Olba: crónica de la inhumación y homenaje a 4 soldados de la República

Casi no estaban puestas las calles, y nosotros ya montábamos en el coche, rumbo al sur de Teruel. Nuestro destino, Olba, una villa preciosa engastada a los pies del rio Mijares. Allí nos esperaba Santiago Carcas, responsable de la Asociación por la Recuperación de los Desaparecidos en el Franquismo (ARDF), para iniciarnos en una emotiva labor: darles un entierro digno a cuatro de aquellos soldados que lucharon por la libertad durante la guerra civil española.

El viaje no se hizo demasiado largo, a pesar de los algo más de 200 kilómetros que separan Caspe con la villa turolense y la falta de sueño por el madrugazo que nos habíamos pegado. Así que, casi sin enterarnos, llegamos al municipio de Olba; éste consta de un núcleo capitalino y 11 barrios periféricos (creo recordar). Estos barrios tienen como nombres los apellidos de las familias que allí vivieron. Algunos de esos barrios son: Los Giles, Los García, Los Moyas o Los Ramones. (Sobre Los Ramones hay que contar, que sus habitantes más veteranos estaban un tanto indignados, ya que la señal  de la entrada de la población la habían robado unas cuantas veces y no entendían el porqué, hasta que los más jovenzanos del lugar les explicaron el motivo de tal cadena de robos: fetichismo rockero…)

Olba, en su conjunto, ofrece un paisaje espectacular. El núcleo urbano es sencillo, acogedor. Llegados allí, lo primero que hicimos fue buscar algún lugar donde tomarnos un cafecito. Encarna, una de esas baristas de pueblo pequeño, campechana, charradora, una reina detrás de la barra de su bar, (Bar Chicuto) y allí nos encontramos a Santiago con cuatro amigos (Coral, Maia, Ramón y Rusó) que envolverían la ceremonia de inhumación con su dulce arte. Tras el café y las presentaciones nos pusimos manos a la obra.

Nuestra idea era colaborar en todo lo que fuera necesario durante el acto, queríamos formar parte de él, y Santiago con la gran capacidad de organización que posee, enseguida nos buscó faena. Le acompañamos a un local municipal, un antiguo horno, donde se encontraban los cuatro ataúdes y las flores, y tras ultimar los preparativos previos al acto, nos dijo que nosotros nos ocuparíamos de transportar los cuatro pequeños féretros.

La exhumación de los restos de los 4 soldados republicanos duro 45 días, divididos en 2 fases. La primera de ellas comenzó el 29 de Marzo y acabo el 27 de Abril. Se hallaron 2 restos mortales, uno en la trinchera “La Redonda” y el otro en el barranco “el Santo”. La segunda, con un nuevo equipo, comenzó el 19 de mayo y concluyo el 26 de ese mismo mes. El testigo Roque Moya fue clave para el éxito de estas excavaciones. Posteriormente, en laboratorio, se procedió a realizar el estudio antropológico de los restos mortales y la muestra de ADN de los mismos; es complicado pero quizá, algún día, un familiar de los soldados pueda comparar su ADN con el de uno de los 4 soldados que hoy siguen sin nombre.

Con todo ya preparado y tras la llegada de Filip (el fotógrafo), nos vamos camino al cementerio para dar comienzo al sepelio. Colocamos la mesa, la cubrimos con la tricolor y nos vamos a buscar los ataúdes para dejarlos sobre ella.  A la derecha  del catafalco, Rusó con la guitarra y  Maia con el violín hacen sonar el himno de Riego. A la izquierda Santiago, preparado para leer una breve introducción al acto.

Ramón le siguió recitando un bonito poema, que escribió dentro de una de las fosas durante la exhumación…

Corro aprisa a través
de los campos de vid,
las balas silban como el cierzo
que me verá morir.
El sudor se mezcla
con la sangre de las heridas,
me deshago de los cartuchos Mosin Nagant
y de las granadas de mano.
Tengo que correr más.
Se pone el sol
detrás de las peñas,
mis ojos se nublan,
y siento agujas de pólvora
punzando mi espalda
inexplicable de rojo.
Mis compañeros me animan
Desde el otro lado de la trinchera;
la salvación es el adiós
a mis padres, a mis amigos, a Olba.
Me arrastran manos
algunas más jóvenes que las mías
a través de los muros de caliza,
no puedo vivir más.
Al poco,
logro abrir los párpados,
mis pupilas enfocan el cañón
de un fusil apuntándome.
Y resto en un adiós
de metros cúbicos de tierra
durante 74 años para
poder ver otra vez
al fin hoy,
la luz,
gracias.

Tras él, Coral hizo lo mismo con un poema firmado por Cloti Guzzo…

A las 11 de la mañana,
una nube  de muerte
se cierne en el cielo.
Un cordel de cordero.
A las 9 de la mañana.
Un tren, un barco, un camino cerrado.
Una frontera
Una  flor,
Un pañuelo blanco.
Una lagrima roja.
Un camino cerrado.
Y un barco,
Una frontera,
Una flor,
Una maleta de cuero,
Papeles  amarillos,
Tic tac,
De máquina de escribir.
Guerra y exilio.
Caminos cerrados,
¿Qué es un exilio?
Y tú tan lejos,
Túnez, Argelia, Madrid, Murcia,
Negrín, México, Tánger.
Y tú
Tú,  tan lejos…
Unos niños  pequeñitos,
Un tren,
Una flor,
Pasaportes,
Vigilancia,
Los Puñitos  cerrados,
No, no,
Los puñitos cerrados NO!!!
Una madre,
Abriendo desesperadamente
sus manitas,
Cara al sol mi niño, Cara al sol, AURORA,
Cara al sol.
Abre el puñito
Abre el puñito
Ábrelo, ábrelo, ábrelo!!!!
Mi cielo….
Abre el puñito mi niño,
Haré jabón de colores
Que olerán a ropa limpia
Mientras  mis cartas no llegan,
Abre el puñito
mi niño
lejana está la madrugada,
lejano el aire que respiro,
lejana esta cloaca
en la que vivo,
y tú tan lejos…

Estas fueron algunas de las bonitas palabras que allí se declamaron al son de una dulce canción, oficiando una ceremonia laica, tremendamente emotiva. Testimonios estremecedores se oyeron también entre los asistentes como el de Aurora o el de  Agustín,  un veterano de la guerra, que con lágrimas en los ojos aseguró que él podría haber sido uno de ellos. Tras la lectura de las poesías, cogimos de nuevo los féretros y los acompañamos hasta el lugar donde el alguacil les daría sepultura. El rito continúo con la danza de Coral y finalizó con la colocación de claveles con los colores republicanos por parte de los asistentes.

Responsabilidad, tensión, emoción, tristeza y satisfacción es el resumen de lo que allí vivimos. Sin duda una gran experiencia.

Al acabar y tras recogerlo todo, nos fuimos a comer a “Los Maños” todos los que colaboramos a lo largo de la jornada. Comida, tertulia, música, danza y de nuevo al coche para volver a Caspe.

Lamentablemente, nos tememos que pasará mucho tiempo hasta que podamos asistir a otra jornada como la de Olba. El Gobierno elimina en 2013 el presupuesto para memoria histórica, acabando así con la financiación de exhumaciones:

http://www.publico.es/espana/443160/el-gobierno-elimina-en-2013-el-presupuesto-para-memoria-historica

Pero lo que nadie podrá quitarnos es aquel día, en Olba; una jornada que acabó de vuelta en nuestra ciudad, tremendamente satisfechos. Un día que quedará grabado por siempre en nuestro recuerdo.

Nestor Pascual

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