La bandera de España luce solitaria en la Torre de Salamanca de Caspe.  Da la sensación de que la han desnudado, no del todo, es como si se hubiera quedado en ropa interior. De sus tres piezas de ropa le han despojado dos trapos, quedándose en paños menores.  Algo es algo.  No es un edificio oficial, así que no es obligación mostrar las tres banderas oficiales.  No pasa nada porque una de ellas luzca solitaria.

Podían haber dejado la Cruz de San Juan, emblema de nuestra Ciudad del Compromiso.  Al fin y al cabo es un edificio municipal, justo sería que luciera el emblema de todos los caspolinos.  Pero alguien ha decidido que no.  Lo sanjuanista no está de moda.  Caspe es un pueblo pequeño y hay que tener miras más altas.  Ahora se mira a Europa.  La semana que viene ya veremos.

Tampoco luce ya las cuatro bandas rojas sobre fondo amarillo, estandarte histórico de una comunidad con mucha historia, y que nuestros vecinos muestran y lucen con orgullo en cualquier lugar y con cualquier excusa.  No es nuestro caso.  Igual hay quien se avergüenza de nuestra enseña.  Las cuatro barras pueden dar lugar a equívocos, y en cuestión de nacionalismo hay quien lo tiene claro.

La bandera de España luce solitaria en la Torre de Salamanca.  Por no tener no tiene en ella ni el escudo constitucional.  Estamos en campaña electoral, y todo detalle tiene adjunto su punto de publicidad subliminal.  Sin escudo a la vista, cada cual que se lo imagine con más o menos pluma.  La bandera solitaria luce como una, grande y libre.  Pero solitaria.  Afortunadamente, a la Torre no parece importarle mucho.

Javier Giménez

 

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