Leonardo Dantés: «Tengo clavada la espina de que me tomen por personaje de la tele y no por artista.»

Me pide mi compadre Alberto que le haga un favor. Alberto se dedica a organizar conciertos y eventos varios. El día nueve de febrero, me dice, tiene dos compromisos profesionales a la misma hora y quiere que yo me haga cargo de uno de ellos.

– “¿De qué se trata?”, pregunto.

 -“Tienes que recoger a Leonardo Dantés en su hotel, cenar con él y acompañarle a la sala Royal para que haga la prueba de sonido”.

– “Leonardo Dantés????”.

– “Sí”.

-“El del No cambié????”.

-“Exacto”.

– “El de Crónicas Marcianas????”.

– “El mismo”.

– “Hostias, tú lo que me estás pidiendo es que, durante unas horas, sea el road manager de Leonardo Dantés”.

-“Eso mismo”.

Allí estoy, a la hora acordada, en el hall apenas iluminado del céntrico hotel en el que se aloja. El encargado de recepción le avisa por teléfono y durante unos minutos le espero mientras camino en círculos sobre la alfombra del vestíbulo. No puedo olvidarme de lo mucho que me reía con aquella pandilla de freaks del viejo Crónicas Marcianas. De todos ellos, era Leonardo Dantés el que más gracia me hacía. Me descojonaba con sus canciones simples, sus rimas obvias y aquellas temáticas absurdas. Pero, a pesar de la lejana simpatía, no puedo dejar de sentir cierta inquietud. Tengo que pasar varias horas con él y no tengo muy claro qué tipo de persona resultará ser. ¿Será un freak también en la vida real? ¿Será un tipo engreído y caprichoso? ¿Será un pobre diablo ávido de dinero y reconocimiento? ¿Será un destroyer, un disoluto, un noctambulo pasado de rosca y voraz? No tengo ni idea de lo que voy a encontrar cuando se abran las puertas del ascensor.

Enseguida resulta evidente que Leonardo Dantés es una persona sencilla y educada. Podría ser un prejubilado de banca o el hermano de tu padre o el presidente de tu comunidad de vecinos. Mientras caminamos bajo una lluvia intermitente me cuenta que acaba de llegar de Madrid en autobús, que el día de antes ha tenido un bolo en La Bañeza, León, y que se ha acostado a las siete de la mañana, que apenas ha dormido dos horas y que tan solo se ha comido un sándwich mixto. Enseguida surge el tema de la entrevista que pretendo hacerle. No le parece mal pero, de forma vaga, sugiere que hay cosas de las que no le apetece hablar, que siempre hay bordes que ponen en su boca cosas que a él no le apetece decir… Le explico lo que es El Agitador y le aseguro que a mí tampoco me apetece hablar de lo que a él no le apetezca hablar. “Estás entre amigos”, le digo. “Gracias, tío” responde,  y, por primera vez, sonríe.

De camino, hablamos de sus inicios, de la vuelta a su pueblo, de los Chunguitos, de Tamara, de Tony Genil… En el restaurante ocupamos una mesa discreta al fondo. Mientras atravesamos el local, me siento un poco molesto porque todos nos miran y se sonríen. Han pasado algunos años pero Leonardo sigue teniendo tirón.

¿Decías que habías vuelto a tu pueblo? Sí, ya llevo ya allí seis años. Pensé que nunca volvería a vivir allí y ya ves. Hace unos años decidí volver y estoy muy a gusto.

¿De qué pueblo eres? De San Vicente de Alcántara, provincia de Badajoz.

¿Y cuánto llevabas fuera de él? Me fui con diecisiete años a Madrid porque quería ser artista. Desde pequeño me había sentido inclinado por el arte en todas sus facetas y en mi pueblo no podía llegar a nada.

¿Ya cantabas y componías? Sí. Con quince años me subí a un escenario por primera vez. Quedé entre los primeros en un concurso que organizó un teatro ambulante que pasó por San Vicente.

¿Tenías antecedentes artísticos en la familia? No. Mi padre tenía una fábrica de corcho y a él lo que le hubiera gustado es que yo continuara con ella pero yo lo tenía claro desde pequeñito. A mí lo que me tiraba era el arte.

¿Qué pensaron tus padres de eso? Supongo que no les parecería bien. A ellos les hubiera gustado otra cosa. No me ayudaron pero tampoco hicieron nada para impedírmelo.

¿Te vas a Madrid así, por las buenas? Yo había estudiado el Bachiller y un curso de Auxiliar de Banca. En Madrid lo que quería era cantar donde pudiera e intentar colocar mis canciones pero de entrada sabía que de eso no iba a poder vivir así que entré a trabajar en una empresa como auxiliar administrativo y ahí estuve muchos años.

Estamos hablando de finales de los sesenta. Sí. No te voy a decir el año exacto porque no me gusta hablar de la edad que tengo pero, por ahí. En aquella época era muy difícil vivir de la música. Bueno, ahora también lo es y eso que la gente está mucho más preparada que entonces.

¿Tenías formación musical? No, qué va. Ni siquiera sabía tocar la guitarra. Aprendí mucho más tarde.

Escuchando tu música y viendo para quien has compuesto canciones, lo que se me ocurre pensar es que tus influencias musicales básicas serían la copla, el flamenco y todo eso. Sí, bueno, oía toda esa música. De hecho, yo siempre digo que mi canción preferida de todos los tiempos, ojo, de todos los tiempos, es Ojos Verdes. ¿La conoces?

Sí claro. Pero mis ídolos musicales, la gente a la que yo quería parecerme, eran por un lado El Dúo Dinámico y luego Leo Dan.

A ese último no lo conozco. Leo Dan es argentino. En Youtube puedes ver algún video suyo. Era un cantautor melódico, romántico, que a mí me gustaba mucho.

¿Y cómo podía aspirar a vivir de la música en Madrid, a finales de los sesenta, un chaval de pueblo que quería parecerse al Dúo Dinámico y que ni siquiera sabía tocar la guitarra? Bueno, yo intentaba cantar en festivales benéficos en las emisoras de radio. Antes la radio era de otra manera y siempre había actuaciones y todo eso en las que probar suerte. Lo que pasa es que yo soy una persona muy tímida y mi timidez me ha perjudicado.

¿Tímido tú? Yo pensaba más bien que tenías mucha jeta. Qué va tío. Todo lo contrario. Soy muy serio. A veces demasiado. Soy hipersensible. Me como mucho la cabeza. Eso no me ha ayudado. Hombre, yo tengo sentido del humor y, además, cada vez me río más de mí mismo. Y sí que he ido a por lo que he querido pero no he sido una persona capaz de arrollar.

¿Cuándo te llega el momento? En noviembre de 1973 saqué mi primer disco. Era un disco de esos de dos canciones, una en cada cara. Una de ellas se llamaba “No vale la pena” y llegó a ser número uno de los Cuarenta Principales en Madrid. Era una canción tipo cantautor. Ya luego saqué el segundo, en el que venía una canción que se hizo muy popular en Extremadura, sobre todo por la parte de Badajoz, y que se llamaba “En el viejo bar”. Así estuve bastante tiempo, de baladista, hasta que conocí a otro cantautor extremeño que se llamaba Juan Bautista y había compuesto temas para Manolo Escobar y el Fary. Él estaba muy metido en la rumba y yo me empecé a aficionar. Con él compuse “Por la calle abajo” que fue single de Los Chunguitos en el año 83. Él hizo la música y yo la letra.

Trabajaste mucho con Los Chunguitos. Ellos son de Badajoz capital y yo de un pueblo de la provincia, como ya te he dicho, aunque les conocí ya en Madrid. Les compuse setenta y ocho canciones en total. Algunas famosas como “Carmen” o “Dolores”. También trabajé con los Marismeños o con Lola Flores.

¿Llegaste a tratarla personalmente? Sí, la conocí. Estuve hasta en su casa.

¿Qué tal resultó la experiencia? Muy bien, muy buena relación. Con Juan Bautista le pusimos música a una canción que se llamaba “Fragua y Martillo” cuya letra había compuesto la propia Lola y que cantó en la tele.

Supongo que hay un momento en el que ya puedes plantearte vivir de la música. Yo seguía con mi trabajo de auxiliar administrativo porque ahí tenía la seguridad. Lo que pasa es que yo creo en el destino, ¿tú no?

No mucho. Yo sí. En 1984, la empresa en la que trabajaba se fue a paseo y me quedé sin trabajo y empecé a vivir ya solo de la música.

¿Has conseguido vivir desahogadamente? Bueno, he conseguido vivir de la música que no es poco. Tengo más de seiscientas canciones registradas. Lo que pasa es que es muy difícil vivir solo de los derechos. Por ejemplo, con “No cambié” sí gané dinero. Me fue bien. También he hecho bolos. Aunque ahora, como te digo, está todo muy jodido. He vivido bien, dentro de un orden porque yo soy una persona austera y no tengo vicios. Podría haber hecho más dinero con la música si las cosas hubieran ido de otra manera. Lo que nunca he querido ha sido hacer cosas que se salieran de mi forma de ver la vida.

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¿A qué te refieres? A montajes chungos. A eso siempre dije que no.

Llegas a Madrid queriendo ser un cantautor melódico y acabas componiendo canciones para un grupo cañero como Los Chunguitos… Sí, me queda la espinita de no haber conseguido ser reconocido por mis primeras canciones.

Es que lo tenías muy difícil, en aquella época los cantautores estaban muy politizados, eran los tiempos de la canción protesta ¿no tuviste tú esa tentación? No, eso no es parte de mi personalidad.

Sin embargo fuiste el primer autor español en componer una canción de temática abiertamente homosexual. En aquellos años, eso era también hacer política. Sí, fue en 1978 y era una canción basada en una historia real. Se titulaba “Enamorado de Javier” y el estribillo decía “Miguel Miguel, estás enamorado de Javier” y fue la primera canción homosexual que se hizo en España.

¿Tuviste problemas por ello? No. Hubo emisoras que la prohibieron pero poco más. Era muy pegadiza y a la gente le gustó bastante. Como anécdota te diré que, hasta ese momento, muchas de mis fans eran chicas y que a partir de la canción dejaron de pedirme autógrafos. Creo que fui valiente y que me arriesgué.

¿Tu familia, en el pueblo, también lo entendió? Un amigo del pueblo me dijo que la gente le preguntaba si yo era gay pero poco más. Mi familia no dijo nada. A mi familia lo único que le molestó fue cuando salí con la falda escocesa en Crónicas Marcianas, muchos años después.

Hablas de una espina clavada y de la pena de no haber obtenido reconocimiento como autor y compositor serio. Supongo que aceptas que resulta lógico teniendo en cuenta tu trayectoria posterior. Yo acepto lo que he hecho y no renuncio a nada, lo que yo quiero no es cambiar sino ampliar la imagen que la gente tiene de mí. Es como aquellos cómicos españoles, como Alfredo Landa o José Luis López Vázquez, que, al principio, hacían películas de risa y luego ya hicieron papeles más serios que les consagraron. Quiero que la gente siga viendo mi imagen divertida pero que sepan también que canto boleros o baladas o tangos… No me molesta la visión que tienen de mí, me gusta que la gente se ría y lo pase bien, pero ya te digo que tengo la espinita clavada de que no se me reconozca como un artista de primera.

¿Ni siquiera en tu pueblo? Fíjate, en mi pueblo la gente me aprecia mucho y conocen mi trayectoria, mis canciones de siempre, pero nadie es profeta en su tierra. En Alburquerque, ¿sabes dónde está?

Sí, en Badajoz. Está muy cerca de mi pueblo. Pues en Alburquerque hay una emisora que, además, en 2008 y 2010 dos canciones mías ganaron un concurso que hacen en verano en el que la gente vota y en esa emisora hacen un programa semanal que se llama “San Vicente actualidad” pues, ¿tú te crees que la sintonía que ponen no es mía sino de Soraya, que es de un pueblo de al lado, y además en inglés?

Hombre, Leonardo, tampoco te pongas así… Pero si es que yo le he dedicado canciones a mi pueblo…

Oyendo defender con tanto empeño tu faceta digamos “seria”, me resulta todavía más fascinante la idea de que acabaras metido en todo aquel circo con Tamara, Tony Genil… Bueno, no creas, cuando me fui de mi pueblo ya había compuesto una canción que se llamaba “El baile de las mil caras” que tenía que ver con esa faceta divertida. Siempre me ha gustado la diversión. No creas que solo lo hice por dinero, es parte de mi personalidad.

Sí, pero tuvo que haber un momento en el que decidiste cruzar una línea y reconvertirte. No sé si lo hiciste por dinero o por qué otra razón pero esa línea existió y, una vez cruzada, volver atrás se me antoja complicado. En 1999 empecé a colaborar con “El día después”, aquel programa de fútbol que echaban en el Plus.

Lo recuerdo. Bueno, pues ahí yo cantaba todas las semanas una canción a un futbolista o a temas relacionados con el fútbol y empecé a hacerme famoso. Pero, como te digo, no me molesta ser conocido por esos temas, lo que me molesta es que no me tengan por un verdadero artista, que me tomen por un friki o un oportunista. Tengo clavada la espina de que me tomen por personaje de la tele y no por artista.

Si te sirve de consuelo, a mí me parece que hacer lo que hacías tenía mucho mérito.  Me reía mucho contigo y me parece que hay que tener un par para salir en la tele y exponerse a que luego la gente te conozca y tal. Bueno, gracias.

En serio. La verdad es que la gente guarda buen recuerdo de mi. ¿Te acuerdas de aquel programa que hacía Anabel Alonso en la Sexta que se llamaba “Mucho que perder, poco que ganar”?

Me suena pero no lo veía. Pues en ese programa hice diez videos y Anabel Alonso dijo que yo era uno de los mejores cantautores de España, me comparó con Serrat y con Sabina. Santiago Segura, que estaba allí, dijo: “Certifico que yo también soy un gran admirador de Leonardo Dantés”. Ya hay gente que me toma en serio. En “Tu cara me suena” casi siempre me nombraba Carlos Latre y también Manel Fuentes. Hago galas, la gente me sigue llamando.

En la tele salíais todos como si fuerais una pandilla de adolescentes celebrando que habíais aprobado la selectividad. Parecíais supercolegas. Me acuerdo de ti, de Loly Alvarez, Tony Genil, por supuesto, Arlequín, Tamara… ¿De verdad os llevabais tan bien?  Todos no éramos amigos, con algunos salía en la tele pero luego no hacíamos más vida en común. Yo hoy con Tony Genil y con Arlequín me llevo bien pero tengo una relación muy esporádica. No quedo con ellos ni nada. Y eso que con Tony estuve mucho tiempo sin hablarme.

¿Por qué? Pues porque al tío no se le ocurrió otra cosa, una semana que no tenía nada que contar a los medios de comunicación, que inventarse  que el “No cambié” se lo plagié yo a un conocido, algo totalmente falso. Yo soy muy blando y por eso sigo hablándoles…

¿Quién es en realidad Tony Genil? Tony fue un cantante serio. En 1975 grabó un tema que se llamaba “España cuanto te quiero” con CBS y con ese tema tuvo éxito aunque luego se quedó solo en eso.

¿Y con Tamara? ¿Realmente la relación era tan mala como parecía en la tele? Al principio había buen rollo pero luego rompimos por el “No cambié”. Fue una ruptura profesional y también personal, lo que pasa es que de esto prefiero no hablar…

Vale, no te preocupes. No, es que…

Bien, bien, lo comprendo ¿Cómo era vuestra relación con Javier Sardá? Buena. No había amistad pero sí una relación cordial. Carlos Latre era un tío de puta madre. Me ha imitado un montón de veces…

¿Te arrepientes de aquello? ¿Lo volverías a hacer? Yo nunca me pregunto esas cosas. Tengo claro que ahora no lo volvería a hacer pero arrepentirme… Me arrepiento del culebrón cutre pero ¿arrepentirme de “El baile del pañuelo” o “El miembro viril”? No. Es más, me siento orgulloso. Tengo una anécdota muy buena sobre “El baile del pañuelo”…

Cuéntamela. En “El día después” salía a bailar con unas cintas y hacía aquellos movimientos característicos. Un día iba por la calle y me paró un señor y me dijo ¿es usted el del baile del pañuelo? Y, fíjate, ese error me llevó a componer un éxito.

¿Cuáles son ahora tus proyectos? ¿En qué andas metido? Estoy grabando un disco de rancheras. Canto siete temas de José Alfredo Jiménez, ¿lo conoces?

Sí. Es el autor de “El rey” o “El jinete”. Y canto también otros temas que no son suyos como “Luz de Luna”. El productor es Rafael Rabay, un chaval que ha trabajado con mucha gente muy buena. Es el autor de “Encrucijada” de Marifé de Triana.

¿Cuándo sale el disco? En cuanto podamos grabarlo. Yo creo que en un par de meses. Aunque si se echa el tiempo encima lo dejaré para el otoño porque el verano no parece la mejor época para un disco de rancheras. Esta noche cantaré “El rey” y así aprovecho para presentarlo y que, con ese estilo, la gente amplíe la imagen que tiene de mí. También estoy preparando una nueva versión de “El baile del pañuelo”.

Pareces muy preocupado con la imagen que proyectas en los demás y ya te he dicho que caías muy bien. En general la gente te veía como un tipo algo alocado pero simpático y muy gracioso. Sí, la verdad es que no dejan de llamarme todavía. La gente no me olvida. ¿Sabes cómo me salió el bolo de hoy?

No. En Madrid hay una sala que se llama Gruta 77 que es de jevis. Toqué allí y un chaval de mi pueblo que toca en un grupo que se llama Dixlesia me quiso acompañar en un par de temas en el escenario. Yo creía que iba a ser algo conflictivo pero no. Fue un éxito y me recomendaron a Alberto que me llamó para venir aquí.

Es que, a pesar de que te has esforzado por ser una estrella del “mainstream”,  lo que en realidad has conseguido es ser apreciado por la escena underground. Los rockeros siempre te hemos respetado aunque no hicieras música para nosotros.  Bueno, pues gracias. Yo creo que he pegado porque he sido como un cruce, me he salido de lo corriente.

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En realidad has conseguido llevar a cabo aquel sueño tuyo adolescente de vivir de la música. Quizá no como lo planeaste pero ya sabes que las cosas nunca salen como uno las planea. Sí, en parte he conseguido hacer realidad mi sueño. Solo a medias porque no he conseguido ser respetado como cantautor… tengo esa espinita clavada y nunca me rendiré. Pero pienso en Carmen Sevilla y en Concha Velasco, que lo que querían al principio de sus carreras era ser bailarinas y luego fueron famosas como actrices y no destacaron como bailarinas, y me digo que a mí me ha pasado algo parecido a ellas. Cuando me deprimo, me digo a  mi mismo: no te deprimas porque en el fondo lo has conseguido.

Claro que sí, Leonardo. No te comas la cabeza. La gente te aprecia y tiene buen recuerdo de ti. Conseguiste que nos riéramos un montón y eso no se olvida nunca. Gracias, gracias. Es verdad lo que dices. Tengo un amigo que está muy acostumbrado a ir con famosos y siempre me dice lo mismo: Leonardo, cuando voy contigo la gente se vuelve loca y eso no me pasa con otros famosos.

Tenemos por costumbre en El Agitador terminar las entrevistas con una recomendación por parte del entrevistado. Tienes que elegir una peli, un libro y un disco. Pelicula, “Margarita Gautier”, una película de los años treinta con Greta Garbo y Robert Taylor. Libro: “El Conde de Montecristo”.

Supongo que eso era obvio. Sí, claro. Yo empecé con el nombre artístico de “El trovador” pero lo cambié a Leonardo Dantés por el Conde de Montecristo y porque antes me había enterado de que Leonardo, mi verdadero nombre, significaba “predisposición para el arte”. Ahora me he quitado el acento del apellido. Es Dantes.

¿Por qué? Pues porque hace unos años volví a leer El Conde de Montecristo y ya no significó lo mismo que cuando era joven y decidí cambiarme el apellido.

¿Y el disco? Ya te lo he dicho antes. Mi canción favorita es “Ojos Verdes”.

He pasado casi tres horas charlando de cosas hasta cierto punto íntimas con una persona a la que, antes, solo había visto en la tele. Extraña experiencia. De alguna forma, tengo la sensación de haberle traicionado. Mientras una persona absolutamente entrañable, seria y discreta me otorgaba su confianza hablándome de su vida, de sus éxitos y de sus fracasos, mi mente volaba muy lejos en el tiempo, hasta aquellas noches de “Crónicas Marcianas” en las que esa misma persona se exhibía ante millones de televidentes forzando situaciones que rozaban lo ridículo. Mientras él defendía su condición de autor con la misma energía y autoridad con la que la hubieran defendido John Huston, Fiodor Dostoievski o Nick Cave yo no podía evitar verlo rodeado de Tamaras, Tonys Geniles y Pacos Porras expuesto a las risas del respetable sin ningún pudor. Sentado en aquella mesa, viendo como daba cuenta de un plato de croquetas caseras, de una fajita de pollo al curry y de un tubo de vino con Casera, mientras me hablaba del día en el que se fue del pueblo persiguiendo sus sueños, no podía dejar de pensar que aquel hombre podría perfectamente ser mi amigo o parte de mi familia o mi vecino. Y sin embargo seguía mi mente empeñada en recordarle con sus mofletes colorados y sus peculiares movimientos de cintura entonando el ya mítico “Javier Sardá, eh, eh, Javier Sardá ah, ah”.

Me cayó bien Leonardo Dantés. Me pareció un gran tipo y creo que hasta logró conmoverme con el relato de sus desdichas. La tele nos muestra solo lo que queremos ver y en aquel tiempo Leonardo Dantés no tuvo ningún inconveniente en representar un papel que a todos nos resultó de lo más gracioso a pesar de acabarle confinando, quizá definitivamente, en el cuarto oscuro de la extravagancia. Lo cierto es que detrás de ese tipo de personajes lo que suele esconderse es simplemente alguien que está buscándose la vida. Llego a la conclusión, después de la charla, de que Leonardo Dantés es tan solo uno más de los millones de españoles de su generación que tuvieron que buscarse la vida en un país que cambiaba demasiado deprisa. La mayoría eligieron entre el andamio o la cadena de montaje pero él prefirió la música a pesar de todas las dificultades que su apuesta entrañaba. Diría que al final se ha salido con la suya, aunque en el fondo él no acabe de pensar lo mismo.

Salir del restaurante nos cuesta un buen rato. Son muchas las personas que se levantan de la silla sonriendo y le piden una foto. La mayoría son muy jóvenes. Leonardo atiende a todos con una sonrisa y un movimiento de cabeza algo tímido. Delante de la cámara cambia el gesto y por unos segundos reaparece el Leonardo Dantés golfo de Crónicas Marcianas.

“¿Has visto como la gente te pedía fotos?, le digo

“Bueno, bueno”, responde

“La gente te quiere, Leonardo, y todavía se acuerdan de ti”, añado

“Sí, sí, la verdad es que no puedo  quejarme”, admite

Le dejo en la Sala a tiempo de probar sonido. No puedo quedarme a ver la actuación. Yo me voy a casa y él se queda trabajando. Unas personas trabajamos en unas cosas y otras personas en cosas totalmente diferentes. Unas personas viven de una forma y otras de otra. Vaya obviedad. Ojalá tenga suerte y la gente acabe reconociéndole sus méritos. Creo que yo ya lo he hecho.

Jesús Cirac

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