Miguel Ibañez. Librero en Alcañiz. «A mí lo que me apetece es vender los libros que me gustan»

Miguel Ibáñez Milien                                                                                                                 Librería Miguel Ibáñez. Alcañiz

Se ha convertido en algo parecido a un ritual. Desde hace muchos años, cada vez que visito Alcañiz, me acerco a la Librería Miguel Ibáñez y pillo un par de libros. A veces la visita es, inevitablemente, rápida y tengo que ir a lo seguro. Autores o títulos conocidos cogidos casi al vuelo, paso rápido por caja y adiós, hasta la próxima. Otras veces la visita es, placenteramente, lenta y dispongo de tiempo para hacer lo que suele hacerse en las librerías: hurgar entre los montones de libros a la busca de algo que nos sorprenda, nos ilustre o nos conmueva. Esas son las mejores. Un lugar tranquilo, buena selección de libros, ninguna prisa. Me gusta la Librería Miguel Ibáñez, es una de mis favoritas en el mundo mundial. La última de mis visitas tuvo lugar hace no muchos días. Fue de las lentas. Pude perder un buen rato yendo adelante y atrás, manoseando, dudando, leyendo prólogos y traseras. Finalmente me hice con dos libros. Autores extranjeros. Uno joven y uno veterano. Uno debutante y otro consagrado. Han resultado ser dos buenas elecciones. Al ir a pagar se me ocurrió una idea: ¿Por qué no entrevistar al propietario de la librería para El Agitador? ¿Hay, acaso, algo más heroico que vivir de vender libros en una ciudad pequeña como Alcañiz?  ¿Hay algo que agite más que un buen libro o un buen librero?

Con la que está cayendo en general, con lo poco que se lee en España, con la eterna crisis del sector, con la competencia del e-book y las tabletas, ¿qué hace un tipo como tú vendiendo libros en un sitio como este? (risas) Intentar vivir de lo que me gusta en mi ciudad.

Cuéntanos donde y como empezaste. Digamos que yo siempre he sido un lector bastante activo. Me ha gustado la literatura y he leído bastante. En un momento dado, y por motivos que tampoco vienen al caso, dejé el Bachillerato, que cursaba aquí en Alcañiz, y empecé a plantearme qué hacer con mi vida. Era muy joven y no tenía ninguna vocación profesional clara. Me gustaba leer, militaba en política y, más allá de eso, no tenía grandes aspiraciones. Lo que sí recuerdo es que mantenía una actividad cultural muy viva a nivel de amigos y tal. Nos gustaba leer, hablar de libros… Recuerdo que íbamos a Caspe a la librería El Globo a comprar y alucinábamos porque tenía mucho nivel. Estaban los libros de la editorial Ruedo Ibérico y a mi me parecía que aquello era la leche. Mi cuñado era profesor y me aconsejó que si no sabía muy bien qué hacer montase una librería, que era lo que me gustaba. Con la ayuda de mi padre me puse manos a la obra y aquí estamos.

Yo era un crío entonces pero también recuerdo muy bien El Globo. Ahí me inicié como comprador de libros. Era un pedazo de librería. ¿Cuántos años han pasado desde entonces? Abrí en febrero de 1984. O sea que hace veintiocho años. Yo entonces tenía veintitrés.

¿Y siempre has estado en el mismo local? No, no. Este edificio ni siquiera existía. Empecé en una cochera en la Ronda de Belchite.

¿Desde el principio apostaste por el libro digamos, de calidad? Sí, tenía claro que quería ser librero y que quería vender libros de autor. Vendo de todo, está claro, y además creo que debo hacerlo y que está bien, pero lo que me apetecía era vender los libros que a mí me gustaban.

Difícil apuesta. Sí, muy difícil, pero me ha salido bien. Sin hacerme rico, trabajando, llevo muchos años viviendo del libro, de lo que me gusta.

Eres, pues, un hombre con suerte. Sí, se puede decir así. 

Cual es el perfil medio del comprador de libros en una ciudad como Alcañiz. No hay un perfil medio definido. De hecho, ya te he comentado que vendo de todo. Lo que sí tengo es clientes fijos que son buenos lectores, que compran regularmente y tienen buen criterio. Viene también mucha gente de la comarca. Lo que quizá se me resiste son los jóvenes. Los jóvenes apenas compran libros.

Seguramente lo que define a un buen librero son, precisamente, sus clientes. Hablemos de ellos. Dos de mis mejores clientes, que además no se conocen entre sí, empezaron a frecuentar la librería hace muchos años. Ambos eran lectores de comics y ciencia ficción. Exclusivamente. Me acuerdo que un día les dije a ambos que ya que leían tanto quizá debieran probar otras cosas. Me hicieron caso, conseguí introducirles en otro tipo de lecturas y hoy son auténticos devoradores de literatura, con un gusto exquisito. Me acuerdo también de un médico anestesista que trabajaba en el Hospital. Ocurrió algo parecido. Apenas leía y yo empecé a recomendarle libros. Él aceptó mis consejos y hoy me da mil vueltas como lector.

Ejerces, pues, un cierto magisterio sobre tus clientes. Sí, hay gente que se deja aconsejar y ese es uno de los aspectos más satisfactorios de este negocio. Recuerdo también a otro cliente que un día entró por la puerta y yo creía que era un vagabundo que iba pidiendo, tal era su aspecto. Pero me equivoqué, no venía a pedir, venía a comprar. Me acuerdo que, un poco azorado, le pregunté cuales eran los últimos libros que había leído para ver un poco qué le podía recomendar. Me respondió que “La Cartuja de Parma” (de Stendhal) y que, además, le había gustado mucho. Me dejó totalmente descolocado. Durante mucho tiempo fue un buen cliente. Recuerdo que estuvimos mucho tiempo carteándonos. 

¿Ese magisterio del que hablamos se prolonga de alguna manera fuera de los muros de la tienda? ¿Despliegas alguna otra actividad relacionada con la lectura? Todas las semanas tengo un mini espacio en Radio La Comarca, de unos diez minutos, en el que hablo de libros. Es cada jueves a la una y cuarto del mediodía.

¿Cuál es el último libro del que has hablado en el programa? Recientemente he hablado de las colaboraciones que durante más de veinte años Jorge Luis Borges publicó en la revista femenina “El Hogar”. Imagínate a Borges, el gran intelectual, publicando en una revista como el “Hola” o el “Diez Minutos”. Hablándole de libros orientales y sagas nórdicas a amas de casa y costureras.

Eso dice mucho de él. Sí. Él sabía que era minoritario y que aquel no era precisamente su lugar pero aún así decidió publicar allí y hacerlo en su tono habitual. Era una forma de respetar a sus lectoras.

Algo parecido a ti en tu programa. Estarás de acuerdo en que Borges no es precisamente literatura popular. Bueno, como él, yo apuesto por hablarle a la gente normal de cosas minoritarias y, a priori, poco conocidas pero creo que es la mejor forma de engancharla, hablarle con sinceridad, sin miedo, porque a la literatura no hay que tenerle ningún miedo. En cuanto a lo de la literatura popular, creo que mucha de la mejor literatura popular tenía un enorme nivel. Muchos de los grandes títulos de la Historia de la Literatura eran obras dirigidas al gran público que el gran público supo apreciar. Dickens, Stefan Zweig o Blasco Ibáñez eran grandes escritores a los que el público adoraba y que, además, ganaron mucho dinero con su trabajo.

Estamos en la vieja polémica acerca de los best-sellers. Recuerdo haber leído a muchos autores considerados como best-sellers que tenían un enorme nivel y que me gustaban mucho. Todas aquellas novelas de Frederick Forsyth, Papillón…Hasta a John Le Carré se le consideraba autor de best-sellers. Hoy en cambio creo que el nivel está mucho más bajo. Estoy de acuerdo contigo. A mi también me gustaban esos escritores y esos libros de los que hablas. Pero vuelvo a lo de antes. Blasco Ibáñez escribió una novela, “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”, que se podía encontrar en casi todos los hogares de Estados Unidos. Era muy famosa allí y también en Argentina y muchos otros países de Latinoamérica. Eran best-sellers pero si los lees hoy, después de tantos años, todavía te impresionan. Hace poco hablé en la radio de la publicación de “El papa del mar” de Blasco Ibáñez dentro de la colección “Historia Novelada del Reino”. Es una novela histórica, publicada en 1925, sobre el Papa Luna. Es magnífica. Y, sin embargo, Blasco es casi un olvidado. Lo mismo que Chaves Nogales hasta hace un par de años. Hay demasiadas cosas que están fuera de las modas y que merecen mucho la pena.

¿Y qué lee un librero? No sé los demás (ríe) Yo suelo leer ficción y también poesía, algo de filosofía y apenas ningún ensayo.

Hablemos de autores. Leo tanto a españoles como extranjeros. De España, me encanta Galdós, de quien estoy leyendo ahora mismo los “Episodios Nacionales” con mucho placer. De entre los extranjeros me quedo con muchos, con Borges, Stevenson, Joseph Roth, Thomas Bernhard, últimamente me ha dado por volver a Tolstoi. Acabo de leer a Leo Perutz, un escritor de novela fantástica que fue muy alabado por Borges, y al mexicano Francisco Tario, un autor absolutamente raro al que acaba de editar en España la editorial Atalanta y que recomiendo a todo el mundo.

Vaya, todos están muertos. Si, la verdad es que no suelo leer mucha literatura de hoy. Hay demasiadas cosas donde elegir y prefiero lo de antes. Si tengo que nombrar a algún escritor de hoy, citaré a Peter Handke, por ejemplo.

Cuatro austriacos, o austrohúngaros. Si, bueno, yo creo que es una coincidencia.

¿Viviendo permanentemente rodeado de libros, cómo has logrado forjar un criterio literario concreto, como te guías en un mundo tan absolutamente abierto e inabarcable? Está claro que me formé como lector en la librería. Yo creo que es necesario darle un orden a las lecturas. Hay que sistematizar para saber qué es lo que estás leyendo y porqué eso que lees es así y no de otra manera. Conocer lo que lees te permite sacarle mucho más partido. Cuando llegué a aceptar esto, hace ya mucho tiempo, lo que hice fue leerme la Historia y Crítica de la Literatura Española de Francisco Rico.

¿Los tropecientos volúmenes? ¿Y qué hiciste después, si es que todavía te quedaba energía para hacer algo? Luego decidí comenzar mis lecturas de forma cronológica (risas) 

Antes de despedirnos, tendrás que recomendarnos un libro, una peli y un disco. Película: “El hombre que pudo reinar” de John Huston, con Sean Connery y Michael Caine, basada además en un relato de Kipling.

La conozco. Es una de mis pelis favoritas. Libro: Guerra y Paz de Tolstoi y disco, ese de los Beatles en el que sale Octopus’s Garden…

Abbey Road. Ese.

Hubiéramos podido estar charlando durante horas pero los dos teníamos prisa, a los dos nos esperaban en otros sitios. Lo pasé bien hablando con Miguel Ibáñez y creo que también él se divirtió. Me llevé la impresión de que es un buen tipo aunque apenas lea a autores vivos. Tendré que volver por su librería. Como siempre, si voy con prisa seré conservador en mi elección y si dispongo de tiempo podré entretenerme rebuscando entre las pilas de libros y arriesgarme a descubrir nuevos autores que, a su vez, me llevarán a otros autores y a otros libros también nuevos y quien sabe si atractivos. Es lo que tienen las librerías. Creo que también aprovecharé para preguntarle por esa canción de los Beatles que parece gustarle tanto, la única, junto a Don’t pass me by, que compuso Ringo Starr en un porrón de años.

 

Jesús Cirac

 

 

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