Hotel Latorre: Gloria y miseria en la gestión municipal

Dos titulares salidos desde los mentideros políticos en los últimos días se llevan la palma. Uno, el que maneja el PP nacional como una especie de campaña de navidad para crédulos intentando convencernos de que la crisis ya es historia (no sé qué opinarán de esto los 800.000 niños que según UNICEF viven en España bajo el umbral de la pobreza). El otro tiene un carácter meramente local y es obra de La Verdad de Caspe, ya saben, ese blog que da voz al tripartito que gobierna el Ayuntamiento de Caspe. Los pasados días 9 y 10 de diciembre La Verdad de Caspe publicaba sendos artículos sobre el Hotel Latorre. En ellos desgranaban lo mejor de su repertorio: insultos, tramas ocultas, intoxicación, parcialidad. Arremetían, anónimamente como siempre, contra una arquitecta con despacho abierto en Caspe desde hace más de diez años y una buena colección de clientes y proyectos firmados, por el solo hecho de ser hija de un ex alcalde socialista. Por supuesto da lo mismo la profesionalidad, el hecho de que haya apostado por crear una pequeña empresa en Caspe y vivir aquí generando actividad. Les importa un pimiento que nunca se haya metido en política, que viva de su trabajo de forma discreta. Lo que les mola a los inquisidores es desacreditarla por el simple hecho de ser hija de quien es llegando al extremo de comparar la relación padre-hija con negocios mafiosos. Brutal.

Disparaban también contra la nueva Secretaria General del PSOE local a quien ni siquiera conceden tiempo para aterrizar. Y luego volvían a hablar de mí poniendo de manifiesto su sospechosa memoria selectiva. Para quién no sepa de qué va esto, hace unos meses escribí un artículo sobre el cadáver del Hotel Latorre. Cometí la imprudencia de dar por seguro lo que me habían contado: que los propietarios reclamaban una cifra de seis ceros al Ayuntamiento cuando al parecer solo era una posibilidad futura (unas líneas más abajo verán en qué me basé). El caso es que ya rectifiqué en un anterior artículo diciendo que creía a Javier Sagarra cuando se pronunció en Ser Caspe sobre el asunto de la reclamación económica. Pero el hecho de que yo me retracte o no, les importa tres pitos a los redactores (¿o es en singular?) de La Verdad de Caspe. Y creo saber por qué: mientras se hable de Alicia, de Ana Gómez o de mí, consiguen que los focos apunten hacia otro lado, desvían la atención de los caspolinos, les embaucan contándoles una vieja fábula protagonizada por malvados socialistas en lugar de la verdadera historia del “affaire Latorre”. Porque como verán a continuación, si la gestión del convenio que hizo posible el derribo y rehabilitación del Hotel Latorre merece el calificativo de «escándalo» (así lo denomina La Verdad de Caspe), debería merecer tal denominación la actuación de dos grupos: PSOE y CPC, quienes gobernaban conjuntamente por entonces (en mi opinión, es una apreciación errónea porque el convenio fue un buen acuerdo). Lo que sí deja mucho que desear es la gestión de todo este asunto después de que el tripartito CPC-PAR-PP se hiciera con la alcaldía. Así lo veo yo después de analizar todo lo sucedido.

Y ahora vamos al grano. Un edificio tan emblemático para Caspe como el Hotel Latorre hubiera sido una estupenda sede comarcal, museo, etc., eso está claro. Pero los intentos de compra por parte de la administración no fructificaron y, finalmente, la realidad coyuntural se impuso: fue una empresa privada quien sí se hizo con el inmueble para construir un bloque de viviendas. Lo que el P.G.O.U decía. A pesar de que el Hotel no contaba con catalogación de ningún tipo que obligase a respetar ninguno de sus elementos constructivos (ni PGOU ni BIC ni MIL), la nueva propiedad y el Ayuntamiento se pusieron de acuerdo y el 3 de diciembre de 2008 el consistorio caspolino y la empresa Vinicius City S.L, firmaron un convenio que contemplaba el derribo parcial del Hotel Latorre (ratificado en sesión plenaria del 20-1-2009 por unanimidad): se respetaba la fachada de la plaza Soberanía Nacional, el chaflán, y 7´5 metros lineales además de las verjas de los casi centenarios balcones e incluso las de la terraza. La nueva fachada, en la calle San Vicente Ferrer, debería edificarse con materiales similares a los existentes e integrarse con la que se mantiene (si observan las imágenes adjuntas verán que así iba a ser).

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Se presentaron dos proyectos, uno de derribo de una parte del viejo edificio, y un segundo de rehabilitación de lo que no se derribaba. 25 pisos serían el resultado final. Apunten esto: aunque el acuerdo lo firmó la alcaldesa de Caspe, Teresa Francín, no fue ella quien llevó adelante las negociaciones con la propiedad. Caspe tenía concejal de urbanismo y suyo fue el placer de negociar el futuro de edificio tan emblemático. Él hizo y deshizo, él decidió y él dispuso. Y es que el verdadero artífice del acuerdo, lo han adivinado, fue su compañero de gobierno, miembro del CPC y concejal de urbanismo Javier Sagarra de Moor.

De todos modos, lo que acabo de revelarles no me lo ha contado nadie. Se lo debo a mi experiencia personal. Por aquel entonces yo formaba parte de la junta directiva de una conocida asociación cultural caspolina, la principal defensora del patrimonio local. Javier Sagarra acababa de cerrar el acuerdo con la empresa promotora y estaba encantado con lo que creía haber conseguido para Caspe. Él mismo, en persona, se acercó hasta la que era nuestra sede a contarnos, grosso modo, el ventajoso acuerdo al que había llegado con la propiedad del inmueble. ¿Qué por qué lo hizo? No solo por la buena relación que siempre ha tenido con dicha asociación sino que, en mi opinión, lo hizo para cubrirse las espaldas ante una decisión que él mismo intuía polémica. Trataba de poner de su bando a un colectivo que por entonces tenía mucho peso en Caspe y que se manifestaba como especialmente combativo en la defensa del patrimonio. Todavía estaba caliente el asunto Rosaleda (si recuerdan, la presión ciudadana capitaneada por la asociación logró detener el derribo del emblemático edificio caspolino). En cualquier caso, la fe exhibida por Javier en la defensa de sus argumentos y los propios términos del acuerdo acabaron por convencerme. Y a mis compañeros también, creo recordar que de manera unánime.

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El convenio aprobado, en resumen, consistía en que la propiedad rehabilitaba las fachadas descritas y se mantenía el volumen de metros edificados. Repito que la promotora podría haber derribado todo el edificio porque así lo permitía el Plan General. Pero no lo hizo. Y todo fue gracias a Javier Sagarra. Salvábamos el Hotel Latorre, al menos, exteriormente.

A partir de aquí ya no tuve más información de primera mano. Metido en otros asuntos, simplemente no me preocupé por la evolución del tema. Pasaron los meses, los años, el hotel fue derruido (debo reconocer que, aún estando de acuerdo con el convenio, ver a las máquinas actuando me produjo gran desazón). Y un día, a finales de 2012, tuve la absoluta sensación de haberme perdido algo: el protagonista, el bueno, el paladín del acuerdo con la propiedad, el mismo hombre que nos vendió sus buenas artes negociadoras en la defensa del patrimonio caspolino, había cambiado de opinión. Anakin Skywalker se había transformado en Darth Vader. Por increíble que parezca, resultó que, en ese momento (tal y como ahora), para Javier Sagarra la demolición del Hotel Latorre se había convertido en una auténtica barbaridad (a él, en ocasiones, le gusta utilizar la frase “atentado contra la ciudadanía”). Es decir, el Javier Sagarra de 2012 renegaba del Javier Sagarra de 2008. Lo que en 2008 le parecía una gran gestión en 2012 le parecía un atropello tan grande que merecía una comisión de investigación ¿Qué le había pasado a Javier? ¿Habían coincidido esos cuatro años con su paso de la infancia a la adolescencia? ¿Es normal en un adulto que pasa de los sesenta, que su criterio sufra una alteración similar? ¿Por qué ese inexplicable cambio de parecer? ¿No tendría algo que ver la victoria del PSOE en las elecciones locales anteriores (mayo de 2011) y el consiguiente paso de Javier Sagarra, a la sazón Concejal de urbanismo, a la oposición?

A partir de aquí, como el asunto me parece demasiado farragoso, solo perfilaré unas líneas (para ampliar datos, invito a leer las notas al pie).

Las licencias (recuerden, dos proyectos) se conceden a principios de 2010. Se renuevan en febrero de 2011 [1]. Conviene aclarar que con el visto bueno del concejal de urbanismo del CPC, otra vez Javier Sagarra, tal y como consta en el expediente[2].

En octubre de 2011 llega la aprobación inicial del P.G.O.U. redactado por el arquitecto José Antonio Lorente. Y algo pasa entonces: sorprendentemente no se recoge el convenio vigente del Hotel Latorre[3].

En agosto de 2012 comienzan las obras. Unos días antes Ana Gómez y el arquitecto municipal, Miguel Ángel Lagens, intercambian correos; éste se preocupa por el inicio de los trabajos, algo completamente normal entre dos partes que, si recordamos, han llegado a un acuerdo. Algo completamente normal entre personas educadas. Algo completamente normal entre profesionales acostumbrados a trabajar juntos en el día a día.  Pero La Verdad de Caspe saca de quicio el asunto en otro artículo del pasado 15 de diciembre en el que lo cierto es que sí consiguen demostrar una cosa: que son unos paranoicos.

Con ambas licencias en vigor, en noviembre llega la demolición. Y atentos a esto: Pilar Herrero, en el pleno del 28 de noviembre, todo lo que manifiesta en relación al derribo es que si por el hecho “de que se estén ejecutando obras tiene que estar cerrada tantos días” [la calle] añadiendo que “no se había vallado ni se habían colocado redes de seguridad”[4]. Ningún otro miembro de la oposición dice nada al respecto. Pero, sorprendentemente, menos de un mes después los grupos CPC, PP y PAR (son todavía oposición, aunque la suma de sus concejales les otorga mayoría absoluta) crean la Comisión de Investigación sobre el “asunto Latorre”[5]. Sí, también el CPC, la agrupación electoral en la que milita Javier Sagarra, el hombre que parió el convenio.

El más difícil todavía llega cuando en febrero de 2013 una moción de censura desbanca al gobierno socialista. El tripartito CPC-PP-PAR se hace con el consistorio. Nueva alcaldesa y nuevo concejal de urbanismo. Bueno, en realidad no muy nuevo, más bien un viejo conocido de la casa: Javier Sagarra. Con los nuevos protagonistas rigiendo la galaxia municipal llegan los primeros desencuentros serios con la propiedad a propósito de las medidas de los andamiajes, que ahora iban a ser un poco más estrechos de lo previsto en la licencia para evitar problemas vecinales[6].

La acción se traslada ahora a los despachos[7]. Es entonces cuando tiene lugar la esperpéntica reunión entre los representantes de la promotora y el hombre que, cinco años antes, se había dado la mano con ellos. Eso es, Javier Sagarra. Celebrada a mediados de 2013 en el propio Ayuntamiento de Caspe, las descalificaciones cruzadas entre los propietarios y Javier Sagarra se producen después de que éste, súbitamente, invite a abandonar la sala de alcaldía a los propietarios y sus representantes, con intervención del jefe de la Policía Local de Caspe incluida.

Anulada toda posibilidad de dialogo entre las partes, el consistorio decide paralizar las obras de derribo en julio de 2013[8]. Las obras se detienen pero avanzan los trámites judiciales. A finales de ese año, los propietarios demandan al Ayuntamiento por paralizar el derribo y por declarar caducada la licencia de rehabilitación[9]. Nuevo asunto, misma historia: el Ayuntamiento de Caspe en los tribunales. ¿Les suena?

Lo que ha ocurrido ahora es que, en este primer envite, la justicia ha dado la razón al Ayuntamiento. Lo que se discutía era la farragosa cuestión de la caducidad o no de una de las licencias[10]. Es curioso y revelador que el Ayuntamiento declare caducada una licencia, en este caso la de rehabilitación: con ello acepta implícitamente que su concesión se realizó de acuerdo a derecho. Ahora todavía falta la sentencia sobre la paralización del permiso de derribo. Si el Ayuntamiento gana, bien por nosotros porque al menos no nos costará dinero. Pero mal porque me temo que tendremos solar abandonado para años. Pero, ¿y si pierde? ¿Puede la propiedad reclamar responsabilidad patrimonial al Ayuntamiento de Caspe? ¿Puede reclamare una cantidad económica importante?

Este cuento termina con varias moralejas. La primera es que me parece increíble lo de La Verdad de Caspe. Para escribir “Hotel Latorre: otro escándalo del PSOE”; hace falta tener unos huevos más gordos que los del caballo de Espartero.

La segunda es que afirmo que el actual equipo de Gobierno se ha lucido. ¿De qué nos ha servido la paralización de las obras del Hotel Latorre a los caspolinos? ¿No les preocupa que el solar siga dando lástima sine die? Ahora no tenemos ni hotel ni viviendas. Solo un agujero lleno de escombros y pleitos. Pleitos, pleitos y más pleitos. Tener la razón aunque me queme en el infierno. ¿Es este un buen concepto de gestión municipal?

La tercera y más importante es el descrédito de cierto sector de la política local puesto de manifiesto en relación al cadáver del Hotel. Lamentablemente, en este asunto, y visto lo visto quizá también en otros, todo me lleva a pensar que por encima del patrimonio y de los intereses de los ciudadanos de Caspe, lo único que le importa a Javier Sagarra y a sus compañeros del tripartito es obtener réditos de cara a las elecciones de mayo de 2015. En Caspe, miles de personas trabajamos, pagamos impuestos, resistimos en un lugar al que amamos. Cumplimos con nuestra parte. Cada 4 años votamos y, a cambio, solo pedimos que nuestros gobernantes hagan su trabajo y miren hacia delante, sin malos rollos, sin engaños, sin decir hoy una cosa y mañana la contraria, sin utilizar el patrimonio o cualquier otro tema como arma arrojadiza, sin estar todo el día preocupándose por desprestigiar al adversario político o a particulares aunque sea a base de mentiras. Si no son capaces de cumplir con su parte del trato, mejor será que no vuelvan a presentarse.

Amadeo Barceló

Notas:

[1]La prórroga se dio a conocer en sesión plenaria de marzo de 2011.

[2] Con fechas de 18 de febrero y 21 de abril de 2010 el Ayuntamiento de Caspe concede ambas licencias. La propiedad no inicia las obras y pide que se prorroguen las licencias (algo totalmente habitual y legal) con fecha de 17-1-2011. Tras una primera negativa de carácter administrativo, el Ayuntamiento de Caspe accede a lo solicitado y concede de nuevo las licencias de derribo y rehabilitación en marzo de 2011. Posteriormente la propiedad solicita prórroga de las licencias de nuevo en septiembre de 2011 y éstas se le conceden en fecha de febrero de 2012, como legalmente está establecido.

[3] El nuevo PGOU llevaba décadas coleando. Su redacción corrió a cargo del arquitecto J.A. Lorente, un viejo conocido del Ayuntamiento (fue arquitecto municipal en la legislatura en la que fue alcalde el Sr. Sagarra). Pero extrañamente, no contenía referencia alguna al convenio del Hotel Latorre, sino que se incluyó con “grado de protección ambiental”. ¿Quizá solo un desliz del señor Lorente? No podemos saberlo, pero es innegable que este aparente error servirá en un futuro a ciertos intereses. Recapitulemos: un convenio aprobado por unanimidad por el Pleno y cuyas licencias están vigentes en ese momento, se omite en el nuevo Plan general. No sé si el culpable fue únicamente el señor Lorente pero, en cualquier caso, ¿no les suena a chapuza?

[4] El alcalde en funciones le responde que “el corte de calle con motivo de las obras del Hotel Latorre era un problema, existía peligro para la circulación y cuando se llevaba a cabo el derribo se solicitó el corte de calle, no obstante se dio paso a los niños para acceso al colegio, momento en el que se paraban las obras. Está previsto que finalicen entre hoy y mañana”.

[5] Según consta en la sesión plenaria de diciembre de 2012, “con objeto de recabar toda la información necesaria para el conocimiento análisis y evaluación del proceso de concesión de licencia municipal de derribo y de rehabilitación del edificio denominado Hotel Latorre”.

[6] En el Proyecto de derribo con el cual se concedió la licencia, quedó recogido que debería montarse un andamiaje exterior, en la acera. Y así se aprobó. Pero cuando se hace imprescindible la instalación de este andamiaje para continuar, en abril de 2013, el nuevo equipo de gobierno lo deniega por no coincidir con el de Proyecto: paradójicamente, el aprobado era de 2,50 m. de anchura y el que se solicitaba era de 2´00 m. (menos problemas para el paso).

[7] En abril llega el informe “independiente” de la Comisión de Investigación de la Concesión de licencias del Hotel Latorre (curiosamente, el mismo arquitecto “independiente” que redacta el informe, un mes después es contratado como arquitecto municipal y, si recuerdan, unos meses antes redacta un PGOU en el que no incluye el convenio). Un mes después el Ayuntamiento de Caspe inicia la declaración de caducidad de la rehabilitación.

[8] Ni tan siquiera se permite terminar con el derribo (quedan por desmontar las vueltas interiores de Soberanía Nacional, para lo cual es necesario apuntalar la fachada para rehabilitarla, como es evidente).

[9] El consistorio se defendió asegurando que no se trabajó en la rehabilitación del edificio desde agosto 2012 hasta junio 2013 (cosa que la propiedad niega si bien administrativamente no ha podido probar), y que esto es suficiente motivo para declarar caducada la licencia. No está de más añadir aquí que es muy habitual que las licencias se concedan y que en el plazo previsto por ley (6 meses) no se inicien las obras. Y más habitual aún que las obras estén paradas por periodo superior a 6 meses por circunstancias varias como muchos ciudadanos habrán hecho. Pero nada suele suceder por ello. ¿Por qué en este caso sí? Una buena pregunta.

[10] Según la sentencia, las obras estuvieron detenidas durante más de seis meses (agosto 2012 a junio 2013).

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