La Economía del Bien Común I. Un nuevo modelo de desarrollo está en marcha

 

Por lo general, cuando vemos la palabra “Economía” tendemos a relacionarla con conceptos complicados, nada amenos y que además parecen no ir dirigidos a nosotros.

Sin embargo, si a ese término se le añade “del bien común”, adquiere una connotación algo diferente que, como poco, nos puede despertar cierta curiosidad.

Y es que hoy en día pensar que la economía contribuye al bien de todos, se aleja mucho de la realidad, pues lo que estamos viendo es que sirve solo para aumentar el beneficio de unos pocos, y además, a costa del de los demás.

Pero, ¿qué sentido tiene ésto? Un sistema económico debería ser una herramienta para que nuestras sociedades evolucionen, se desarrollen y mejoren, pero nuestras sociedades en su conjunto, con todos los ciudadanos que la formamos, sino ¿qué evolución es esa?

¿Es humano un sistema que deja fuera a parte de la humanidad? ¿Tenemos que resignarnos y aceptarlo sin más como si no hubiera otra forma posible de hacer las cosas? Con todo lo que hemos avanzado científica y tecnológicamente ¿es posible que no se pueda inventar nada nuevo para evitar que cada vez haya más pobreza y más desigualdades? ¿Tenemos que conformarnos y ver cada día más injusticias, más corrupción, más egoísmo? Nos están haciendo creer que este sistema capitalista es el único posible porque les interesa a esos pocos, y ¿no somos capaces de cuestionarlo? ¿Cuánto más tiene que pasar para que nos quitemos la venda de los ojos?

Aunque ¿no será que tampoco a nosotros nos interesa muchas veces ver más allá? Es mejor echar la culpa a los de arriba, y así seguir con nuestros hábitos y costumbres, pensando que nuestras acciones no son importantes. No nos damos cuenta de que nosotros también formamos parte de ese sistema, de que todo suma, y de que nuestras acciones sí repercuten y mucho ¿somos conscientes de la parte de responsabilidad de cada uno de nosotros?

Quizá para todo esto vaya bien la crisis. ¡Por lo menos que nos sirva para algo! Para que todo cambie no podemos seguir haciendo las cosas igual, tendremos que hacerlas de una forma diferente. La crisis tiene que ayudarnos a reaccionar, a despertar, a impulsarnos a buscar y creer en nuevos sistemas, ya no solo económicos, sino políticos y sociales. Porque llevamos mucho tiempo haciendo muchas cosas muy mal y a muchos niveles. Los sistemas no funcionan porque las personas no funcionamos. La raíz está en nosotros mismos. Lo primero que tiene que cambiar es nuestra mentalidad. Llevamos demasiado tiempo viendo normales conductas y comportamientos basados en el egoísmo, que solo buscan nuestro enriquecimiento y comodidad a costa de los demás, y esto es lo que no está funcionando y está acarreando todo lo demás. Nuestra actual crisis se debe a una crisis de valores.

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La Economía del Bien Común es un movimiento apolítico y aconfesional, que se apoya en la democracia como esencia fundamental y que lucha por la defensa de la dignidad humana como eje central. No pretende conseguir un cambio inmediato, ni a corto o medio plazo, pues sería imposible. Principalmente porque busca un cambio que surja desde abajo, que vaya arraigándose y extendiéndose en la sociedad, de tal manera que los de arriba se vean naturalmente obligados a acogerlo y a adaptarse.

Y digo naturalmente, porque es una evolución hacia lo humano, donde las sociedades vuelvan a poner en el centro a las personas y no al dinero. El dinero es importante pero no lo principal. El dinero se inventó como un instrumento para conseguir cubrir nuestras necesidades. Por tanto el capital es el medio, no el fin para lograr la felicidad. Las personas valoramos por encima de todo relacionarnos con aprecio, confianza, cooperación, honestidad, responsabilidad y generosidad, son valores que nos hacen sentir mejores y más felices. Sin embargo en el mundo económico parece normal moverse por valores totalmente contrarios como la competencia, la desconfianza, desconsideración, engaño y avaricia. ¿Qué sentido tiene esto?

La economía del bien común busca resolver esta contradicción de valores entre economía y sociedad. La finalidad del beneficio financiero no debe justificar los medios, pues va contra la propia naturaleza de las personas, contra la propia humanidad.

Diferentes teorías económicas que siguen líneas similares van consiguiendo más apoyos, y cada vez son más los movimientos y empresas que tratan de hacer las cosas de una forma diferente. La economía del bien común surge como un modelo más alternativo al capitalismo y a la par al comunismo. Se postula como un sistema intermedio entre ambos, aunque tampoco el único factible, capaz de enriquecerse y a la vez de enriquecer a los demás. Busca una constante evolución y adaptación, como la vida misma, aunque con una premisa muy firme y clara: el bien común.

Este no es un término nuevo, ni tampoco un término cualquiera, pues todas las constituciones lo incluyen en su articulado. Por tanto se está tratando de alcanzar aquello que todos los países han buscado siempre, aunque sin conseguirlo.

En este hecho se basa su fundador Christian Felber, profesor de economía de la universidad de Viena, escritor, conferenciante internacional y bailarín. Con estudios en Filología Románica, Ciencias Políticas, Sociología y Psicología realizados en Viena y Madrid, empezó a desarrollar este movimiento en Austria en 2010 con el apoyo de varias empresas pioneras. Poco a poco se está extendiendo por toda Europa, especialmente en Austria, Alemania, Italia, Francia, Suiza y España, y también está llegando con fuerza a América Latina. El elemento diferenciador con el resto de modelos alternativos, es la forma de llevar la teoría a la práctica, por medio de una herramienta básica: el Balance del Bien Común.

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Este balance es complementario al balance financiero de las empresa, pero en vez de basarse en términos monetarios, mide intangibles mucho más valiosos como la dignidad humana, la responsabilidad social, la sostenibilidad ecológica, la participación democrática y transparencia, y la solidaridad con todos los grupos involucrados en la actividad de la empresa.

El objetivo es reconocer y poner en valor a aquellas empresas que realmente contribuyan a mejorar la sociedad. El Estado, por lógica y sentido común, deberá fomentar y apoyar este tipo de empresas que produce y gestiona de manera ética y justa. Para ello, éstas deberán obtener determinadas ventajas fiscales frente a aquellas que se comportan de forma irresponsable, pues tratarlas por igual sería simplemente injusto.

Para los municipios este balance también es un instrumento fundamental, con él podrán medir y probar su lógica contribución al bien común, y a la vez promover su uso al resto de la sociedad. Los denominados “campos de energía” se crean a nivel regional para apoyar y promocionar todos estos procesos.

 En esta fase de inicio el movimiento está representado ya en más de 20 países, apoyado por más de 1500 empresas, en torno a 200 solo en España, donde ya contamos con una treintena de campos de energía funcionando y 10 municipios adscritos.

La utopía empieza a materializarse.

En próximos artículos: un desarrollo más completo del movimiento, con ejemplos reales de empresas y municipios que lo ponen en práctica.

 Cristina Ferrer

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