José Vicente García Muniente: «Busco que la gente se interese por el sonido en sí mismo».

José Vicente García Muniente es un gran músico. O al menos a mí sinceramente me lo parece. Un buen profesional. Un hombre interesado por el ruido eterno. Acabó la carrera de clarinete y, con posterioridad, amplió sus estudios en diversos conservatorios y universidades. Además del clarinete, toca el piano. También compone e interpreta. Ha sido profesor en Caspe y fuera de Caspe. Ha dado decenas de conciertos y siempre lo encontramos colaborando con otros músicos en proyectos que quizá para él no supongan retos profesionales ambiciosos pero en los que se vuelca con la misma ilusión y ganas de colaboración que en aquellos en los que puede dar rienda suelta a sus sueños contemporáneos. Soy amigo suyo desde hace muchos años y además, en general, siento una especial admiración por los músicos. Lo advierto antes de empezar porque, sobre todo, quiero ser honesto.

Ya llevas muchos años fuera de Caspe. Sí.

¿Dónde paras ahora? Desde el 2000, dirijo la banda municipal de Cortes de Navarra. Aunque mi domicilio sigue estando en Caspe.

¿Por qué te fuiste? Llevaba unos quince años dirigiendo la Banda de Caspe. También dirigí la Coral más de diez años y la Escuela Municipal de Música otros doce o trece. En un momento dado noté cierto malestar entre un sector de miembros de la banda…

¿Malestar? Sí.

¿Por? No lo sé muy bien. Orientación musical. Preferían otros repertorios, echaban de menos cierta disciplina en el desfilar… cosas así. Yo tenía mi línea y, además, la tenía muy clara. Vi que tampoco desde el Ayuntamiento se me apoyaba demasiado, hablo de concejal de cultura, alcaldía…, así que un día vi un anuncio en el Heraldo ofertando una plaza por procedimiento de concurso de méritos para Cortes y pensé que sería una buena oportunidad para cambiar de aires. Envié mi curriculum y parece ser que les guste porque me llamaron y allí sigo.

¿Cómo valoras la experiencia? Muy positiva. A nivel profesional y también personal. He podido realizarme como músico y abordar desafíos que aquí no podía acometer. Allí tenemos un repertorio más exigente porque el nivel de los músicos es mucho más alto y eso da pie para muchas cosas. Es un placer y me da mucha más libertad a la hora de trabajar. Me siento, además, muy apoyado por la gente.

¿Es una banda muy grande? Tiene unas dimensiones parecidas a la de Caspe. Cuando yo llegué eran veintisiete o veintiocho miembros y ahora estamos en cuarenta y cuatro. Lo que pasa es que algunos de los miembros tocan en orquestas sinfónicas, varios de ellos son, a su vez, profesores. Se ha dado la circunstancia de haberse juntado diez o doce músicos muy buenos. No conozco la razón. También en Caspe los había: Alfonso Catalán, José Manuel Hernández, Luis García “el Nevada”…

¿Hay alguna razón especial para que en un pueblo tan pequeño como Cortes haya una cantera de músicos tan brillante? No creo. Tampoco hay allí una afición especial por la música. El repertorio de la banda incluye pasodobles, charangas… como en todos los sitios.

¿Habiéndote ido tan bien en Cortes, a estas alturas imagino que, lejos de guardarle rencor, le estarás agradecido a aquel sector díscolo de la banda por haberte dado el empujón? (risas) No es para tanto pero la verdad es que del tema prefiero pasar. No hay mucho más que decir. Mi futuro profesional está en Cortes y mi vida personal en Caspe. Aquí vivo gran parte de la semana. De jueves a sábado doy clases en Cortes.

Me consta que, además, en Caspe sigues activo como músico, incluso fuera de la docencia o la dirección de la banda. Sí. Tenemos un grupo con varios amigos que se llama “Los Goliardos”. Ensayamos todas las semanas, al menos un día, todo el año  y damos conciertos siempre que podemos. Empezamos en el 2006 como un cuarteto. Dos clarinetes, un clarinete bajo y un saxo tenor. Ahora somos siete miembros estables y, a veces, se suman dos niños de nueve años y llegamos a ser ocho o nueve. Hemos incorporado guitarra, otro saxo, flauta, harmónica y hasta percusión. Hemos hecho unas treinta y cinco actuaciones.

¿Cuál es vuestro repertorio? Un poco de todo. Clásica, por supuesto, pero también música ligera o conciertos didácticos. También colaboro con Eduardo Trelles. En los últimos años habremos dado entre quince y veinte conciertos de poesía y música, en ambos casos de cosecha propia. Él lee sus textos poéticos y yo lo acompaño con pequeñas piezas que he compuesto para la ocasión. Eduardo lee cuatro poemas y yo interpreto una pieza musical. Aunque las cosas que compongo para acompañar a los textos de Eduardo no son las que habitualmente hago. En este caso se trata de música tonal y también de música descriptiva para acompañar a romances.

Porque lo tuyo no es la música convencional… No.

¿Qué música es la que te gusta? La música contemporánea.

¿Cómo oyente, como intérprete, como compositor? De todo. En Cortes tenemos un grupo que se llama “Alea” y que está enfocado a la interpretación de piezas de música contemporánea. Somos nueve miembros, la mayoría profesores, aunque hay también algún alumno. Esa es la actividad de la que más disfruto porque es mi música. Hemos dado conciertos en Pamplona y también uno en el Auditorio de la Caixa de Tarragona que tuvo cierta trascendencia porque interpretamos solo a compositores catalanes. Aunque también, como solista, he estrenado obras propias o de otros compositores también contemporáneos.

¿Esa faceta de compositor de música contemporánea es importante para ti? Es mi actividad principal, la que más esfuerzo requiere aunque no me gano la vida con ella. Habré compuesto unas treinta obras, no solo para clarinete, aunque destaca porque es el instrumento que domino.

¿A qué te refieres exactamente cuando dices “música contemporánea”? El término “contemporáneo” es equívoco. También Julio Iglesias lo es. Se le llama así pero en realidad es una corriente dentro de la llamada música clásica, como la música serial o la música aleatoria. Me refiero a corrientes como la dodecafonía o la Segunda Escuela de Viena y compositores como Webern, Berg o Schoenberg y todo lo que viene después. Son compositores que, aparte de utilizar la serie, eliminaron todo lo que tuviera que ver con el pasado, con la música tonal.

Demasiado complicado para mí. No creas. La gente dice que es una música muy dura, pero deja de serlo cuando te habitúas a ella. El problema es que tiene muy poca difusión y la gente no está habituada. Las orquestas sinfónicas prefieren los repertorios clásicos, la música del pasado, porque es lo más sencillo pero en realidad la orquesta sinfónica no es la formación adecuada. Hay menos obras para esa formación.

Alabas a los que rechazan la tradición, pero en música clásica la tradición es, quizá, el punto álgido. La música, como el resto de las disciplinas artísticas, está hecha por la gente de una época concreta y responde a ella. Si Mozart viviese hoy compondría otra cosa. El creador está sujeto a las condiciones de su época. Cuando escucho a los clásicos los valoro pero no me siento atraído por ellos. Si tuviera que quedarme con algo, me quedaría con el Barroco. Bach es el que más me atrae de todos los clásicos. El Romanticismo, por ejemplo, no me gusta en absoluto.

¿Por qué crees que España queda fuera de ese universo musical clásico? No del todo. En el Renacimiento los españoles aportamos bastante. Sí que es verdad que en el siglo XIX no hay tradición, aunque no sé decir por qué. Lo que hay en el siglo XX, Falla y tal, tampoco me interesa en absoluto. Es folklorismo, nacionalismo que no está interesado en la innovación.

¿Con qué compositor español podrías sentirte identificado o, al menos, interesado? Yo destaco siempre a Ramón Barce, que, además, murió hace muy poco. A Barce lo propusieron para la medalla de oro de Bellas Artes pero al final se la dieron a Rocío Jurado. Fue un tipo totalmente avanzado. Inventó hasta un sistema musical, “sistema de niveles”, que hemos utilizado luego muchos músicos. Interpreté en Caspe una de sus obras que se llama “El Coral Hablado” y fue un pequeño escandalo porque el público no lo entendió…

Cuenta, cuenta. Es una obra en la que varias personas hablan declamando diferentes textos que se van mezclando con la estructura de una fuga musical clásica. En realidad se trata de un happening ideado para demostrar el valor fónico de la palabra hablada. Lo interpretamos con el grupo “La quinta del Lobo” y la gente creyó que le estábamos tomando el pelo y no nos dejó terminar. Pero no era una broma. Simplemente no lo entendieron. Es música experimental, en la tradición de John Cage. Parte de los interpretes estaban situados entre el público. La palabra hablada también es música. Si entiendes lo que digo al hablar, el significado ahoga la musicalidad de mi voz y tú no reparas en ella. Al hablar varias personas a la vez se genera una confusión que permite reparar en la música.

Has citado a John Cage. Ya tardabas. (risas) Es que él es el gran creador musical de nuestro tiempo a nivel mundial. Él ha cambiado el mundo del arte en general, no solo el de la música. Ha sido el profesor de muchos otros artistas trascendentales. Estuvo en Pamplona en 1973 y metió a tres mil personas. Cage busca principalmente que el público se interese por el sonido en si mismo y no por la relación entre los sonidos. Eso es lo que yo busco y lo que más me atrae de su figura.

¿Cómo te introdujiste en el mundo de la música contemporánea? Como músico siempre me han interesado las cosas nuevas. Al terminar la carrera de clarinete en Zaragoza, estudié el Grado Superior de Música en el Conservatorio de Barcelona  y tuve la suerte de tener como profesor a Juli Panyella, que es catedrático de clarinete, y, a su vez, músico especializado en contemporánea. Logré terminar el Grado con muy buenas calificaciones y trabé relación con Panyella que me fue aconsejando hasta que, poco a poco, fui cogiéndole gusto al asunto. Se me daba especialmente bien ese tipo de música. Él se extrañó bastante, era casi como una facilidad innata para conectar con ese tipo de sonidos. También la lectura de determinados libros me ha ayudado y algunos cursos que recibí en la Universidad de Alcalá.

¿No habías tenido contacto antes? Ni en Caspe ni en Zaragoza lo tuve. El Conservatorio de Zaragoza era muy conservador en eso. No hay estudios de música contemporánea. O al menos no los había antes, ahora no lo sé. Durante la carrera en Zaragoza ni me hablaron de Cage ni de ninguno de los grandes del siglo XX. Fue en Barcelona sobre todo.

¿Qué recuerdas de aquellos años de estudiante en Caspe? Recuerdo con mucho cariño a Juan Pérez Ribes. Siento gran admiración por él. Me motivó para estudiar. Crecí como músico con todo el repertorio clásico, con zarzuelas, pasodobles…

En realidad, aunque ahora milites en la música contemporánea, yo te recuerdo también como músico popular en orquestas, charangas… Sí, sí.  He tocado en muchos sitios. Toqué en la orquesta Trabia, a los veinte años tocaba con Josechu en la orquesta Carrusel aunque duré muy poco porque sabía perfectamente qué era lo que quería.

¿Además de Pérez Ribes, qué otros profesores han contribuido a que ahora seas lo que eres? Manuel Iniesta, del conservatorio de Zaragoza, era un buen clarinetista pero el que más me ha influido ha sido sin duda alguna Juli Panyella. Aunque he tenido la suerte de poder estudiar con gente muy importante. Con Adrián Cobo y Enrique García Asensio he realizado cursos de dirección y también cursos teóricos de especialización, la mayoría en el Aula de música de la Universidad de Alcalá, con compositores y musicólogos de mucho prestigio mundial como Emilio Reina, Regina Busch, Klaus Huber o Walter Zimmermann.

Recomienda a nuestros lectores, música, cine y lecturas. Si tengo que hablar de música tengo que referirme a mis compositores favoritos: John Cage, Ramón Barce, Jesús Villa Rojo, Morton Feldman, Christian Wolff… y también a algunas de sus obras, “Obertura fonética” de Barce o “As slow as possible” de John Cage que es una composición pensada para durar seiscientos treinta y nueve años y que están interpretando en Alemania. En cuestiones de cine no tengo preferencias y en lecturas te recomendaría libros relacionados con mi mundo como “Silencio” de John Cage, “Fronteras de la música” de Barce y también obras literarias más genéricas como “El juego de los abalorios” de Hermann Hesse. En realidad recomendaría toda su obra porque  es mi autor favorito. Hesse y Kafka.

No puedo terminar esta entrevista sin tocar también otra de tus facetas más conocidas, la de madridista. (risas) El fútbol ha sufrido un proceso de degradación que le ha hecho ir cada vez a peor. Se ha perdido por completo la esencia de ese deporte. Aún soy madridista pero de baja intensidad. Es difícil que hoy llegue a ver un partido completo. Soy más raulista que madridista.

¿Y qué crees que pensará Raúl de la música contemporánea? Yo creo que haría suyas las palabras de Ramón Barce: “la música actual es auténtica, directa y apasionante”.

 

Y con la imagen de Raúl escuchando embobado a John Cage durante seiscientos treinta y nueve años rondando en mi cabeza, me despido de mi amigo.

 

Jesús Cirac

fuchino

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