Juan Fernández de Heredia: vida y obra del primer humanista aragonés

Junto a Pedro IV el Ceremonioso y Benedicto XIII el Papa Luna, se considera a Juan Fernández de Heredia  como uno de los aragoneses más afamados del siglo XIV. Es además, sin duda, el más cosmopolita. Pero en la tierra que le vio nacer no se ha hecho la justicia que merece como gran figura internacional y como destacadísimo mecenas cultural. Así que bajo un modesto propósito de enmienda, a través de las siguientes líneas vamos a acercarnos brevemente a la trayectoria vital de este brillante aragonés de la Baja Edad Media.

Existen dudas sobre el lugar y la fecha de nacimiento de Don Juan, aunque se da por válida la villa de Munébrega y el año 1310. Lo que sí es innegable es que pasó por la Corte aragonesa en la que su padre ejercía como mayordomo y caballero de Jaime II. Es allí donde Heredia, segundo hijo de Lorenzo Fernández, forjó su personalidad como diplomático estudiando latín, griego y  francés. También parece probado que tuvo al menos cuatro hijos, aunque todavía hay dudas sobre si llegó a desposarse (fue bastante habitual que los caballeros tuvieran relaciones e hijos ilegítimos en la época).

Juan Fernández de Heredia ya era miembro de la Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén en el año 1328; hacia 1329 aparece su nombre en un documento de la encomienda de Villel y cuatro años después ya era lugarteniente del comendador de Alfambra (poco después alcanzó el puesto de comendador de Villel y Alfambra). Hacia 1338 fue nombrado Consejero Real por Pedro IV, con quien le unirá una gran amistad salpicada de algunos desencuentros.

En 1339 fue embajador del rey aragonés en una coalición castellano-aragonesa contra los moros granadinos y a mediados de la siguiente década fue nombrado Castellán de Amposta (la máxima dignidad de la Orden de San Juan en Aragón y Cataluña).  En 1347 era además lugarteniente del Gran Maestre en España, cargo que mantenía todavía en 1352. En el conflicto de la Unión aragonesa y valenciana a finales de la década, Don Juan permaneció en todo momento al lado del monarca (luchó en la batalla de Mislata y en el asedio de la capital valenciana que puso fin a la rebelión unionista levantina).

Continuando con su estrecha relación con Pedro IV, Heredia fue requerido para participar en la conquista de Mallorca, que tras la muerte de Jaime I el Conquistador no era propiedad de la Corona. Don Juan, junto a otros caballeros hospitalarios, participó en la decisiva Batalla de Lluchmajor (25 de Agosto de 1349), en la que perdió la vida el rey mallorquín Jaime III.

Mientras la Peste Negra asolaba Europa, nuestro protagonista dio sus primeros pasos -o al menos los más conocidos- como hombre de letras dentro de la Orden. El Cartulario Magno fue un encargo personal del Castellán donde debían recogerse los privilegios reales, bulas pontificias, donaciones y escrituras, así como las propiedades de la Orden: bailías, encomiendas, prioratos, abadiados… en definitiva, un compendio de documentos de vital importancia para la Castellanía. Corría el año 1349 cuando Heredia ordenó que fueran recogidas y transcritas las de mayor interés, guardadas en los trasoros de varias encomiendas, principalmente en la de Zaragoza.

Hombre de guerra y paz

A mediados del siglo XIV la corte pontificia estaba instalada en Aviñon. Y en ella, desde 1351, Juan Fernández de Heredia había conseguido hacerse un hueco manteniendo su cargo como Castellán de Amposta. Mientras el aragonés se ganaba  la confianza papal, perdía la de algunos de sus subordinados: los preceptores de Ulldecona, Monzón, Valencia, Barbastro, La Almunia y Caspe, denunciaron ante el Gran Maestre (máxima dignidad de la Orden de San Juan) la gestión de Don Juan, si bien el asunto acabaría sin consecuencias (durante toda su etapa como sanjuanista el poder que llegó a alcanzar desató los recelos de sus propios compañeros).

Inocencio VI fue el primer Papa con quien Don Juan estableció una relación significativa: en 1354, el inquilino del sillón de San Pedro confió a Don Juan que se encargase del asunto pendiente de los bienes templarios de Castilla, los cuales todavía no habían pasado a la Orden del Hospital, tal y como había sido acordado. Así, Heredia pasó a ser al mismo tiempo Castellán y Prior de Castilla (el nombramiento convenía al Papa, puesto que su relación con el rey de Castilla no era nada buena). En el mismo año el propio Inocencio IV le concedió el Priorato de Saint Giles, el más antiguo de la Orden y quizás el mas importante. A pesar de las reticencias del Gran Maestre (Roger des Pins), en 1357 Don Juan Fernández de Heredia era, al mismo tiempo, Castellán de Amposta, Prior de Saint Gilles, Prior de Castilla y Lugarteniente del Gran Maestre en Occidente (a pesar de que los preceptos de la Orden no permitían que ningún prior atesorara a la vez varios prioratos). Su poder era tal que ensombrecía al del Gran Maestre.

Don Juan se vio envuelto en la Guerra de los Dos Pedros que enfrentó a Pedro el Cruel de Castilla con Pedro el Ceremonioso de Aragón (aunque en realidad, el título de Prior de Castilla no contó con el beneplácito del rey castellano, quien amenazó a Heredia con detenerlo si aparecía por las tierras castellanas sabedor de la estrecha relación de Heredia con el rey aragonés). A quién apoyaba Heredia se hizo evidente cuando, a petición del monarca aragonés, trabajó personalmente reforzando la frontera castellano-aragonesa (los hospitalarios de la Castellanía, lejos de permanecer al margen en la guerra, contribuyeron con decenas de caballeros y provisiones).

Batalla

Poco después encontramos a Heredia luchando en la llamada Guerra de los Cien Años que enfrentó durante más de un siglo a Francia e Inglaterra por una cuestión sucesoria. Don Juan fue enviado del Papa para mediar entre los dos bandos; sin embargo, acabó luchando en el bando francés y fue hecho prisionero.

Uno de los capítulos más significativos de la biografía de Don Juan se produciría tres lustros después: en 1376 el papa Gregorio XI decidió poner fin al éxodo de la corte papal, trasladándose a Roma tras 71 años de estancia en Francia. La expedición viajó por mar, y fue Heredia quien comandó la misma llevando el estandarte pontificio. Otro aragonés y futuro Papa, Pedro Martínez de Luna (recién nombrado Cardenal), realizó también el viaje de vuelta a Roma.

Gran Maestre durante el Cisma

En el año 1377 Juilly, Gran Maestre de la Orden del Hospital de  San Juan de Jerusalén, falleció. Fue entonces cuando el papa Gregorio XI nombró a Juan Fernández de Heredia Gran Maestre en septiembre de ese mismo año a pesar de las protestas (el cargo parecía ser un coto cerrado para hospitalarios franceses). Además, se esperaba que el nuevo Maestre perteneciera al Convento de Rodas -la sede central de la Orden-, donde se encontraban los altos cargos sanjuanistas.  Sin embargo, Don Juan consiguió la dignidad más alta de la Orden a pesar de haber permanecido en  Rodas tan solo durante breves periodos.

El maestrazgo del aragonés coincidió con la campaña que llevaba años fraguándose, (y que su principal valedor, el papa Gregorio XI, no pudo realizar): la expedición a Morea (Grecia). A principios del año 1378 Heredia partió con la flota desde Nápoles. Sin embargo, la campaña fue un rotundo fracaso y, por si fuera poco, Heredia fue hecho prisionero y permaneció entre rejas durante casi un año, siendo liberado tras el pago de un fuerte rescate.

Sin duda, el hecho más trascendental ocurrido durante el mandato de Heredia fue el inicio del Cisma de Occidente que dividió a la cristiandad durante cuatro décadas. Tras la muerte de Gregorio XI, Urbano VI, de origen francés, fue elegido en Roma bajo presiones que propiciaron que unos varios cardenales reaccionaran apostando por un Papa distinto, el francés Clemente VII. Para la Orden, la situación se tornó muy peligrosa puesto que el Cisma podía provocar una auténtica rebelión entre sus prioratos. Don Juan, que nada más desatarse el conflicto acababa de llegar a Rodas tras su cautiverio, apoyó a Clemente VII, ganándose el favor del sector francés (el de mayor peso). Las consecuencias del Cisma se dejaron sentir cuando, en el año 1383, el Papa Urbano VI nombró al “antimaestre” Ricardo Caracciolo contando con algunos apoyos dentro de la Orden. Mas,  la causa del “antimaestre” hospitalario no fructificó. Estos hechos coinciden con la última estancia de Don Juan en Avigñon (entre 1385 y 1393), donde se fabricaron los magníficos códices miniados desde su scriptorium, y también con una nueva ofensiva turca (los turcos derrotaron a hospitalarios y cruzados el mismo año que murió Don Juan).

En los últimos años de su vida, Herdia había acumulado una fortuna muy considerable, llegando a ser prestamista de su propia Orden y del papado (de hecho, Juan Fernández de Heredia legó a sus herederos un importante patrimonio). Utilizando sus magníficas dotes como gestor, se aseguró de que sus propiedades quedasen bajo el dominio de sus descendientes (hijos, nietos, sobrinos, etc.)

Cuando sintió cercano el fin de sus días (murió en marzo de 1396), escogió el lugar en el que descansar eternamente: cuatro años antes de su muerte Heredia compró un magnífico palacio junto a la iglesia y castillo de Caspe, fundando en él un convento sanjuanista con el que completó la acrópolis caspolina. Allí, en lo más alto de Caspe, los restos mortales de Heredia descansarían hasta el siglo XIX (de la relación de Juan Fernández de Heredia con Caspe trataremos la próxima semana).

La obra cultural de Heredia

Juan Fernández de Heredia, ya anciano, coincidió con Juan I de Aragón (1387-1396). Y fue entonces cuando hizo su aparición el Humanismo en la Corona. Ambos compartían una importante afición: su interés por la cultura. Si la biblioteca que Don Juan fundó en el Castillo de Caspe alcanzó cierta notoriedad, la del rey estuvo ocupada por obras en latín, francés, castellano, siciliano o catalán (incluso se tiene constancia de una carta dirigida a su hermano Martín reclamándole obras de Tito Livio y Valerio Máximo que habían pertenecido al Ceremonioso).

Ambos se adelantaron en unos años a la verdadera eclosión del humanismo (a lo largo del siglo XV ganó peso el pensamiento político de la Antigüedad y su utilización con un nuevo sentido crítico). Fueron importantísimos los trabajos de traducción griego-latín y latín- lenguas vernáculas. La obra de Tito Livio se difundió en la Península gracias a Juan I de Aragón. En definitiva, la evolución del Humanismo fue más rápida en la Corona de Aragón que en Castilla, y en Aragón destacó el interés por los autores griegos (anterior al de los latinos). Y en este sentido la figura más destacada de la Corona fue Juan Fernández de Heredia, cuya obra sobresale por las traducciones de autores griegos al aragonés, (aunque tradujo también obras de historiadores romanos como Salustio) y por ser autor de obras de historia dirigidas por él. No debemos olvidar que todas estas obras fueron claves para que los clásicos se difundieran.

A pesar de que las órdenes militares no se caracterizaron por una brillante trayectoria cultural, el legado de Heredia se traduce en unas 8.000 páginas de textos (trabajo sólo comparable al de Alfonso X el Sabio).

Los textos patrocinados por Heredia son más de la mitad de toda la producción literaria escrita en la Edad Media en aragonés. De hecho, se le considera como el mayor impulsor del aragonés (el uso del aragonés en su entorno personal era algo bastante común, llegando a referirse en esta lengua en comunicaciones oficiales con sus prioratos). Don Juan patrocinó y dirigió la tarea de un gran equipo de trabajo de su Scriptorium formado por copistas y traductores, casi todos ellos anónimos. Pero no sólo hizo de mecenas, sino que participó activamente escogiendo los temas.

Obras de Juan Fernández de Heredia

Cronicon mundi (traducción de la obra de Lucas de Tuy; siglo XIII. Incluye el Libro de San Isidoro Menor y la primera parte de su Historia Gothorum, Hunnorum, Wandalorum).

Gran Crónica de Espanya, I (compilación de la historia de España hasta 711).

Grant Crónica de Espanya, III (traducción de la Crónica de Alfonso XI).

Grant Crónica de los conquiridores, I (compilación de las historias de dieciséis personajes, desde Nino hasta Cesar).

-Grant crónica de los Conquiridores, II (continuación de la anterior).

Orosio o Historia contra los paganos (traducción de Historia adversus paganos de Orosiso).

Orosio o Historia contra los paganos (traducción del latín de la misma obra).

Eurtropio (traducción de la Historia romana de Paulo Diácono, s. VIII-IX, basada en el Breviarium ab urbe condita de Eutropio, s. IV).

Plutarco (traducción del griego de 39 de las Vidas paralelas de Plutarco).

Libro de emperadores (traducción del griego de los últimos cuatro libros del Epitome historiarum, de Juan Zonaras, s. XII).

Libro de los fechos et conquistas del prinçipado de la Morea (compilación basada en la Crónica de Morea, s. XIV, mas otras fuentes).

Tucídides (traducción del griego de casi todos los discursos directos (37) de la Historia de la guerra del Peloponeso de Tucídides).

Crónica troyana (traducción quizás del latín de la Historia destruccionis Troiae, s. XIII).

Flor de las ystorias de Orient (traducción de la Flor des estoires de la terre d’Orient del príncipe armenio Aitón de Gorigos).

Libro de Marco Polo (traducción de una versión catalana abreviada de Il Milione).

Rams de flores o Libro de las actoridades (florilegio badado en el Communiloquium de –Juan de Gales, s. XIII y Valerio Máximo (ambos a partir de traducciones catalanas ya existentes).

Secreto de los secretos (traducción de la obra pseudoaristotélica en la versión latina, atribuida a Felipe de Trípoli).

Amadeo Barceló

(Basado en el  trabajo del mismo autor La Orden de San Juan de Jerusalén en Caspe y Comarca durante la Edad Media (introducción a su estudio), Comarca Bajo Aragón Caspe / Baix Aragó-Caspe, 2007.

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