Francisco Arcega.»Me acuerdo de cuando era un niño y jugaba en el tedero de San Antón con mi amigo Pepe Borruey»

 

En realidad Paco Arcega pinta poco en una sección como esta que lo que pretende es traer a los bajoaragoneses de la diáspora de vuelta a casa siquiera sea durante unos minutos. Es cierto que con 14 años cambió Caspe por Huesca y que después continuó sus estudios universitarios en Zaragoza y que allí plantó la tienda y que allí sigue hasta hoy. Pero también es cierto que a Paco nunca se le ha dejado de ver por Caspe, que conserva allí sus raíces familiares y afectivas, que vuelve todo lo que puede y que hasta se ha comprado su segunda residencia en Caspe. ¿O se trata de la primera?

Me llamo Francisco Arcega Solsona y nací en mayo de 1954. Tengo, pues, casi 58 años. Estoy casado y tengo dos hijas. Soy profesor de Ingeniería Eléctrica en la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de Zaragoza.

¿Cómo te metiste en algo tan complicado como ser profesor, y de Universidad además? En realidad no fue tan complicado. Las cosas fueron rodadas. Cursé el Bachillerato en el Colegio de San Viator de Huesca porque las hermanas de mi padre vivían allí. Después pasé a Zaragoza. Me matriculé en Físicas. Empecé la carrera en el 71 y me especialicé en Física Teórica y Nuclear. En realidad yo prefería la Electrónica, y esa fue la especialidad que en un principio elegí, pero hubo un cambio en los profesores que daban esas asignaturas que me llevó a pasarme a lo nuclear. Pensaba que tendría salida. Eran años de expansión de la energía nuclear en España y creía que no tendría problemas para encontrar un empleo en el sector.

¿En Escatrón por ejemplo? Hubiera estado bien poder ejercer mi profesión cerca de mi pueblo. Pero no pudo ser.

Sin embargo no continuaste por ese camino. No. Al terminar la carrera decidí ampliar estudios y doctorarme. Entre 1976 y 1981 estuve preparando la tesis. Volví entonces a la Electrónica. Concretamente al estudio del comportamiento de determinados materiales ante las distintas frecuencias de las ondas electromagnéticas, un tema que después ha tenido un desarrollo tremendo en el campo de la telefonía móvil y las telecomunicaciones en general.

¿Recuerdas el título de la tesis? Claro que sí. “Medida de la permitividad dieléctrica de las  aminas primarias a frecuencias de microondas”.

Vaya… Bueno, un tema como otro cualquiera.

¿Y después? No sé si fue un efecto de los años de preparación de la tesis pero lo cierto es que, una vez terminado el doctorado, me apetecía continuar en el mundo de la docencia. Hubo una convocatoria de oposiciones  a profesores agregados a la Escuela Universitaria y decidí presentarme. Las aprobé en 1982 y empecé a dar clases en la Escuela de Ingeniería Técnica que, en aquel entonces, estaba en la calle Corona de Aragón.

¿Y así hasta ahora? Sí, allí he seguido, aunque ahora ya no estamos en Corona de Aragón sino en el Campus del Actur. He sido Director de la Escuela de Ingeniería Técnica Industrial durante cinco años y también Director del Departamento de Ingeniería Eléctrica otros cuatro. También soy tutor de cursos de doctorado en varias universidades europeas.

Tendrás entonces muchos alumnos y ex-alumnos. Si, y esa es una de las mejores cosas de mi profesión. Te proporciona una satisfacción muy grande encontrarte con gente que ha pasado por tus manos y a la que la vida ha tratado bien. Muchos de mis ex-alumnos están bien situados, tienen buenos trabajos en la empresa privada o se dedican a investigar…

Hablemos de los alumnos y del estado general de la educación en España, ¿tú también eres pesimista?  En general creo que soy una persona optimista aunque está claro que percibo una bajada general en el nivel de los alumnos en los últimos años. Vienen con peor formación en materias como matemáticas, física… Pero también es verdad que luego avanzan con mucha rapidez.

¿Crees que nos encontramos ante un cambio radical en el paradigma cultural y educativo? Si, sin duda. Ahora no es necesario acumular conocimientos, como antes, sino saber donde encontrarlos. Mi primera calculadora me la trajeron de Canarias como un objeto exótico y me costó un dineral, hoy el uso del ordenador está tan extendido entre los alumnos como el del boli y el papel cuando yo estudiaba, y tampoco han pasado tantos años. Recuerdo los primeros ordenadores con los que trabajé. Eran lentos y enormes. Hoy, ya ves…

¿Crees que, en realidad, se trata de un problema de falta de motivación más que de ausencia de contenidos? Los estudios por sí no lo son todo. Hay muchas cosas necesarias para ser buen profesional que no se adquieren en la carrera. La Universidad debería servir para transmitir motivación, capacidad de iniciativa. Pero esa falta de motivación no solo es achacable a los docentes, también los padres son culpables. Todos deberíamos inculcar a los chavales las ganas de superarse.

¿Echas de menos una implicación mayor entre la Universidad y el mundo de la empresa, destinatario final de la mayoría de los licenciados?  Afortunadamente eso también está cambiando pero en el mundo universitario los méritos que uno adquiere siguen estando más relacionados con cosas como publicaciones, conferencias, etc que con la vinculación a la empresa o la capacidad de sacar adelante proyectos con un potencial económico o comercial.

¿Está la Universidad española a la altura del resto de los países europeos? ¿En tu especialidad, por ejemplo? No sabría decirte en otros campos, pero desde luego en temas científicos no tiene nada que envidiar a países como Francia o Alemania. Quizá nos superen en esa capacidad de encadenar la investigación al mundo empresarial. 

Ocupamos una mesa en un pequeño café del centro de Zaragoza. Hay bastante ruido ambiental, gente que entra y sale, camareros que trajinan en las mesas. Paco habla de su trabajo sin apasionarse. Con la misma tranquilidad con la que se mueve, observa o despacha otras preguntas relacionadas con temas más personales. Es muy delgado, fibroso. Las gafas le dan un cierto aire de empollón, de chico responsable. No hay trazos de autoridad en su voz pero se expresa con convicción. Una convicción suave, amable, tranquila como él. Me vienen a la mente muchos de los profesores que tuve en el Instituto o en la Universidad y tienen poco que ver con la persona  reposada y cordial con la que ya llevo casi una hora charlando. Creo que va siendo hora de cambiar de tercio.

Hablemos de Caspe. Tu pueblo. Caspe es una parte muy importante de mi vida. Mis padres también viven a caballo entre Caspe y Zaragoza. Mantengo la misma pandilla de amigos de la infancia y me gusta salir con ellos a cenar por ahí o a tomar alguna copa. Mis hijas también tienen sus amigos allí. Bajamos mucho. Hace unos años compramos incluso un piso y, de hecho, hasta estoy censado en Caspe.

¿Tu familia proviene originalmente de Caspe? Si, aunque en realidad mis abuelos no nacieron allí. Mi abuelo llegó a Caspe para trabajar como Guarda Forestal. Era originario de Gotor, cerca de Calatayud.

¿Cómo encuentras Caspe cuarenta años después de haberte marchado? ¿Ha cambiado mucho? Evidentemente ha cambiado. Pero esos cambios no se perciben en el ámbito económico. Creo que en eso apenas hemos avanzado. Bueno, sí. Ahora hay un montón de supermercados. Me llama mucho la atención eso. Supongo que se debe a que la gente que vive en las fincas consume mucho y los supermercados han surgido para abastecer esa demanda. Pero me parece que es un consumo casi de subsistencia, sin alegría. Percibo menos alegría en lo económico. Recuerdo que hace años la gente salía más. Había una oferta hostelera mayor. Había más vida. En eso hemos ido a peor. A mí me gustaría que Caspe tuviera más actividad, más vida.

¿Qué se te ocurre al respecto? Supongo que se trata de saber vender las cosas positivas. Me encanta poder comprar magdalenas de las Panaderías Agrupadas de Caspe en tiendas de Zaragoza. Me enorgullece. Deberíamos también mentalizarnos de que hoy en solitario no se llega a ningún sitio. Debemos establecer sinergias con Alcañiz. Ellos pintan mucho en su provincia porque está poco poblada y destacan, nosotros lo tenemos más difícil porque Zaragoza es mucho Zaragoza, pero tenemos que hacer piña con ellos.

¿Algo así como forzar una cuarta provincia más de hecho que de derecho? Algo así.

Tú perteneces a la primera generación de caspolinos con acceso generalizado a la educación superior. La tuya es casi una generación errante. Muchos de tus contemporáneos se marcharon en su día y han mantenido una relación poco intensa con su lugar de origen. Tú en eso eres un poco atípico, sigues manteniéndote fiel. Lo tengo fácil. Vivo a una hora en coche. Por otro lado me gusta volver a mi pueblo. No tengo que hacer ningún esfuerzo para ello. Están mis amigos, muchas de las cosas que me gustan…

¿Qué cosas son esas? Me encanta, por ejemplo, el embalse. Me gustan mucho los deportes náuticos. Fui pionero en la práctica del windsurf. Ahora que no puedo salir con la tabla me fastidia un montón.

¿Y tus mejores recuerdos vinculados a Caspe? ¿Qué añoras, qué recuerdas con especial cariño o devoción? Me acuerdo de cuando era un niño y jugaba en el tedero de San Antón con mi amigo Pepe Borruey. De cuando pescábamos en el Ebro antes de que construyeran el pantano. Me acuerdo del vermú con la pandilla en el Maravilla o en el Bar Estrella de mi amigo Aparicio en la calle Mayor; de las recenas en la Peña. Todo lo que tiene que ver con aquellos años me parece hoy digno de recuerdo.

¿Cuáles son tus proyectos ahora mismo? Tus hijas ya son mayores, has desarrollado ya tu carrera profesional. Quizá dispongas ahora de más tiempo para ti mismo. En lo profesional, además de las clases y dentro de mi trabajo en la Universidad, asesoro a laboratorios y empresas relacionadas con mi campo de investigación. Además, ya te he comentado que soy tutor de doctorandos en Metrología Eléctrica en varias universidades europeas. Ello me permite combinar el trabajo con otra de mis grandes pasiones: viajar. Gracias a mis actividades como tutor viajo con cierta frecuencia a Macedonia, Kosovo o Croacia, lo cual me ha permitido conocer con cierta profundidad una parte apasionante y poco visitada de Europa. Con mi mujer y mis hijas he visitado algunos países del mundo. Nos encanta viajar. Y también estar en Caspe.

Antes de despedirnos, te voy a pedir que me recomiendes una peli, un disco y un libro. Película, una reciente, “Biutiful” de González Iñarritu con Javier Bardem. Disco, cualquiera de Sabina. Libro, mi favorito es uno que me regaló un compañero de Universidad y que se titula “El virus de la gloria”. Tuve que leerlo en catalán porque no está traducido al castellano, su autor es un profesor de Bioquímica de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyo nombre ahora mismo no recuerdo, y refleja a la perfección el mundo universitario. En general me gusta bastante Arturo Pérez Reverte de quien acabo de leer “Trafalgar”.

Caminamos juntos unos cientos de metros entre las obras del tranvía. La calle está casi vacía. Hace bastante frío. Por fin. Nos detenemos unos minutos a terminar varias líneas de conversación que hemos ido iniciando de forma un tanto desordenada a lo largo de la velada. Sin darnos mucha cuenta se ha hecho tarde. Nos despedimos cordialmente. Paco va en una dirección y yo en la contraria. Supongo que volveremos a vernos pronto.

Jesús Cirac

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