La alegoría (republicana) de Rogelia en Nonaspe

En diciembre de 1930 tuvo lugar la sublevación de Jaca, como consecuencia del malestar entre los españoles tras seis años de Dictadura. El intento fracasó y fueron fusilados Galán y García, convirtiéndose en los mártires de la II República que se proclamaría el 14 de abril de 1931. También fueron detenidos, juzgados y fusilados unos cuantos oficiales, entre ellos el nonaspino Francisco Albiac Franc, que se convirtieron en los héroes de la República.

De estos hechos se hicieron alegorías, y una de ellas es la que da pie a esta historia contada por Mari Carmen Zurita. Sus bisabuelos tuvieron siete hijos, de los que solo sobrevivieron su abuelo Joaquín y su hermana Rogelia Zurita Ráfales.

Rogelia Zurita Ráfales y Eugenio Taberner Roc
Rogelia Zurita y Eugenio Taberner

Rogelia era de convicciones republicanas y fue quien compró la alegoría a principios de 1931, ya que al conocer las condenas por la insurrección de Jaca, la gente de Nonaspe se movilizó. Fermín Galán y Ángel García Hernández ya habían sido fusilados el 14 de diciembre de 1930, pero las sentencias a los demás participantes se conocieron el 17 de marzo de 1931, condenando a muerte al capitán Sediles y la reclusión perpetua a once procesados, entre ellos el teniente nonaspino Francisco Albiac. Alegoría

El 18 de marzo hubo manifestaciones en todas las principales poblaciones aragonesas y el 19, en Nonaspe, el Centro Republicano, organizó una manifestación pidiendo amnistía e indulto para los militares condenados. La manifestación se inició en el Centro y acabó en el Ayuntamiento. Éste se encontraba reunido y lo presidía Mariano Ráfales “Sinyoreta”, quien después de escuchar a los manifestantes, hizo suya la solicitud de amnistía y acordó enviarla al Presidente del Consejo de Ministros y al Mayordomo del Palacio Real.

Proclamada la II República, los condenados fueron puestos en libertad. El nonaspino Francisco Albiac y algunos más que estaban presos en Mahón (Islas Baleares), volvieron con el vapor Delfín a Barcelona donde los esperaba la multitud y las instituciones les hicieron diferentes homenajes ya que se habían convertido en los “héroes de la República”

El teniente Albiac, antes de incorporarse a su nuevo destino, vino unos días a Nonaspe para descansar y estar con la familia. El Ayuntamiento en pleno, la gente y los niños del colegio, acompañados por “la música de la Pobla de Massaluca”  le esperaban en la estación de ferrocarril. Desde allí, lo acompañaron a su casa, donde dio las gracias a todos los presentes. El Centro Republicano organizó una comida de homenaje acabando los actos por la tarde con un partido de fútbol.Detalle de la alegoria

El nuevo ayuntamiento que presidía Mariano Llop Tomás “Calçilla”, cambió algunos nombres del callejero nonaspino pasando a llamarse la plaza Santa Lucía “Plaza García Hernández”,  la plaza San Juan “Plaza Fermín Galán” o la calle Mayor “calle Francisco Albiac Franc”, entre otras.

Volviendo al tema de la alegoría, Rogelia se casó en 1906 con Eugenio Taberner Roc y no tuvieron hijos. A principios de los años 30, alquilaron el Trinquete y el bar, que solo lo cerraron unos cuantos días en marzo de 1938 cuando tenían que entrar los «nacionales» en el pueblo y, como la mayoría de la gente de la población, se refugiaron en las huertas. Ellos fueron a  “l’horta del Sot”  hasta que la situación se normalizara.

Con los soldados «nacionales» en Nonaspe, el cuadro de la alegoría, Rogelia, lo envolvió en una cortina y lo escondió dentro de un granero que tenía en su casa. Una anécdota que siempre contaba Rogelia era que durante aquellos días el pueblo estaba lleno de soldados y uno fue a su casa. Ellos estaban en el comedor y le ofrecieron un porrón de vino para que bebiera, cuando lo levantó, a la vez que levantaba la vista,  vio en el techo una lampara que colgaba de un plafón de yeso, y en este estaban pintados los colores de la bandera republicana. El soldado manifestó su sorpresa, a lo que Eugenio respondió: “No es lo que parece, esto lo ha hecho mi mujer para entretenerse” Y así se quedó el asunto.

Teresa Zurita Borraz y su marido
Teresa Zurita posando junto a su marido

Eugenio murió en 1950, y Rogelia, como ya era mayor, cuando hablaba con su sobrina Teresa Zurita le decía que cuando ella faltara no le gustaría que el cuadro se perdiera o se estropeara. Rogelia murió en 1960 dejando sus propiedades a Teresa. Ésta ya estaba casada y se trasladó a vivir a la casa de su tía, de manera que la alegoría siguió escondida en el mismo sitio hasta 1974 que se hicieron una casa nueva.

Haciendo el cambio de muebles, Mari Carmen, que tenía ocho años, tuvo la primera noticia de su existencia.Mari Carmen Zurita Al ver una cosa envuelta en una cortina le preguntó a su tía Teresa que era, a lo que ella le respondió: “Algo que no se puede enseñar y ha de estar escondido”. Esto hizo que al llegar a casa contara lo sucedido y su abuelo (el padre de Teresa) le explicó que era un cuadro de la República.

Su curiosidad iba en aumento, y al poco tiempo, consiguió que su tía se lo enseñara. En la casa nueva estaba escondido en el pajar, y después de verlo siguió sin entender nada, pero sabía por su abuelo que para su hermana Rogelia había sido muy importante.

Los años fueron pasando y poco a poco entendió aquello que le había explicado su abuelo. Teresa tampoco tuvo hijos y murió en el año 2007. Despues de su muerte, Mari Carmen sacó el cuadro del pajar, lo limpió y lo colgó en una pared de su casa, donde espera que pueda continuar muchos años más.

Mario Rius y Estela Rius

 

 

 

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