Delta Machine, lo nuevo de Depeche Mode

Welcome to my world – Bienvenido a mi mundo. Así comienza el nuevo disco de Depeche Mode, Delta Machine que fue publicado el pasado mes de marzo. Tras unos acordes electrónicos que van a ser un continuo en todo el álbum y que trasmiten desasosiego, Dave empieza a recitar y relaja el ambiente, tranquiliza al oyente y le mete de lleno en su mundo, un mundo de tinieblas, en el que, al igual que en todos los discos de Depeche Mode (trece ya en 33 años) no se  admite ni un resquicio de luz.

Estamos ante un disco oscuro y dramático de una banda de confianza con un sonido muy reconocible y que a pesar de esa oscuridad lleva muchos años funcionando, quizás porque esa tristeza y ese dramatismo siempre van acompañados de melodías hermosas, letras intimistas que tocan y alma, mucha alma, porque tal y como decía Dave Gahan en una entrevista sobre el disco, “No es un álbum de blues pero tiene mucha alma”. Y para mí también blues. Estamos ante una hora de sintetizadores, sonidos deformados y distorsionados que chocan con riffs de guitarra de blues.  Es el sonido Depeche Mode, electrónico pero teñido de rock y de blues.

Delta Machine se acerca al sonido de alguno de los clásicos como Violator y Songs of Faith and Devotion, aunque las comparaciones son odiosas y los más puristas dirán que nunca habrá nada que le llegue a la altura a estos discos que influenciaron a muchos grupos y por los que Depeche han sido considerados los padres del rock electrónico. De lo que no hay duda es que es el mejor álbum del grupo en este siglo, mejor que los anteriores,  es a ratos dulce y a ratos aterrador, y es un recordatorio de que Depeche Mode siguen ahí con ese sonido que no deja de atrapar. No es que hayan hecho el disco de su vida, pero es digno de alabar que mantengan el nivel después de tantos años y que lo hagan siendo fieles a su sonido.

El disco, grabado entre Santa Barbara (California) y Nueva York, tiene 13 canciones, aunque en una edición de lujo se incluye un CD con otros 4 temas, además de libro y fotografías. Otra de las marcas de la casa son las fotos y los videos, ¿quién no recuerda la portada del 101 o el video de Personal Jesus o Enjoy de Silence…? Y este disco parece que no va a estar exento de grandes videos.

Ya antes del lanzamiento pudimos disfrutar del video del primer single, Heaven. Dirigido por Anton Corbijn, y grabado en Nueva Orleans. Es un video con una estética simple, elegante, sin grandes florituras y con un gran Dave Gahan que mira a la cámara y se muestra como lo que es, un crooner cuya voz ha mantenido la intensidad a través de los años pese a todo lo que ha pasado, susurrando o aullando según lo requiera la ocasión.

Heaven es para mí una de las mejores canciones del disco, una balada con tintes de blues y con buenos coros de Martin Gore, gran compositor, aunque permanezca casi siempre a la sombra de Dave.

 

Otra de mis favoritas es Alone, una balada melancólica, con grandes melodías y una letra con increíbles frases recitadas dulcemente por Dave, es Depeche Mode.  Angel, es otra de las que pudimos escuchar antes del lanzamiento del disco, te engancha desde el principio, es intensa con toques religiosos y se acerca más al rock. Fue el tema elegido para el video de presentación de la gira.

«Soft Touch / Raw Nerve», es otra de las mejores canciones del disco con sus sintetizadores y ritmos palpitantes. Ya he comentado algo de «Welcome to My World», el primer tema del álbum que pasa de un susurro a un grito y que es la puerta perfecta para pasar al resto del disco. The Child Inside nos trae a Gore en la voz principal, es como una canción de cuna, pero la letra nos habla de lo más oscuro de la condición humana.

Hay muchos más temas que destacar como Secret to the End, o Should be Higher con un falsete de Dave Gahan, o la última canción del disco simple, Goodbye un blues explosivo que aporta el final con la fuerza adecuada para un álbum como este. Y por supuesto hay que dedicarles un tiempo a los temas del disco de edición de lujo, sobre todo a All that’s mine. Os invito a escucharlo un día de relax a poder ser lluvioso y gris, para recrearos más en ese dramatismo al que invitan, dramatismo que dista mucho de ser pesimista, puesto que te lleva al desasosiego y al momento te rodea de dulzura.

En resumen, estamos ante un disco donde las canciones fluyen pero además oprimen el alma, donde destaca el combinado guitarras y sintetizadores, como si fueran dos sonidos que entran por diferentes lados y confluyen perfectamente en cada uno de los temas y con unas letras profundas recitadas con mucho arte por el maestro de ceremonias Dave Gahan.

¿Referencias al pasado?, las hay, no he podido evitar recordar alguno de sus viejos temas escuchando los ritmos marcados en los nuevos, pero hay que decir que no estamos ante una repetición del pasado si no que estamos delante de los Depeche Mode de aquí y ahora, con unos cuantos años más, con más experiencia y que han sabido mantenerse ahí muchos años con algunas penas pero con muchas glorias.

Eva Larrosa

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