Desde mi ignorancia                                                                                                                 Daniel Baquer

Las listas cerradas corrigen el error de dejar de votar a alguien por motivos personales, por antipatía, por envidia.  Imaginemos a un empresario de enorme éxito.  ¿sería elegido alcalde?  Probablemente sí, pues quien demuestra en su entorno mas cercano ser capaz de levantar una empresa y proporcionar trabajo a sus vecinos, es valorado.  Ahora bien, a nivel nacional y autonómico, a todos los demás nos puede importar un pimiento lo que ocurre allende lo que alcance nuestra vista.  Y la envidia que tenemos hacia aquellos que tienen lo que queremos nos obligará a no incluirlos en nuestra lista: “Ya tiene bastante el c___o.  Que se dedique a lo suyo y deje además de querer chupar de la política”  Así que las listas cerradas luchan contra el rencor.

El gran defecto de las listas cerradas es que ya nos las dan ordenadas.  Curiosamente, el orden no siempre coincide con lo que yo considero la valía moral y política de los candidatos.  Y ahí, en el anonimato, entre la multitud, siempre pasa algo de destrío.  Parece que tenga que ser un defecto asumible.  No sé yo.

Pero por otro lado, las listas cerradas implican un cumplimiento estricto del programa y de las ideas, liberales o no, de cada grupo político.  Hagan el favor de no reírse.  Las listas cerradas, iba diciendo, conllevan una estrictísima disciplina de voto, nos guste o no.  Y para mí, en el fondo, es importante.  Porque no podemos votar a las personas, ya que no suelen generarnos confianza.  A los hechos me remito.  Votamos, pues, amparados en listas cerradas, a los partidos, a las ideas de los partidos.  No a las ideas de las personas que rellenan las listas.  Así que mientras haya listas cerradas, esos políticos cuyas tres palabras que los definen omito por decoro, deben acatar la disciplina de voto o dejar esas filas.  Porque, les guste o no, forman parte de una cadena de montaje, igual que usted y que yo.  Y les hemos contratado con la promesa de cumplir unas determinadas políticas.  Y si no están de acuerdo, que se vayan.  Que se salgan del sistema.  Que nosotros hacemos lo que tenemos que hacer.  Y si no, puerta.  Pues ellos también.  Que tomen ejemplo del Señor Pimentel.  Una de las pocas manzanas que han demostrado estar sanas a nivel nacional desde el año 1990.

Al menos las listas cerradas nos sirven para saber lo que va a hacer cada uno de nuestros electos.  Aunque a ellos se les llene la boca diciendo: el pueblo me ha elegido; eso es mentira: el pueblo ha elegido una lista en la que iban ellos dentro.  Ya se sabe que a veces la novia lleva regalo.

LISTAS CERRADAS

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