Recuperamos un excelente artículo de nuestro colaborador Carmen J.Mar sobre las fechas de las donaciones de Caspe y Trabia, esta última, villa despoblada desde finales de la Edad Media. Rebatiendo la teoría «clásica», a través de las siguientes líneas Carmen J. Mar nos demuestra el porqué del adelanto de la fecha de la reconquista de Caspe en 15 años, de 1169 a 1154, hace ahora, exactamente, 860 años.
Los documentos de donación, hechos por el rey Alfonso II, tanto de Trabia, que lo fue a Pedro de San Vicente, como de Caspe, que lo hizo en manos de Armengol, maestre de Amposta, y en las de la Casa del Hospital, presentan una particularidad, la fecha en la que fueron datados no corresponde a la época en la que fueron hechos, pues Alfonso II en cuyo tiempo se hicieron, según la datación todavía no era rey, es más, ni siquiera había nacido.
A. I. Sánchez Casabón nos da la fecha, para Trabia, del año 1175, y para Caspe, la de los años 1181-1182, dependiendo de que al no especificar el día del mes de marzo en que se hizo, según el modo de la Encarnación, correspondería, si era anterior al día veinticinco de dicho mes, a un año, y si posterior, al siguiente.
De acuerdo en todo con esto. Los documentos se hicieron es este tiempo. Entonces, ¿por qué se pusieron unas fechas que pudieran parecer erróneas?
Descartando completamente desde mi punto de vista la existencia de error, vamos a intentar transportarnos a aquella época para tratar de aproximarnos a la historia de aquel tiempo.
La fecha de ambos documentos viene expresada en el cómputo de la Era hispánica. Ésta se inició el primero de enero del año 38 antes de Cristo, fecha de la introducción del calendario juliano en la península ibérica. En Castilla y León se indicó el año por esta Era hasta 1383, en que Juan I en Segovia impuso que se siguiera el cómputo del año de la Natividad de Cristo. Aragón y Navarra ya se habían adelantado a Castilla en este cambio. Todos los documentos fechados con la Era para pasarlos a la forma actual deben ser restados en 38 años.
Son pues, para Trabia, Era 1187, y para Caspe, Era 1192, lo que corresponde a los años 1149 en el primer caso, y 1154 en el segundo. Vemos pues que nos vamos al reinado de Petronila que comprendió desde 1137 a 1164.
Hija de Ramiro II, el Monje, fue concebida expresamente para reinar. Nace en agosto de 1136, y un año después, en 1137 se acuerda su compromiso matrimonial quedando bajo la custodia de su prometido Ramón Berenguer IV, retirándose su padre a la vida monástica de la que había salido para dar un heredero al reino, lo que le correspondió hacer como hermano que era de Alfonso I, el Batallador.
“El documento de arras asumía que la unión se realizaría según la institución aragonesa del “matrimonio en casa”, por la cual el heredero, en este caso Petronila, contrae matrimonio con la obligación de mantener la herencia familiar y defenderla. Y si el legítimo heredero falleciese sin descendencia, su cónyuge, como miembro de la “Casa”, asumiría estas responsabilidades, incluida la de procrear hijos legítimos. La “Casa” de rango mayor era Aragón, por ser reino y Barcelona condado, así que Ramón Berenguer IV se integró en ellajurídicamente, tomó formalmente a Ramiro por “padre” y asumió las obligaciones que ello implicaba”.
A finales del año 1137 Ramón Berenguer IV recibía de su suegro, Ramiro II, el reino, pero no la dignidad real: “Maguere yo de a tu el regno pero la mi dignidad real non lexo”, que siguió ostentando hasta su muerte en 1157, por lo que el conde de Barcelona no utilizó en ningún momento el título de rey, sino el de príncipe de Aragón o príncipe de los aragoneses.
La boda se celebró en la catedral de Lérida en 1150, en cuanto Petronila llegó a la edad canónica mínima establecida para contraer matrimonio, que era la de catorce años.
Según el testamento de Alfonso I el Batallador, la Orden del Hospital, que tanto tuvo que ver con la historia de Caspe, junto con otras, fue una de las herederas del reino de Aragón. A Ramón Berenguer le tocó solucionar el tema de esta herencia y en septiembre de 1140 firmó un primer acuerdo con el maestre de la Orden del Hospital y del Temple.
En agosto de 1141 las Órdenes Militares renunciaron a su derecho sobre el reino y cedieron el poder político al conde de Barcelona, a cambio de lo cual obtuvieron numerosas compensaciones, entre ellas la donación de lugares conquistados o por conquistar. Un ejemplo, en el documento de la donación del castillo de Amposta a la Orden del Hospital de Jerusalén, hecho en Lérida el día 8 de enero del año 1150, Ramón Berenguer se titula conde de Barcelona, príncipe de los aragoneses y marqués de Tortosa y Lérida. En el mismo documento, al final, añade la donación del castillo de Oropesa “cuando lo entregue Dios en manos de los cristianos y mías” y hace la entrega en potestad y dominio del Hospital cuando esto ocurra. Tras la fecha, explica: “ 1150, año en el cual con la ayuda de Dios, Ramón, conde de los barceloneses, arrancó Lérida a los pérfidos sarracenos”.
De lo anterior vemos que la donación de Amposta no está hecha por Petronila como reina, sino por Ramón Berenguer como conde de Barcelona, príncipe de los aragoneses y marqués de Tortosa y Lérida. Estas últimas las había erigido en marquesados independientes del reino de Aragón y del condado de Barcelona. Según se ve escrito, nos dice que Lérida la conquistó únicamente como conde de Barcelona. Quiero creer que, como podemos apreciar, era una época en que la reina era reina, pero el gobierno del reino estaba en manos del llamado príncipe de Aragón, aunque como ya hemos visto con anterioridad, Ramiro II, no abandonó la dignidad real hasta su muerte en 1157, año por otra parte del nacimiento de Alfonso II, el día 24 de marzo, y es como si hubiese pasado de Ramiro a Alfonso como sucesor en la corona siendo asumido por él todo lo hecho en el tiempo del reinado de su madre.
Por eso cuando Alfonso II ejerce como rey desde 1162 hasta 1196, uno de sus primeros pasos fue el de confirmar todos los privilegios y donaciones hechas por sus antecesores. De ahí que aunque los documentos los hiciese en su tiempo, se les mantuviese la fecha en la cual realmente habían ocurrido estas concesiones. De hecho, y es un dato interesante, el primogénito se llamó Ramón mientras vivió su padre el conde de Barcelona, a la muerte del cual se le cambió el nombre por el de Alfonso, llamándose como el Batallador, que había sido hermano de su abuelo y tío abuelo suyo.
Pues bien, en este documento sobre Amposta, en el apartado de firmas y en añadido posterior, se intercalan los sellos de Sancha y de Alfonso, rey de Aragón, conde de Barcelona y marqués de Provenza, sin ningún tipo de explicación, simplemente para que sirviese como confirmación de lo hecho por su antecesor. Si se hubiese hecho un traslado o copia del mismo en el que no se hubiese notado la distinta letra del añadido, hubiésemos tenido un documento firmado por el rey y fechado con una fecha que no correspondía a su reinado, como pudo ocurrir en las donaciones que estamos tratando.
El conde de Barcelona, “con ayuda de tropas genovesas, requeridas por él, y con la participación de aragoneses y catalanes, conquistó Tortosa en 1148. En el siguiente año, en el mismo día, el 24 de octubre, se entregaron por capitulación las ciudades de Fraga, Mequinenza y Lérida. Las luchas internas entre almorávides y almohades fueron aprovechadas por los aragoneses para ensanchar sus territorios, ocupando Huesa del Común en 1154 y Alcañiz en 1157”.
Fraga, conquistada por Alfonso I, se había perdido el día 17 de julio de 1134, siguiendo la muerte de este rey un mes y medio más tarde. Tras la derrota de Fraga retrocedió el frente, replegándose los aragoneses a posiciones anteriores. Se perdió Mequinenza y la zona del Bajo Aragón, fijándose la línea defensiva hacia el río Aguas Vivas. Es pues en este año de 1149, cuando se reconquistan definitivamente estos lugares. Fecha que hemos visto había sido la de la donación de Trabia, lugar que geográficamente se encuentra enclavado en esta zona y por lo tanto habría sido conquistado.
Las distintas aldeas, villas y almunias eran repartidas entre los conquistadores. Les eran asignadas tanto en propiedad, honores, como en tenencia. Donaciones hechas en compensación de los deberes militares de los nobles. Para el avance y extensión de sus fronteras, el rey tenía que contar con la voluntad y ayuda de los barones, a los que se daba el aliciente del reparto de tierras, unas como propias y otras como tenentes de ellas, y esto siempre en proporción al esfuerzo realizado.
En el documento de la donación de Miravet hecho por parte de Ramón Berenguer IV a la Orden del Hospital el año 1153, el día 24 de agosto, en la demarcación de términos se nombra Nonaspe, Fabara, Orta, Tortosa, los castillos de Algars, Batea, Corbera, Gandesa, Pinello y Rasquera y heredades en Mequinenza, Flix, Mora, Tivisa, lugares todos ellos conquistados con anterioridad a la fecha de la donación.
Tras la muerte de Ramón Berenguer IV en 1162, su hijo primogénito Ramón, que hemos visto cambió su nombre por el de Alfonso, recibe los territorios del reino Aragón y condado de Barcelona. Dos años más tarde, la reina Petronila, su madre, le hace donación de la dignidad real en Aragón. Con ello, Alfonso II aparte de convertirse en rey de Aragón y conde de Barcelona, se erigía en el primer monarca de la Corona y la unión de ambos territorios pasaba de ser meramente matrimonial en tiempos de Ramón Berenguer, a concentrarse en la persona de éste.
Visto lo anterior, examinaremos los documentos de los cuales tratamos. El primero, la donación de Trabia, fue hecho en Daroca en el mes de mayo del año 1149. El rey hace, según dice, esta carta de donación y confirmación, dona y confirma lo donado con anterioridad, a ti, Pedro de San Vicente. Esta concesión la hace a perpetuidad y el motivo de ella son los servicios prestados al rey. Especifica que Trabia se encuentra en el río Ebro, delante de Caspe. Sigue exponiendo todos los derechos y pertenencias de este lugar del modo que mejor los poseyó en tiempo de los sarracenos, y marca los términos geográficos que le corresponden.
A continuación le dice que este lugar y la villa que allí haya hecho, queriendo dar a entender la obligación que tiene de poblarlo, se lo da y concede para que lo posea libre, franco e ingenuo, como propiedad suya y para siempre, poniendo a salvo únicamente la fidelidad que le debe al rey y a todos sus descendientes, para siempre. De este modo da el predicho donativo poniéndole la condición de que sirva para hacer fuerza construyendo un castillo en la misma Trabia o en sus términos, donde mejor pudiese y viese, y dicho castillo lo posean él y sus descendientes para siempre.
Lugar estratégico por su posición al lado norte del Ebro, que una vez conquistado, serviría para controlar Caspe todavía en poder de los musulmanes, por encontrarse como nos ha dicho frente a él y que pasaría a manos cristianas cinco años después, en el año 1154.
El segundo documento hecho en Huesca en el mes de marzo de 1154, año que tomaremos como la conquista de Caspe por los motivos anteriormente expuestos, y con motivo de los servicios recibidos de Armengol, maestre de Amposta, y los recibidos de parte de la Casa del Hospital, el rey da y a perpetuidad concede a la Santa Casa del Hospital de Jerusalén, el castillo y nuestra villa que llamamos Caspe, todo íntegramente, con todos sus derechos y pertenencias y con todos sus términos que seguidamente enumera en esta, pudiéramos llamar, carta de población. Hace la donación sin ninguna retención de algún derecho para la corona, queriendo que sirva, según dice, para el progreso de la comunidad del Hospital, siendo hereditario para ellos por todos los tiempos.
De esto no podemos deducir si los servicios prestados por los sanjuanistas a que se refiere y que les hicieron acreedores a Caspe, fue la toma del mismo por parte de esta Orden, que bien pudiera haber sido, o su destacada ayuda en esta misma empresa. Lo que no cabe duda es de la enorme importancia de la Orden de San Juan de Jerusalén en la Reconquista.
Llegados a este punto y como final, no quiero que se me trate de falta de rigor científico. Los datos que aporto lo tienen y las conjeturas que me hago y explicaciones que busco, son simplemente por el deseo de conocer nuestra Historia. A partir de ahora y sobre este tema me gustaría que el pudiera corregir, enmendar o complementar lo escrito lo hiciera. El único fin que he pretendido es encontrar un poco de explicación a algo que considero no fue un error del escriba.
Carmen J. Mar