Para ciertos tipos de personas no hay nada mas hermoso que leer. Y por extensión, que escribir. Aunque esto último sea tarea harta complicada que no acaba de ser definitiva del empeño de cada cual. Hay cosas que uno no puede llevar a cabo por mucho que se esfuerce. Así que leyendo se puede obtener un altísimo grado de satisfacción.
Y si uno desea leer algo realmente meritorio, le recomiendo La noche de los tiempos, un libro ya editado en 2009 de 958 páginas. Hay libros para grandes lectores. Este es uno de ellos.
Nos encontramos con una prosa excelente. Unas frases extensas que por momentos te hacen dudar, pero que una vez repasadas (casi por obligación) observas que son perfectas. Un vocabulario amplio que en ningún momento se hace empalagoso. Un novel de un gran escritor, que te hace, necesariamente, buscar mas libros suyos.
En cuanto a la trama en sí, quizá un gran mérito de Muñoz Molina, no exclusivo, sea crear una novela en tiempos de guerra no protagonizada por ella. El protagonista no se inmiscuye en ella ni se deja llevar por el holocausto autodestructivo al que nos llevó el radicalismo. Tiene su propia historia y la guerra simplemente le molesta. La observa como un teatro, como un actor.
Cuesta encontrar un relato ambientado en la Guerra Civil protagonizado por personajes que no se impliquen en ella. Que no se vean condicionados por ella. Por toda la vorágine, todo ese maldito carnaval en el que se convirtió España. Su huida, de hecho, ya estaba prevista, independientemente de que hubiese estallado o no el conflicto. Y es que la novela no deja de ser la huida de Ignacio Abel de su propia vida. Y cuando uno quiere escapar de ella, le importa un carajo la guerra o las miserias de los demás. No hay nada mas importante que uno mismo. Todo lo demás, sobra. Es relativo. Lo definitivo es lo tuyo.
Son 958 páginas, pero si les gusta leer y no necesitan ser atrapados por una historia superlativa, este libro les gustará. Y no se dejen influenciar por el trasfondo de la guerra civil. Lo importante de Muñoz Molina está en sus palabras. En sus frases. Yo, ya quiero más.
Daniel Baquer
