Ignacio Urquizu: «Ahora lo que toca es redefinir el proyecto de la socialdemocracia».

 

En El Agitador hemos decidido continuar con nuestras incursiones en territorio vecino. Hoy le toca a otro alcañizano. Ignacio Urquizu es un viejo conocido. Llevamos años siguiendo sus pasos. Primero en La Comarca, luego en la Ser y El País. Sabemos que su curriculum es brillante. Doctor-Miembro del Instituto Juan March, Doctor europeo en Sociología por la Universidad Complutense y profesor de Sociología en la misma institución. Ha sido becado en múltiples ocasiones ampliando estudios en las universidades de Harvard, Florencia o Essex; es colaborador habitual de la Fundación Alternativas, en la que ha desempeñado cargos directivos y publica frecuentemente sus estudios tanto dentro como fuera de España. Todavía está caliente en las librerías su reciente “La crisis de la socialdemocracia: ¿qué crisis?”, publicado por la editorial Catarata, dentro de la serie “Dilemas de la socialdemocracia” que él mismo dirige. En apenas ciento cincuenta páginas, Urquizu se lanza a diseccionar el pasado, el presente y el futuro de la socialdemocracia europea apoyándose en un apabullante despliegue de datos, estudios y gráficos. A pesar de ello, el libro es de fácil lectura y sencilla comprensión. Es evidente su deliberada vocación divulgadora que, sinceramente, agradezco. Las cosas no son lo que parecen ser, nos dice. Las grandes batallas están aún por venir, afirma sin prejuicios. Los dogmas deben ser cuestionados, desafía, tranquilo, el joven profesor alcañizano. 

Ignacio acude a la cita de El Agitador con cierto retraso. Se justifica aludiendo a un inesperado percance doméstico que ha tenido que solucionar con urgencia. Es joven y, efectivamente, tiene pinta de profesor. Habla y escucha. Se ríe y también me hace reír. Por una vez, he traído los deberes hechos. El libro leído y subrayado, las notas ordenadas numéricamente en un folio aparte. Empezamos.

¿Vienes mucho por Alcañiz? Procuro venir todo lo que puedo. Al menos una vez al mes y muchas veces, dos o tres. También paso gran parte del verano, las Navidades y la Semana Santa en Alcañiz. Tenemos casa aquí y yo estoy muy implicado en la vida local.

Parecería que alguien como tú tuviera que estar todo el día de aquí para allá. Es cuestión de organizarse. Mi último libro, precisamente, lo he escrito en Alcañiz. Han sido más de dos años de investigación y aquí he ido sacando los ratos de tranquilidad para poder escribirlo. Pero sí, últimamente vivo entre trenes y aviones. Me he implicado en el proyecto europeo de renovar la socialdemocracia dentro de la Fundación Europea de Estudios Progresistas, que pertenece al Partido Socialista Europeo, y paso mucho tiempo en Bruselas, Viena, Berlín….

¿Eres alcañizano de toda la vida? Yo sí. Mis padres no. Mi madre es de Crivillén y mi padre vino del Maestrazgo valenciano, el Forcall. Yo he estudiado aquí, en los Escolapios y en el Instituto Cardenal Ram. Aquí viví hasta que me fui a estudiar fuera, a los dieciocho años. He seguido viniendo siempre. Mi hermano es ingeniero aeronáutico y, después de estar fuera de España muchos años estudiando y trabajando, ha vuelto a Alcañiz. Es el responsable del Technopark de Motorland. También tengo una hermana que acaba de finalizar sus estudios en Económicas y Derecho y ha comenzado a trabajar en el Banco de España. Los tres somos muy alcañizanos aunque estamos siempre de un lado para otro.

Alguien con tan alta conciencia de lo político como tú, habrá tenido, sin duda, antecedentes dentro de su familia. Me refiero a un clima propicio, conversaciones, lecturas, militancias… No en mi caso. Mis padres no están en absoluto politizados. Mi padre tiene una pequeña tienda y ha trabajado muchos años como transportista y mi madre trabaja en la cocina del Hospital de Alcañiz. Son gente sencilla, clase obrera típica, y ninguno de ellos ha manifestado nunca una inclinación política especial. De hecho, llevan fatal lo de verme en la tele en debates y tertulias. Sí que es verdad que uno de mis bisabuelos de Crivillén, a quien conocí, era una persona muy conservadora, muy católica. Fue militante de la CEDA e incluso tuvo cargos en el Ayuntamiento de Crivillén.

Vaya. ¿Y cómo llega un chico de Alcañiz, nieto de un cedista, a atreverse a poner en jaque la trayectoria histórica de la socialdemocracia europea? (risas) Yo era buen estudiante en el Instituto. Se me daban especialmente bien las matemáticas, la física y todo eso… Llegué incluso a participar en Olimpiadas matemáticas infantiles. Quería estudiar arquitectura, esa era mi vocación, lo que pasa es que el dibujo técnico se me daba muy mal así que tuve que pensar en otra cosa.

Si no me equivoco estudiaste Ciencias Políticas, ¿qué tiene que ver la arquitectura con la política? Yo siempre había participado mucho en todo, había sido delegado de curso, miembro del Consejo Escolar… Un día la tutora me dijo: “hablas bien, te gusta implicarte, valdrías para la política”. Los padres de un amigo de Alcorisa habían estudiado Ciencias Políticas y me recomendaron la carrera. Me entró el gusanillo y decidí matricularme. Como en Zaragoza no se podía estudiar tuve que irme a Bilbao. Hice un curso allí y luego ya me fui para Madrid. En la Universidad fue donde se me despertó la conciencia política.

Es decir, lo tuyo no fue un arranque emocional sino una vocación meditada, nacida de la reflexión intelectual. No suele ser lo habitual. En la Universidad tuve la suerte de estudiar junto a algunos de los mejores intelectuales de España. Hablo de gente como Antonio Elorza, José Álvarez Junco o Julián Santamaría. Profesores de primerísimo nivel, autores de obras importantes. De todos ellos, el que más me ha marcado ha sido José María Maravall, un intelectual de enorme nivel, Catedrático de Sociología en la Complutense y, como sabrás, Ministro de Educación en los primeros gobiernos de Felipe González.

¿Fue él quien despertó tu conciencia? Me influyó mucho, sí. Fue mi director de tesis y la persona que orientó mis pasos a la hora de plantearme un futuro profesional. Yo había terminado la carrera con muy buen expediente y para continuar con mi formación necesitaba algún tipo de beca. Aconsejado por él, que entonces era Director del Centro de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales del Instituto Juan March, presenté mi expediente y me la dieron.

¿En qué consistió esa ayuda? Pude realizar un Master en la Fundación Juan March con los mejores profesores, muchos de ellos norteamericanos, venidos de universidades como Harvard o Yale. También recibí financiación para poder realizar mi tesis y para ampliar estudios en el extranjero. Durante un verano estuve estudiando estadística en la Universidad de Michigan, que es una de las mejores del mundo en la materia. También disfruté de estancias de investigación en la Universidad de Essex y en el Instituto Universitario Europeo de Florencia. También obtuve una beca de la Fundación Caja Madrid para estudiar durante un año en Harvard y, estando allí, gané una beca-contrato del Ministerio de Educación y ya me vine para casa.

¿Cuál fue el tema de tu tesis doctoral? Trataba sobre los gobiernos de coalición, sus resultados electorales  y su supervivencia en el tiempo. Se centraba en el estudio de veinticuatro democracias a lo largo de los últimos sesenta años. Intentaba contestar a la siguiente pregunta: ¿Por qué ganan y pierden votos los partidos que gobiernan en coalición?

¿Está publicada? Algunas partes sí, se publicaron en Estados Unidos.

Pasada tu etapa de formación, ¿Cuáles son hoy tus dedicaciones profesionales? Muy variadas. Principalmente soy profesor ayudante de Sociología en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, con eso es con lo que, en principio, me gano la vida. Aparte hago muchas otras cosas. O al menos lo intento porque, últimamente, con el aumento de horas de docencia que nos ha impuesto el gobierno, queda muy poco tiempo para investigar, leer todo lo que tienes que leer como profesor o simplemente preparar bien las clases. También he impartido clases de Estadística durante algún verano en el Departamento de Sociología de la Universidad de Essex. Soy docente colaborador en la Universitat Oberta de Catalunya, imparto clases en un Master de la Universidad Pablo Olavide… Una parte importante de mi labor tiene que ver con la Fundación Alternativas, de la que fui Subdirector de Estudios de Progreso entre 2004 y 2007. Y, como algunos saben, colaboro con diversos medios de comunicación.

¿Qué es exactamente la Fundación Alternativas? Es una fundación privada, que se financia a través de aportaciones de empresas y particulares y cuyo objeto principal es elaborar estudios e informes sobre temas muy variados, que van de la política a la sociedad o la economía, siempre desde una perspectiva progresista. Su presidente es Pere Portabella y su vicepresidente ejecutivo Nicolás Sartorius. En su patronato hay gente como el director de cine Manuel Gutiérrez Aragón, la ex ministra de educación Mercedes Cabrera o Felipe González.

¿Depende del PSOE? Es una fundación independiente de cualquier partido político aunque, obviamente, está cercana al PSOE pero también a otros sectores de la izquierda. Digamos que es una fundación independiente pero no neutral. Tiene un posicionamiento ideológico muy claro. Sus informes anuales son bastante buenos. Los hay sobre la Democracia en España, o la Cultura… En general, no responde a directrices, hay total libertad, tanto con relación al partido con el que más vinculación existe como con los particulares que la financian, muchos de los cuales son empresas con intereses muy concretos. A veces decimos cosas que sientan mal en el PSOE y creo que eso no es necesariamente malo.

¿Sois comparables a FAES? Alternativas es una fundación cuyas principales fuentes de financiación son privadas. No percibe dinero público destinado a financiar los partidos políticos. FAES, en cambio, percibe dinero público al tiempo que se financia también con donaciones de particulares en un modelo que, a mi modo de ver, no es el idóneo para este tipo de fundaciones y que puede generar problemas en su funcionamiento y en su labor. Esa es la diferencia principal. Al margen que en tamaño ellos son mucho más grandes.

Esa y otras muchas… Está claro. FAES, como think tank del Partido Popular está expuesta a otras influencias.

¿A cuáles? En general la derecha española es la más influida por el pensamiento conservador norteamericano de todas las derechas europeas y eso se nota.

Se nota en el contenido y también en la forma. Parte de la descalificación y la ruptura de determinados consensos del discurso de la derecha española y los medios que la apoyan proviene de la estrategia emprendida en los noventa por el Partido Republicano durante su oposición a Bill Clinton. Se consideró que elevar el tono era rentable políticamente y desde entonces vivimos en un permanente estado de excepción de la expresión política. El nivel intelectual de los trabajos de FAES ha caído bastante y ha centrado su actividad más en la Agitación y la Propaganda que en lo que deben ser las tareas fundamentales de un think tank: reelaborar los marcos conceptuales, generar pensamiento y gente que se postule en sociedad.

¿Y no crees que ese es precisamente uno de los errores en los que viene incurriendo la izquierda española desde hace ya muchos años? Es evidente que la batalla de la opinión pública la tiene ganada la derecha con mensajes muy claros y concisos, un tono que no le hace ascos a lo bronco y una extraordinaria coordinación con los medios que le son afines. Está claro que la interdependencia entre el PP y los medios de comunicación de derechas es más fuerte que en el caso de los partidos de izquierdas y los medios de izquierdas. En ese contexto lo que resulta “extraño” es que un periódico como El País sea el más leído en España. Generalmente, los medios de referencia no son siempre los más leídos. No lo es Le Monde, The Guardian o The New York Times. En cambio, en España, sí que sucede que el medio de referencia nacional e internacional es el que más gente lee. Es una anomalía, si nos comparamos con otras democracias. Pero eso sí, una anomalía muy positiva que habla muy bien de los ciudadanos.

Sin embargo, la crisis se está cebando en el sector de la información y no solo por cuestiones económicas. El modelo en que se ha basado el llamado cuarto poder parece haberse agotado, ¿qué panorama nos espera? Aventurar el futuro es complicado. La crisis también afecta a los medios de derechas pero ahí están un montón de ellos peleando por el mismo trozo del pastel. Está claro que nunca les va a faltar financiación porque el capital que está detrás no busca solo una rentabilidad económica en su explotación… Eso no ocurre en la izquierda y es evidente que una de las tareas importantes que tiene que hacer es tomarse en serio el tema de los medios de comunicación. ¿Cómo afrontar este desafío en una época en la que cae la inversión en publicidad y la gente se ha acostumbrado a lo gratis a través de la red? El simpatizante de izquierdas tiene que tener claro que si quiere unos medios serios tendrá que rascarse el bolsillo porque los periodistas tienen que cobrar un sueldo para hacer las cosas medianamente bien. La cosa es complicada y ahí tenemos algunos ejemplos de diferentes alternativas que parecen estar funcionando más o menos bien. The Guardian es ahora una fundación sin ánimo de lucro; se están creando cooperativas de periodistas que funcionan solo por suscripción, en Francia han constituido una varios ex periodistas de Le Monde. Aquí también están surgiendo experiencias similares como Eldiario.es o Infolibre.

Hablemos de tu libro, “La crisis de la socialdemocracia: ¿qué crisis?”. Lo primero que tengo que decirte es que lo he leído. Lo segundo que me ha resultado muy fácil de entender y lo tercero que me ha gustado bastante. Lo ha publicado “Catarata” en el seno de una colección que se llama “Dilemas de la socialdemocracia” que, además, diriges. ¿De verdad te ha resultado fácil de leer?

. Bien. Es lo que pretendía y me interesa conocer la opinión de los lectores. Se trata de un libro de divulgación y a lo que aspiro es a que lo lea mucha gente y no solo profesores o políticos sino también ciudadanos normales y corrientes que tengan dudas o quieran aproximarse a esta problemática. De momento se está vendiendo bastante bien, puesto que la primera edición se agotó en dos meses… En cuanto a la colección, pretendemos sacar unos tres libros al año y meternos en el debate de las ideas pero mirando al gran público. Queremos divulgar ideas pero con rigor.

Explícanos cuál es la tesis principal de tu libro. Hasta hoy, y a lo largo de todo el siglo XX, la socialdemocracia ha pasado por varias fases. Ahora estamos en una nueva en la que lo que toca es redefinir el proyecto para seguir dando respuesta a los grandes problemas: desigualdad, justicia, democracia, productividad. La socialdemocracia es capaz de seguir aportando soluciones a esos viejos problemas siempre que reelabore sus propuestas. Lo que está en crisis no es la socialdemocracia como opción ideológica en el mundo actual, sino el propio concepto de Democracia.

¿Por qué? Porque con demasiada frecuencia la voluntad de los Parlamentos y los Gobiernos se supedita a instancias que no han recibido el mandato directo de los ciudadanos a través del voto. Me refiero al Tribunal Constitucional o al Banco Central Europeo o al Fondo Monetario Internacional que acaban por condicionar la acción de gobierno de los estados a pesar de no haber sido votados por sus ciudadanos. Ese es un grave peligro para nuestro sistema. Imagina que por el hecho de que el banco te dé una hipoteca con la que pagar tu casa ese banco tenga luego derecho a organizar tu vida a todos los niveles. Eso es lo que está pasando ahora mismo con nuestros gobiernos que han renunciado a su capacidad de hacer política en aras de instituciones que, repito, no han sido votadas por los ciudadanos. Estamos ante una verdadera crisis de la Democracia y la representación política. Vamos del populismo a la tecnocracia. Muy peligroso todo.

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¿Qué propones? Propongo la vuelta a la política como debate y como proceso de toma de decisiones. Ese es ahora uno de los retos de la izquierda: recuperar la política como forma de decidir y planificar la sociedad. El gran problema que se nos plantea ante la situación de crisis económica que atravesamos no es sólo que nos impongan la austeridad como solución, el gran problema es el cambio de modelo que ello acarrea. Es evidente que el gran debate en torno a lo público siempre es cómo pagar y de donde extraer los recursos para ello. Podemos ir de la clásica redistribución al pago por uso, vía tasas. Podemos cambiar determinadas ideas vinculadas a la redistribución de recursos. Lo que es inaceptable es que dentro de un estado soberano esas decisiones las tomen en Bruselas unos tipos a los que nadie, dentro de ese estado soberano, ha votado. Todo ello desemboca en una tecnocracia que facilita que el poder económico imponga sus programas por encima de los votos. Tenemos que volver a la política.

¿A qué te refieres exactamente cuando dices que hay que “redefinir el proyecto”? Hay que decirle a la gente que muchas cosas tienen que cambiar sencillamente porque el mundo ha cambiado. El problema es cómo hacerlo. Un ejemplo: No podemos plantearnos mantener sin alteraciones un sistema de pensiones ideado en una época en la que la esperanza de vida era mucho menor que la actual, de casi veinte años de diferencia, cuando lo cierto es que la esperanza de vida hoy es mucho más alta y eso lo cambia todo. Hay que apostar por un sistema de pensiones público que genere igualdad, redistribución y justicia pero que se adapte a la realidad del momento. Sigo con ejemplos: No debería ser la misma edad de jubilación la de alguien que a los dieciséis empezó a cotizar por haber renunciado a la formación superior que la de quien decidió continuar con su formación y se incorporó al mundo laboral con veintiocho… Parte del electorado de izquierdas ha interiorizado lo gratis como algo natural y lo cierto es que todo lo que provee el Estado al final debe ser pagado por todos. Tenemos que tener siempre presente que todo cuesta y la clave está en definir quién paga y cómo.

Lo que dices es casi un anatema. Pero es imprescindible al menos planteárselo. Debemos cambiar la estructura del Estado del Bienestar para garantizar su existencia en el futuro. Es un hecho comprobado que parte del gasto público actual no genera igualdad. Es absurdo empeñarse en defender determinadas políticas desde una perspectiva de izquierdas cuando se ha demostrado que los resultados que generan no ayudan a combatir la desigualdad o a promover la justicia social. ¿Sabías que lo que España recauda a través del IRPF entre los contribuyentes con menos recursos es lo mismo que lo que se deducen por vivienda habitual los contribuyentes con mayores rentas?

No tenía ni idea. Bueno pues eso es un hecho probado. El dinero recaudado entre las rentas más bajas entra por un lado y sale por el otro con destino a quienes poseen las rentas más altas. ¿Sabiéndolo, te atreverías a decir que la deducción por vivienda habitual en el IRPF contribuye a distribuir mejor la renta entre los españoles? Otro ejemplo son las becas a estudiantes universitarios que siempre hemos considerado como un factor importante a la hora de redistribuir las rentas y que no lo es. En realidad no hay nada más regresivo que las becas a estudiantes universitarios tal y como las concebimos en España. Está demostrado que los estudiantes universitarios proceden más de sectores sociales con rentas medias o altas que de sectores con rentas bajas. A lo que deberíamos aspirar es a conseguir que cada vez hubiera más estudiantes universitarios procedentes de sectores sociales con bajo nivel de renta. Eso significa priorizar la educación primaria, la secundaria, las guarderías… Si vamos a la base, a la raíz del problema, muchas de las desigualdades que observamos después no se producirían. El Estado del Bienestar debe ser algo dinámico que aporte soluciones a problemas. Por ello, debemos redefinir muchas de las políticas públicas para generen más igualdad.

Dices algo en el libro que me parece casi hasta hermoso, dices que el concepto de ciudadano no se construye solo sobre los derechos civiles y los políticos sino también sobre los derechos sociales, que sin el concurso de los tres no hay ciudadanía posible. A la luz de esto, la consecuencia principal de determinadas políticas que ponen el énfasis en el recorte de derechos sociales parece ser un ataque a la herencia de la Ilustración y la Modernidad misma y casi una regresión al Antiguo Régimen. Esa es una teoría formulada por Thomas Humphrey Marshall en los años cincuenta del pasado siglo en una obra ya clásica titulada “Ciudadanía y clase social”. Viene a decir que los derechos sociales no tienen que ver con la clase social a la que uno pertenezca sino al hecho de ser ciudadano, no son una cuestión de clase sino de estatus individual. Los recortes en derechos sociales no son solo un ataque a esa idea ilustrada de ciudadanía sino un verdadero retroceso también en la esfera política y civil del individuo. Si votar no sirve de nada porque tu gobierno acaba haciendo lo que otros a los que no has votado le dicen, la conclusión es que tus derechos no sirven de nada, que si no los tuvieras no pasaría nada. Recuperar la defensa de los derechos sociales como componente esencial del concepto de ciudadano debería estar en todas las agendas políticas, no solo desde una perspectiva estrictamente de izquierdas sino también desde una perspectiva liberal.

Algunas de las cosas que dices parecen perfectamente asumibles por los llamados “indignados” del 15-M. Puede parecer contradictorio pero el 15-M es un perfecto caladero de militantes políticos. Hicimos seguimiento de las movilizaciones del 15-M en varias ciudades y llegamos a conclusiones muy claras: un noventa por ciento se consideraban de izquierdas, un ochenta por ciento tenía menos de treinta años y casi el ochenta por ciento poseía estudios superiores. Los “indignados” no son perroflautas, son gente normal y corriente, la mayoría de ellos votó en las elecciones. En realidad son los hijos desencantados de muchos de los votantes naturales de la izquierda.

Sin embargo hay quien afirma que una parte importante del descalabro del PSOE en las últimas contiendas electorales se debió a las movilizaciones del 15-M. No sabría qué decirte. Quizá sea así. Hace poco presenté el libro en Albacete ante unas cuatrocientas personas. Estaban algunos miembros destacados de la Ejecutiva provincial del PSOE en primera fila, pero también representantes de movimientos contra los desahucios, los parados y el 15-M. Tendremos que utilizar la pedagogía y explicar bien las cosas. Sólo así podremos meter a gente tan plural en la misma sala… Se trata de una actitud. No podemos pensar que la gente está equivocada cuando se manifiesta. Todo lo contrario, hay que escucharles.

¿Eres militante del PSOE? Sí, desde 1999. Me afilié en la Universidad. Creía, y sigo creyendo, que es el partido que ofrece las mejores respuestas a los problemas de la gente.

¿Por qué lo crees? Estudios, tanto del Centro de Investigaciones Sociológicas como del Eurobarómetro, dejan claro que la mayoría de los españoles se sitúa en el centro-izquierda y eso hace que el PSOE sea el partido que más fácil tenga conectar con esa amplia mayoría de españoles. Es un hecho que, cuando tiene programa y liderazgo, el PSOE gana elecciones. Pero además de ser el partido que más se parece a los españoles, considero que las ideas progresistas son las que mejor resuelven muchos de nuestros problemas: la calidad de la democracia, la desigualdad, el desafío europeo…

¿Cuál es tu actividad dentro del partido? Pertenezco a la Agrupación de Alcañiz. Lo he dicho ya antes, tenemos que hacer un esfuerzo para contarle a la sociedad lo que podemos ofrecerle, especialmente a la gente joven. Las nuevas generaciones están muy bien formadas y, desde el PSOE, debemos realizar un esfuerzo importante para atraerlas con nuestras ideas. En Alcañiz estamos haciéndolo, yendo a hablar con profesionales, profesores, trabajadores, gente progresista inmersa en la sociedad que es quien debe implicarse para sacar este proyecto adelante.

No me digas que no tienes aspiraciones políticas mayores porque no me lo creo… (risas) Yo creo que para entrar en política con una implicación mayor hay que tener mucha formación. La generación más brillante de políticos socialistas, la de los ochenta, estaba extraordinariamente formada y la integraban grandes intelectuales. Siempre he tenido como referentes a gente como Ernest LLuch, Javier Solana, Carlos Solchaga, Claudio Aranzadi…. y, por su puesto, José María Maravall. La formación es necesaria para poder aportar lo máximo al cargo que desempeñes pero también para tener una profesión, una forma de ganarte la vida el día que decidas salir. Porque eso también lo tengo claro, la política es un camino de ida y vuelta. Hay que entrar y hay que salir. Creo que estoy todavía en mi periodo de formación y, créeme, no tengo ninguna prisa por nada. Por otra parte se puede considerar que este libro es el primer paso en mi futuro político. Hoy por hoy, estoy en la Federación aragonesa y en ella seguiré en la medida en que confíen en mí. De hecho, en el último Congreso regional tanto mi Secretario General regional como mis compañeros de Teruel confiaron en mí para que desempeñara la Secretaría de Formación de la Comisión Ejecutiva Regional. El futuro está por escribir.

Aparte de la actividad dentro del partido y del libro ¿en qué otras facetas públicas te encontraremos? Sigo con mis colaboraciones en prensa y radio. Principalmente en El País, unas tres o cuatro veces al año, y en la Cadena SER cuando me llaman. Tampoco quiero prodigarme mucho. Una persona a la aprecio, siempre me ha recomendado que hable cuando tenga algo que decir…. En medios digitales soy más prolífico. Colaboro con Eldiario.es, mantengo un blog… De momento lo que más me mantiene ocupado es la presentación del libro por toda España y varias investigaciones que tengo en marcha. Además, me apasiona mucho todo el proyecto relacionado con repensar la izquierda a nivel europeo. Formo parte del grupo Next Left que coordina Alfred Gusenbauer, excanciller austríaco. Somos varios jóvenes europeos, uno por país, que nos reunimos frecuentemente y realizamos investigación sobre cómo debe ser la Europa del futuro desde un punto de vista de la izquierda.

Terminamos con las tres preguntas clásicas de El Agitador. Peli, libro y disco. De las últimas, me gustó mucho, supongo que por su temática, “Los Idus de marzo” de George Clooney y, de todos los tiempos, mi peli favorita es “La Guerra de las Galaxias”. Si tengo que quedarme con un libro, te diré “Más democracia y menos liberalismo” de Ignacio Sánchez-Cuenca y el libro de Iñigo de Barrón, “El hundimiento de la banca”, también es imprescindible. Y en música, uf, soy muy malo. Me quedaría con El último de la Fila y con toda la discografía de Coldplay.

La entrevista a Ignacio Urquizu tuvo lugar aprovechando las recientes vacaciones de Navidad. Apenas un suspiro en circunstancias normales. Una eternidad si tenemos en cuenta la reciente actualidad política del país. Desde aquel día soleado han ocurrido tantas cosas… Me encantaría poder repetir la entrevista y preguntarle por algunos de los temas que en estos días tanto nos han impactado. Bárcenas y la secta de los sobrecogedores, el camarada Güemes y la privatización de los servicios sanitarios de la Comunidad de Madrid, la fundación Ideas y la misteriosa columnista Amy Martin… Espero volver a charlar con Ignacio Urquizu pronto y sobre todo espero, por el bien de todos, que la suerte le acompañe en todas las empresas en las que anda embarcado. Algo me dice que en el futuro oiremos hablar de este alcañizano amable y cordial.

Jesús Cirac

Ignacio Urquizu 3

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