El Caserón – Terenci y Ana María Moix Meseguer en Nonaspe

Tomás Tomás Moreno, de joven –finales de los años 20- fue a trabajar de albañil a Barcelona llegando a ser encargado de obras con una cuadrilla a su cargo. Allí, los días festivos la gente se divertía en las salas de baile y la gente de Nonaspe mantenía contacto entre ellos.

Florencia y Custodia –hermanas de la abuela materna de los hermanos Moix- que también vivían en Barcelona, conociendo el buen hacer de Tomás como albañil le encargaron una casa en Nonaspe.

Fue a principios de los años 30, aprovechando una huelga general que se prolongaba bastantes días, cuando Tomás se decidió a venir a Nonaspe junto a dos compañeros de La Pobla de Massaluca y Ribarroja para hacer la casa.

La madre de Terenci y Ana María, Ángela Meseguer, de pequeña enfermó y sus tías Florencia y Custodia –anteriormente mencionadas- se la llevaron a Barcelona para que los médicos de allí la curasen. Como cada vez que regresaban al pueblo para dejarla con sus padres volvía a enfermar ya se quedó en Barcelona para siempre con sus tías.

De esta manera, se casó allí y fruto de su matrimonio nacieron sus hijos Ramón (Terenci posteriormente), Miguel (que murió a los 18 años) y Ana María.

Durante su infancia y su juventud –años 40, 50 y 60- venían a veranear a Nonaspe. Se alojaban en la casa de sus tías –el llamado caserón- que también vivían ahí sus abuelos y los hermanos de su madre.  Tal es así, que Terenci en el primer volumen de sus memorias El Peso de la Paja  escribía:

“Pregunto a Ana María: ¿Por qué crees que el pueblo me daba miedo y terror el caserón y pavor el curso del río? Ella razona: «Porqué en el caserón murió la abuela y aquella misma noche hubo una riada y vimos como el agua venía arrastrando muebles y enseres desde otros pueblos que no tenían la ventaja de estar encumbrados como el nuestro»”  (…)

“El caserón contaba con una historia reciente de muy mal agüero. Cuando la guerra pasó por Nonaspe, toda la propiedad sufrió el pertinente trasiego de tropas y hoy servía de cuartel a las fuerzas de la República y mañana a las franquistas. (Ahora sé que por aquellos andurriales transcurrió la Batalla del Ebro, pero en aquella época pensaba que en el corral habían plantado sus tiendas los huestes del moro Muza. Así transfiguraba mi imaginación el recuerdo de aquellos agitados días en que hicieron parada y fonda los miembros de la Guardia Mora de Franco. O esto es lo que aseguraban los supervivientes de muy tremendas escabechinas). Mientras esperaba conocerlas, me contentaba encontrando por doquier pervivencias del mito de la morería, pero en sus aspectos históricos, no los que procedían de la transfiguración de unos hechos cercanos y terribles.”   (…)

En el año 1945, cuando Terenci tenía 3 años, en el caserón se instaló el cuartel de la Guardia Civil durante unos tres o cuatro años.

El Caserón
El Caserón

SESIÓN ORDINARIA AYUNTAMIENTO 29 SEPTIEMBRE 1945: 

CASA CUARTEL Seguidamente se dio cuenta de la necesidad de instalar el Cuartel de la Guardia Civil para el destacamento de este pueblo y que desde el mes de julio se encuentra en la casa propiedad de Bartolomé Meseguer en una parte de dicha casa, acordando los asistentes que desde aquella fecha se le abonen en concepto de renta y por subirles el agua que necesiten, 75 Pts. mensuales.

“Siguiendo con este tipo de avatares diré que el caserón de las tías fue cuartel de la

Guardia Civil hasta bien avanzada mi infancia. No recuerdo haber cohabitado con los miembros de la benemérita, <els sevils>, les llamaban los del pueblo-. Tal vez dejaron libre la plaza cuando empezamos a subir nosotros…

Menos lo de la Guardia Civil, todas las historias se convertían en misterios acentuados por la inmensidad del caserón. Una vez más cualquier sentido de amplitud me remitía a comparaciones con las exiguas habitaciones de la lechería. Ya dije que en Barcelona me movía por espacios mínimos, empezando por los de mi calle. Los amplios zaguanes de Nonaspe, las infinitas bodegas, la desproporción del granero, todo implicaba exploraciones apasionantes en un mundo en que el niño era

incapaz de abarcar. Y ante el terror que aquella imposibilidad me producía, quedaron muchas estancias que ni siquiera en la adolescencia me atrevía conocer.

Todos los elementos equivalían a un viaje a lo desconocido. Vigas en techos encalados, verjas en el corral, rejas que dejaron los civiles en cada ventana, enormes cuchillas colgadas en los sótanos abovedados y, muy especialmente, la profunda cisterna cuyo fondo decían que comunicaba con los infiernos ( y así seria, porque al echar al agua una piedra, tardaba el agua una eternidad en mandarnos el ruido).”

Terenci, en cierto modo, mezclaba sus propios recuerdos, lo que oía decir a sus mayores y la imaginación y la fantasía que le caracterizaban.

La última vez que estuvo en Nonaspe fue en el año 1961 para ejercer de padrino en el bautizo de su prima Natacha. Estuvo varios días y como se encontraba a gusto no quería marcharse. Pasaron los años y después de esta ocasión ya no volvió nunca más debido al miedo de encontrarse un pueblo diferente al que él recordaba, al pueblo de su infancia.

“¿Regresaré algún día y, al reencontrar antiguos fantasmas, seré capaz siquiera de evocarlos? Me dicen los que continuaron visitándolo a lo largo de los años: «tienes que ir, no lo conocerías, tanto a cambiado, tan moderno está todo, han restaurado el castillo y asfaltadas las calles y hasta hay luces en las esquinas, que son como el sol en plena noche». No comprenden, no comprenderán jamás que aquel no reconocer, que esta modernidad me dan terror.”

En cambio, su hermana Ana María continuó viniendo a Nonaspe en numerosas ocasiones. En el año 1986 fue pregonera de las fiestas mayores, en 1990 vino a tirar las cenizas de su madre en los ríos Matarraña y Algas y la última vez que estuvo fue en 2002 por motivos familiares.

Lo cierto es que ya no volverán nunca más, Terenci murió en el año 2003 y Ana María el pasado 2014, apenas hace un año. Su recuerdo y su literatura siempre quedarán entre nosotros.

Mario y Estela Rius

*Texto extraído del libro: El Peso de la Paja: El cine de los sábados, de Terenci Moix.

*Agradecimientos a Natacha Llop Meseguer por algunos datos.

Ángela Meseguer y sus hijos Terenci, Ana María y Miguel
Ángela Meseguer y sus hijos Terenci, Ana María y Miguel

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