incluso la expulsión de refugiadas originarias de Afganistán. Parece que en la partida de este juego macabro las fichas sólo se pueden mover (aún más) hacia atrás en el tablero de la libertad.

Ante este panorama un tanto desolador, solamente queda plantearse, ¿todavía tienes tus labios? O acaso los has perdido, ¿los has perdido al mismo tiempo que tu libertad?

 

Martín Lallana

 

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