Lo que siempre quiso saber sobre los rayos y nunca se atrevió a preguntar

            Algunas curiosidades sobre los rayos

          Muchas personas desconocen que hay detrás de esa descarga electrostática natural que denominamos con el nombre de rayo, pues existe todo un mundo repleto de leyendas, historias, cuestiones desconocidas que siguen investigándose por los científicos, así como un complejo vocabulario repleto de términos…, que en su conjunto ayudan a que la ceraunología (disciplina especializada de la meteorología encargada del análisis de los rayos), siga siendo un campo de estudio con especial interés por la búsqueda de nuevas revelaciones.

            Una de las dudas que mayor protagonismo cobra entre las personas, es la de saber que probabilidad tiene un individuo de sufrir el impacto de un rayo a lo largo de su vida. Lo cierto es que las posibilidades son muy bajas, puesto que se estima que éstas son de 1 entre 220.000-300.000 aprox., un baremo que depende a su vez de muchos factores, como el de en que zona del planeta nos encontremos (ya que el grado de riesgo no será igual en latitudes polares que en zonas de enorme actividad, como sucede en Florida), o también, el espacio al que uno se expone durante el transcurso de una tormenta eléctrica, pues no es un fenómeno casual que las gentes que pasan más tiempo al aire libre (es el caso de los pastores), fueran antaño en nuestro país los individuos con más posibilidades de ser alcanzados por un rayo. De ahí que desde milenios atrás, nacieran tradiciones y creencias, que irían derivando hacia la búsqueda de amuletos protectores dentro de este gremio.

            “Una descarga eléctrica originada por una tormenta puede viajar hasta 30 kms de distancia de su origen (menos de 1,5 kms en el caso de los rayos y hasta 30 kms en el caso de los relámpagos), a una temperatura de 25.000º a 30.000º C, con una potencia de 100-150 millones de voltios, una intensidad de 20.000 amperios y una velocidad de 140.000 km/sg. Si además se producen descargas sucesivas, éstas caen a una media de 1,8 kms de distancia de separación entre ellas, siendo de 40 mts la extensión que pueden llegar a afectar” (Aparicio, 2004, 3).

            Evidentemente la caída de un rayo puede ser mortal, aunque también en muchas ocasiones se consigue  sobrevivir, lo que dependerá de la zona de nuestro organismo por la que éste entre, no obstante, muchos de aquellos que consiguen superar sus daños, en ocasiones el impacto puede dejarles secuelas durante el resto de su vida, ya que como resultado del voltaje que contiene la descarga eléctrica, se llegan a producir graves alteraciones en su sistema nervioso.

            Seguramente a más de uno le resultará familiar la famosa regla del 30-30, y que viene a decir como en el supuesto de que nos atrape una tormenta, si una persona ve que transcurren menos de 30 segundos desde la caída de un rayo hasta oírse el trueno, éste necesita refugiarse en algún lugar seguro. A partir de ese momento, el individuo deberá permanecer a salvo, hasta que transcurran otros 30 minutos desde el último trueno que éste escuche, pues ello será indicativo de que la tormenta se encuentra a una distancia lo suficientemente segura.

            Dicho esto, y teniendo en cuenta esta recomendación popular, debe de partirse de una serie de consejos, que hemos extraído de un artículo publicado en ABC, que ayudarían a una persona a disminuir el riesgo de ser alcanzado por un rayo en el supuesto de que una tormenta le sorprenda, de ahí que sea necesario saber que ante la aparición de un evento de este tipo, uno tiene que “abandonar las partes altas de colinas, cerros y lomas; no buscar refugio bajo los árboles solitarios; abandonar las zonas bajas de los valles; alejarse de alambradas, verjas y cualquier tipo de objetos metálicos; ponerse de cuclillas, con los pies juntos y los brazos cruzados sobre las rodillas de modo que la cabeza quede entre los brazos, no tocar objetos metálicos, o si se está yendo en bicicleta, ésta debe abandonarse o alejarnos de ella; lo mismo con la caña de pescar en el caso de que nos sorprenda realizando dicha actividad; o también jugando al golf. Si la tormenta nos sorprende bañándonos en una piscina, río o playa, debe de abandonarse inmediatamente el agua. Por último, no debe buscarse refugio en construcciones inestables, graneros, hangares, cobertizos ni tiendas de campaña” (ABC, 2012).

            Si no se dispone de información por satélite que nos ayude a predecir la ocurrencia de una tormenta, es interesante saber que “la formación de las tormentas es delatada por la existencia de la nubosidad típica que las precede los cumulus castellanus, nubes con forma de almenas a gran altitud que se forman principalmente a primeras horas de la mañana” (Areitio, 8).

            Durante los meses de primavera y verano, nos encontramos en el período álgido de las lluvias de tipo convectivo, cuando debido al ascenso del aire húmedo y cálido (motivado por las altas temperaturas a las que está expuesto el medio), se generan potentes cumulonimbos, que en cuestión de escaso tiempo, pueden dejar lluvias violentas, que vienen acompañadas con la caída de bastantes rayos.

            “En España, el 75% de los rayos que caen al año lo hacen entre los meses de junio y septiembre” (Aparicio, 2004, 3).

            Estas lluvias veraniegas no tienen un horario concreto, ya que las podemos ver tanto de día como de noche, no obstante, si que hay una mayor posibilidad de que se generen al entrar la tarde (tal y como suceden en el caso de Vinaròs), puesto que en este llano costero, los rayos solares inciden de modo efectivo desde las primeras horas del día sobre la franja continental, de ahí que nos encontramos con modestos terrenos de cultivos dominados por naranjos, que acaban integrándose hasta la línea del mar, el cual también se ve afectado por el mismo proceso y que contribuye de manera decisiva a la hora de alimentar su desarrollo. Con el transcurso del día el ambiente se va calentado hasta  que se crean unas columnas de aire caliente que acaban ascendiendo rápidamente por el enfriamiento al que se somete el entorno, con la consiguiente condensación y formación de esas nubes de tormenta.

            Areitio nos ofrece cifras de interés sobre la gravedad de los rayos en la Península Ibérica, así  por “norma general el 30% de los impactos por rayo resultan ser mortales y deja secuelas en el 75% de los supervivientes. Anualmente se producen en España del orden de 0.6 fulminados por rayo por cada millón de habitantes. Este valor es dos veces superior al registrado en los Estados Unidos, donde de entre los fallecimientos debidos a fenómenos meteorológicos, los causados por el rayo (27%) superan a los causados por tornados (23%) y huracanes (8%)” (Areitio,7).

            En lo que respecta a su tipología, vemos como además de los nube-tierra y nube-nube, existen otras variedades, entre las que cabe destacar el curioso rayo de bola o rayo globular. Una especie de esfera luminosa que se puede dar durante la aparición de una tormenta, y que desde siglos atrás ya se documenta e incluso se ilustra en grabados de la época. En la actualidad este fenómeno sigue siendo un enigma que se encuentra en fase de investigación, ya que no se han podido establecer elementos concluyentes sobre su génesis y desarrollo.

            Se estima que su probabilidad de apariencia es de una vez por cada 90.000-120.000 rayos caídos, cifra que nos alerta sobre la extrema dificultad de poder observarlo y consecuente manera de conseguir estudiarlo.

            Por lo demás, parece ser que su tonalidad habitualmente abarca una escala de colores cálidos que van desde el rojo, rosado y amarillo, aunque también se ha hablado de azul, verde e incluso negro en determinadas situaciones.

            Respecto a su tamaño, puede llegar a “alcanzar el tamaño de una pelota de fútbol. En algunas ocasiones aparecen varios de ellos formando un rosario. A veces desaparecen escuchándose un estallido y otras veces lo hacen silenciosamente” (Geraldina, 2002, 6).

            Parece ser que éste dispone de varios segundos, a lo largo de los que deja un intenso rastro oloroso, posiblemente por su hipotético contenido en ozono o azufre, hasta que finalmente desaparece. En este sentido, se dice que en ocasiones ello puede suceder de forma violenta, causando una fuerte explosión.

            Su trayectoria no obedece a un patrón general, y por lo tanto, múltiples testimonios hablan de trayectorias rectas, en zig-zag e incluso en espiral.

            La zona en la que pueden entrar en contacto con una vivienda, puede ir desde una ventana, una chimenea así como mosquiteras y otro tipo de accesos que conecten el interior y exterior de la vivienda.

            Por normal general, los rayos bola suelen aparecer en momentos anteriores o posteriores de una tormenta, o simplemente en el mismo desarrollo de ésta. Aunque se sabe de la existencia de casos en los que se ha llegado ha mencionar su detección en momentos de una situación de estabilidad, durante los que no había ningún tipo de tormenta, de ahí que dentro de este ámbito entren múltiples teorías e hipótesis, que complican la verdadera génesis y comportamiento de este fenómeno eléctrico, del que en la actualidad sabemos muy pocos datos que nos ayuden a conocerlo mucho mejor.

 David Gómez de Mora

           Rayo

Bibliografía:

* ABC, archivo-ciencia (2012). ¿Qué ocurre si te alcanza un rayo?: consejos para protegerse. 7-5-2012

* Aparicio Florido, J. A. (2004). Rayos y relámpagos. Las emergencias, 5pp.

* Areitio Piedra. J. Rayos y tormentas. Divulgameteo, 9 pp.

* Geraldina T. Golup (2002). Tormentas eléctricas, rayos y parrayos. Facultad de ciencias exactas, ingeniería y agrimensura – UNR. Escuela de ciencias exactas y naturales. Departamento de Física. Física III, 12 pp.

* Gómez de Mora, D. (2013). Los rayos. Taller de meteorología. A.G.M. Fil. Fot. 045-B

 

 

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