Una noche del caluroso mes de agosto, estando con unos amigos en el bar Chiringuito de Nonaspe, nos pusimos a hablar del cementerio viejo que estaba al final de la calle de la Virgen y de las hazañas de infancia que nos recordaba. Así que decidí investigar cual había sido su historia y esto es lo que he podido averiguar:

Antiguamente los enterramientos se hacían en el cementerio que había junto a la Iglesia, es decir, lo que ocupa hoy en día la actual casa parroquial y el jardín de la Iglesia. Este cementerio dio nombre a la calle donde estaba situado, conociéndose como carrer del Fossar (calle del cementerio).

A mediados del Siglo XIX se decidió sacar el cementerio de la población y para ello se construyó uno de nuevo al final de la actual calle de la Virgen. El primer enterramiento fue  el 18 de junio de 1856, del niño José Andreu Agustí, de nueve meses, hijo de Miguel y Maria. Ofició el enterramiento mosén Ramón Vallés.Mare de Deu, Fosar Vell (78)

Este cementerio, si bien estaba fuera de la población, quedaba relativamente cerca y sobre todo en verano los días en que soplaba el viento  “garbí”, los olores de las descomposiciones llegaban a las casas de la calle de la Virgen. Como consecuencia de estos inconvenientes, el Ayuntamiento que presidía D. Miguel Vilella Roc, en sesión del 28 de agosto de 1910, se da por enterado de la propuesta de la Junta Local de Sanidad:

     La Junta Local de Sanidad enterada de la Circular del Excmo. Sr. Gobernador Civil de la provincia inserta en el Boletín Oficial del día 23 del actual por la que se ordena se tomen sin alarma ni apresuramientos las medidas preventivas contra la invasión colérica, entre estas precauciones acordó proponer al Ayuntamiento la conveniencia de construir un nuevo Cementerio en otro punto del que está establecido por la corta distancia que hay entre este y la población y además por estar mal situado teniendo en cuenta que los vientos que generalmente reinan no solamente sirven de vehículo para atraer las miasmas que de los cadáveres se desprenden sino que se perciben hasta los malos olores producidos por la descomposiciones cadavéricas  redundando solo esto en perjuicio de la salubridad pública.”

 El 2 de octubre de 1910, el Ayuntamiento adjudica las obras de construcción del nuevo cementerio al contratista D. Tomás Carabaca y Bueno. Durante el invierno construye el cementerio y en la sesión del 3 de mayo de 1911 se declara abierto oficialmente el nuevo Cementerio Católico y Civil. El último enterramiento que se hace en el viejo, es el 19 de abril de 1911, de la niña de dos años Ángela Rius Ráfales, hija de Gabriel y Salvadora, oficiando la sepultura mosén Anselmo Claver.

Sin título
Fossar Vell

Despues de 60 años de haberse dejado de enterrar, el cementerio viejo estaba todo en ruinas, con las paredes medio caídas, por lo que el Ayuntamiento que presidía D. Luis Freixa Bondía, en sesión de 28 de mayo de 1971, acuerda:

      “Proceder a la monda o limpieza de los restos del Cementerio Viejo (…) y que sea allanado y parcelado para viviendas o lo que proceda”

De momento aún no se debió de hacer nada, ya que al cabo de cuatro años, en sesión de 13 de julio de 1975, se dice:

     “De acuerdo con el escrito conjunto y permiso de la autoridad Eclesiástica y Gubernativa, se procederá a la monda general del Cementerio Viejo, sito en extramuros –final de la calle de La Virgen- por medio de una moto-pala y Sr. Encargado del Cementerio D. Pedro Maza Ráfales, trasladando todos los restos que puedan salir a la Fosa Común existente en el Cementerio nuevo en activo al otro lado de la Cruceta. Acuerdo del día 28 mayo 1971.”

Los que estábamos hablando en el bar Chiringuito, no podríamos precisar el año de nuestros recuerdos del cementerio viejo, pero vistos los acuerdos del Ayuntamiento, sería el verano de 1975:

FRANCIS: “Anselmo”: Aquel verano, íbamos unos cuantos amiguitos con las bicis a pescar en el rio. Nos llevábamos una azadilla para buscar en el barro las lombrices que después pondríamos en el anzuelo. Al regresar al pueblo nos parábamos en el cementerio y con la azadilla escarbábamos para encontrar algún hueso, para nosotros el hallazgo hubiera sido como encontrar un trofeo, pero nunca encontramos nada.

M. RÀFALES “Gravat”: En el cementerio ya no quedaban apenas paredes ni nada, era como un bancal, pero aún estaban allí todos los enterramientos que se habían hecho en su día. Aquel ver
ano iba con mis amigos a jugar. No recuerdo como fue, pero encontré una calavera, y cosa de crios, le puse una caña y por el otro extremo la até al manillar de la bicicleta. Así empecé a dar vueltas por todo el pueblo, acompañado de mis amigos. La noticia llegó a mi casa primero que yo y mi madre ya me esperaba en la puerta toda enfadada.

Dibuix fossar by Estela Rius

MARIO “Rius”: Cuando empezamos el curso escolar, sería 8º de EGB, el maestro D. Jesús Susín, seguramente por recomendación de las autoridades locales, nos hizo reflexionar  haciéndonos ver que no había estado bien lo que había pasado aquel verano. Después nos explicó que “Rogelio” (Pedro Maza) que era el enterrador, había recogido todos los restos que había podido recuperar y los había trasladado a la osera del cementerio actual. Al cabo de poco tiempo los terrenos se vendieron como patios y con los años se construyeron casas en el solar de lo que había sido cementerio.

                                                                                                              Mario Rius

                                                                                                              Ilustración: Estela Rius

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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