La Guerra Civil sigue proporcionando sorpresas. El conflicto todavía guarda nuevas y valiosas informaciones para investigadores y curiosos. Algunas aparecen incluso de modo inesperado.

Hace unos meses el diario El Mundo publicó un gran trabajo de Ildefonso Olmedo y Javier Castro-Villacañas. La noticia giraba en torno al hallazgo de un tesoro de la guerra olvidado en los sótanos del ministerio de Hacienda: cientos de cajas que contenían joyas, monedas, obras de arte o vajillas procedentes de las expropiaciones de muchos de los considerados afectos a los rebeldes durante la guerra. En las cajas se encontraban también algunas piezas saqueadas en iglesias y conventos.

Al parecer, las “cajas de Hacienda” habrían sido abandonadas en el castillo de Figueres –la última sede del Gobierno de la República- junto a otros tesoros valorados en millones de pesetas de la época. Es lo que los republicanos no pudieron llevarse en su huída atropellada. El material recuperado por las tropas de Franco trató de ser devuelto tras el decreto de marzo de 1940 que pretendía la “liquidación de la caja marxista de reparaciones y trabas y embargos acordados por organismos rojos con relación a la evasión de capitales”. Hasta 1944 el régimen dictatorial trató de devolver el material a sus legítimos propietarios, si bien (según el historiador especializado en este caso, Glicerio Sánchez Recio) de los 640 millones que contenía la “caja marxista” a finales de 1938, solo la mitad, 370 millones, volvieron a sus dueños. Para ello se organizaron exposiciones durante años para tratar de devolver los objetos a sus propietarios. Lo que no fue reclamado pasó a formar parte del Patrimonio Nacional: los cuadros adornan las paredes de varios ministerios; cuberterías y otros objetos forman parte del inventario de embajadas y otras instituciones estatales.

Es inevitable que los bajoaragoneses relacionemos aquella noticia con lo que sucedió en lugares como Caspe durante el verano de 1936. Hagamos memoria y retrocedamos 76 años.Mes de agosto. Una fila de camiones pertenecientes a la CNT-FAI espera la orden de partida en la calle Mayor de Caspe. Varios niños han visto cómo durante las horas previas eran introducidos en los camiones una ingente cantidad de objetos de valor (incluso un caspolino ha ayudado a cargar ropas, joyas y otras alhajas litúrgicas, inconfundibles). El tesoro de la parroquia abandona Caspe.

Unos días antes la iglesia principal de Caspe, Santa María la Mayor, había ardido por completo. Por lo que sabemos, las piezas de valor habían sido ocultadas -emparedadas- unos meses atrás y sobrevivieron al fuego. Pero cuando llegaron los anarquistas alguien se fue de la lengua y apareció la nada despreciable colección de piezas de arte de la que formaban parte dos grandes bustos de plata (las Pascualas), una imagen de San Pedro de plata, una cruz gótica con esmaltes, cálices, cetros, incensarios…la mayoría de ellos donados por el Gran Maestre de la Orden del Hospital, Juan Fernández de Heredia, en el siglo XIV. Solo dos piezas, ya presentes en 1412 durante el Compromiso de Caspe, han podido contemplarse durante los actos del VI Centenario: la Vera Cruz y el Cáliz del Compromiso. Una de ellas, la Vera Cruz, fue ocultada por un funcionario municipal en el Ayuntamiento; el Cáliz fue robado pero apareció en Ginebra en 1939.

Cuál fue el destino de aquellas piezas sigue siendo un auténtico misterio. Resulta casi imposible seguir el rastro de las joyas porque, en aquellos primeros días, la desorganización en el frente aragonés era enorme. Los anarquistas pretendían cambiar el mundo, por lo que no estaban para formalismos. No siquiera se anotaron los fallecidos durante los primeros días, y todavía costó más inscribir los matrimonios. Así que, según sabemos, tampoco existía ningún tipo de registro de control de lo incautado.


¿Dónde fueron a parar las joyas?  ¿A el Comité Regional de Cataluña de la FAI?  ¿Al Comité de Milicias Anfifascistas de Barcelona? Marquez y Gallardo, autores de la biografía sobre Antonio Ortíz, (jefe militar de la Columna Anarquista destacada en Caspe) también especulan sobre el camino que pudieron seguir las piezas.

“No todo debió de ir al organismo unitario que en esos momentos ejercía el poder en Cataluña o al mismo Comité Nacional de la CNT. ¿Con el objetivo de comprar maquinaria para Aragón? No lo creemos posible, ya que en esas fechas el Consejo Regional de Aragón aún no se había formado y no había habido tiempo de estudiar las necesidades técnicas que la agricultura de la región requería. Todo parece indicar que las requisas se entregaban con la esperanza de que los organismos directivos hicieran el mejor uso posible para triunfar frente al fascismo (…)”.

Una de las escasas referencias en la prensa de la época aparece en Solidaridad Obrera (7-8-1936) cuando se recogen datos referentes a la “labor” de Ortiz en la cercana localidad de Albalate: “nuestro jefe político, el compañero Ortiz, creo que ha enviado ya al Comité Central Antifascista de Barcelona más de dos millones de pesetas”.

Sabemos por el autor Miquel Mir que en Barcelona sí se llevó a cabo un minucioso inventario de lo que se llevaban de cada iglesia y casa rica. De hecho, con esa documentación, él mismo consiguió devolver a varias familias parte de lo que les habían robado.

Damos por sentado que el tesoro del Bajo Aragón, y dentro de él las joyas de la Iglesia de Caspe, viajó hacia el Este y fue a parar a manos anarquistas en Barcelona. Pero, ¿y después? ¿Se vendió, quizá en el extranjero, con objeto de recaudar fondos para la revolución? ¿Llegó realmente a manos de los comités? ¿Se perdió parte de él por el camino?

Hace no mucho tiempo apareció en una casa de subastas de la red un objeto que no dejaba dudas sobre su procedencia. Se trata de un portapaz, (jocalia concebida para albergar la forma sagrada) que en su parte trasera llevaba grabada la inscripción “Capuchinas de Caspe”. Como se aprecia en la imagen, es una pieza de cierta antigüedad. Cuando fue localizada, la Asociación de Amigos del Castillo intentó su compra. Pero ya había concluido el plazo y alguien había pujado por ella. El portapaz estuvo a punto de regresar a Caspe.

Portapaz de la iglesia de las capuchinas

 Y es que además de las joyas de la iglesia principal, cientos de objetos de valor de casas particulares, numerosas tiendas y edificios religiosos de la ciudad (todos excepto la capilla del cementerio), se saquearon. Apuesten porque algunas de aquellas piezas robadas nunca llegaron al Comité Central, sino que se quedaran en manos de los propios milicianos participantes en los saqueos. Probablemente, el portapaz de las Capuchinas fue uno de esos casos.

No podemos aplicar los mismos criterios para todas las piezas. Algunas pueden formar parte del patrimonio de pequeños coleccionistas. O ni siquiera eso: pueden estar en manos de los descendientes de un anarquista cualquiera. Probablemente, las de más valor forman parte de ostentosas colecciones privadas, ocultas, secretas. Alguien me contó el caso de un retablo que desapareció en 1936 de una localidad catalana. Hoy forma parte de la colección privada de un directivo de banca.

Hallar alguna de las joyas caspolinas se antoja complicado pero no imposible. Por el momento, lo mejor que podemos hacer es no dar el caso por finiquitado. Si ustedes quieren colaborar con el asunto, difundan estas fotos entre sus contactos. Quizá podamos toparnos con alguna grata sorpresa. El azar es caprichoso.Quién sabe.

 Amadeo Barceló

(Las fotografías que provienen del Archiu Mas han sido facilitadas  por el  Centro de Estudios Comarcales del Bajo Aragón-Caspe, a quienes agradezco la cesión de las mismas para este artículo).

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