Corazones de acero

Traducir una película llamada «Fury» a un título que parece sacado de un western de los 70, «Corazones de acero», puede que sea porque alguien haya pretendido que esa película pase desapercibida, o tal vez será porque que el traductor es fan de Ken Follett.  Nunca he entendido a los responsables de la traducción de los títulos de las películas cuando toman decisiones tan cuestionables como traducir «Fury», una palabra para la que no hace falta ser ducho en la lengua de Shakespeare para saber lo que significa, en algo tan distante y distinto como es «Corazones de acero», y que podría servir para ésta o para incontables películas sin decir nada sobre ella.  En Hispanoamérica se tradujo como «Corazones de hierro».  Intentaré no hacer ningún spoiler.

Corazones de acero
«Corazones de acero»

La película, ambientada en las últimas semanas de la II Guerra Mundial, cuenta las vivencias de la tripulación del «Fury», nombre con el que han bautizado a lo que ellos llaman su «hogar», un Sherman M4 estadounidense, un carro blindado que en el campo de batalla se situaba en clara desventaja frente a los temibles Panzer VI «Tiger» alemanes.  Protagonizada por Brad Pitt, quien para dar vida al sargento Collier que comanda el tanque, se ha caracterizado con cicatrices varias y quemaduras en gran parte de su cuerpo.  Como decía aquel crítico de cine, «parece que tenga que pedir perdón por ser tan guapo».  Digo protagoniza aunque en realidad la historia casi parece contada desde el punto de vista de Norman, el novato del grupo, que llega al frente sin tener la experiencia de sus compañeros, curtidos en el norte de África y en Europa, donde han compartido el fuego de la batalla, los nervios del combate, el olor a miedo, a sudor, a sangre y a carne quemada, metidos en un habitáculo claustrofóbico, y que menosprecian al recién llegado hasta que éste demuestra que es un compañero más en el equipo, que va a hacer su trabajo para que todos puedan seguir con vida.  El primer asesinato cuesta.  Luego es más fácil.  Sobre todo cuando alcanzas la consciencia de que si no matas, mueres.

La película no tiene un guion al uso, con un planteamiento, una trama y un desenlace.  Al menos no al principio.  No es una cinta típica donde los buenos son muy buenos, muy fuertes, muy valientes y muy listos, y los malos son villanos, bellacos que juegan sucio y merecen perder y morir.  Gran parte de la película va narrando distintos momentos del día a día de la brigada, en las fechas finales de una guerra en la que los alemanes se saben derrotados, pero en las que defienden su tierra con una mezcla de desesperación, patriotismo y miedo a las SS.  Largas marchas agotadoras, tensión previa al combate, nervios al pasar junto a civiles por si hubiera alguna emboscada, deshumanización del enemigo, y sacar lo mejor y lo peor de uno mismo para seguir adelante.  También hay borracheras, pillaje, peleas, palabras malsonantes y chicas a quien las necesidades que provoca la guerra obligan a prostituirse hasta que lleguen tiempos mejores.  Cosas de soldados en el frente cuando no están matando o muriendo.  «Empecé en esta guerra matando alemanes en África, luego maté alemanes en Francia, luego en Bélgica y ahora mato alemanes en Alemania.  Esta guerra va a terminar, pero para que acabe tendrá que morir mucha más gente» dice el sargento «Chacal» en una escena.

«Corazones de acero» poco tiene que ver con la surrealista y genialmente sorprendente cinta de Tarantino «Malditos bastardos», aunque también esté protagonizada por Brad Pitt y aunque también esté ambientada en la II Guerra Mundial.  Aquí hay mucho realismo, sentimientos humanos de todo tipo.  «Salvar al soldado Ryan» era la referencia de la crudeza de una guerra como fue la II Guerra Mundial, con unos primeros minutos donde la sangre, los miembros amputados y la muerte se muestran sin tapujos, rozando el límite de cine gore.  «Fury» toma el relevo y mejora su marca.  Lo dicho antes se muestra tal cual, pero sin recrearse.  Esos momentos se encuentran durante toda la película aderezando las historias de la tensión de quien vive el que, para algunos, será su último momento.  Se participa en el compañerismo de los tripulantes del tanque, e incluso se llega a tener empatía con los vencidos.

Una película de acción, pero también cruda y dramática, que muestra la tensión, el drama y el horror de la guerra, el lado humano de los soldados, con todo tipo de sentimientos aflorando, y cómo en un instante se deshumaniza a otro ser por vestir otro uniforme.  Te das cuenta del valor de algo tan sencillo como tomar unos huevos fritos sentado a una mesa con mantel y con compañía agradable, sin prisas, ni nervios, ni disparos, ni muertes.  Una película muy recomendable.  Puntuación: 8/10.

Javier Giménez

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