Oscar Niemeyer. Arquitecto, comunista, brasileño.

Vida entre tres músicas

El pasado cinco de diciembre moría Oscar Niemeyer a los ciento cuatro años de edad, tan sólo diez días antes de cumplir los ciento cinco. Analizar los hechos ocurridos entre el momento de su muerte y el de su entierro nos puede proporcionar las claves para comprender lo singular de su personalidad.

Oscar Niemeyer en su estudio. Traducción del texto de la fotografía: “Arquitectura… Lo importante es la vida, los amigos, este mundo injusto que debemos modificar.”
Oscar Niemeyer en su estudio. Traducción del texto de la fotografía: “Arquitectura… Lo importante es la vida, los amigos, este mundo injusto que debemos modificar.”

La misma noche de su fallecimiento, el cuerpo de Niemeyer es trasladado desde Río de Janeiro hasta Brasilia, concretamente al Palacio de Planalto, donde recibe honores de Funeral de Estado. Dentro de la historia de Brasil es la primera vez que un ciudadano no político recibe ese tratamiento. Una vez homenajeado por las altas instituciones y personalidades del país, su cuerpo es devuelto a Río, trasportado por miembros del Cuerpo de Bomberos. En memoria de Niemeyer, ateo confeso y militante, se oficia en el cementerio de Botafogo una ceremonia ecuménica encabezada por un sacerdote católico, un pastor protestante y un rabino. Al término de la misma, el público asistente entona espontáneamente la Internacional. Más tarde, la Banda Ipanema, un bloco de carnaval del que Niemeyer era patrono, hace sonar los temas Carinhoso y Cidade Maravilhosa. El primero es un choro, un tipo de música que se encuentra a caballo entre el samba y el ragtime, compuesto por otro de los grandes de la cultura brasileña, Pixinguinha. Es la canción con la que se identifica cualquier brasileño, aquella que todo el mundo ha cantado alguna vez en la ducha. Cidade Maravilhosa,  es una marcinha de carnaval y el himno oficioso de la ciudad de Río de Janeiro. El compendio de estas tres músicas expresa la vida y la personalidad de un hombre que consiguió ser reflejo de un tiempo, de un país y de una ciudad.

Niemeyer militó en el Partido Comunista Brasileño desde los treinta y siete años hasta los noventa, cuando decidió abandonar la militancia por discrepancias con su dirección debidas a lo que él interpretaba como un abandono de la raíz marxista leninista. Fue amigo personal de grandes personajes del siglo XX como Malraux, Sartre o Castro. Su ideología le llevó al exilio cuando los militares tomaron el poder del país tras el golpe de estado de 1964.

Museo de Arte Contemporánea (MAC). Niteroi, Río de Janeiro
Museo de Arte Contemporánea (MAC). Niteroi, Río de Janeiro

Hablar de Brasil, y concretamente de la cultura brasileña, supone esforzarse por entender a un pueblo que es capaz de equiparar dentro de las altas esferas del arte y de la cultura a virtuosos y eruditos con artistas de la llamada cultura popular. Dentro del Olimpo de los dioses de la cultura brasileña conviven representantes de la primera modernidad como los pintores Tarsilia de Amaral o Candido Portinari, poetas como Mario de Andrade o compositores como Villalobos, con músicos populares como Tom Jobim, Joâo Gilberto o Cartola e incluso deportistas como Garrincha y Pelé. Son estas dos corrientes, la culta y la popular, las que se funden en la vida y la obra de Niemeyer.

Río de Janeiro, y en concreto la esencia del carioca, era una de las características determinantes de su carácter vital y hedonista. En una entrevista, con motivo de su centésimo aniversario, tan sólo un año después de casarse con su última mujer, resumía su forma de vivir con la frase “La vida es un soplo”. En su despacho de la Avenida Atlántica, frente a la playa de Copacabana celebraba semanalmente tertulias en las que se hablaba de filosofía y biología o fiestas donde se cantaba y bebía copiosamente.

Y además de todo esto, Oscar Niemeyer era arquitecto.

De tardía vocación, ya que comienza los estudios estando ya casado, con veintiún años, es difícil analizar su dilatada trayectoria como arquitecto sin resaltar hechos concretos. Cronológicamente, el primero de ellos es la colaboración en la construcción del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) de Río de Janeiro, diseñado por Le Corbusier, primer edificio en altura del movimiento Moderno. A partir de ahí vendrían las propuestas para Pampulha en Belo Horizonte, donde marca las primeras líneas de su estilo y entabla relación con el Gobernador del estado de Minas Gerais, Juscelino Kubitscheck. Más tarde Kubitscheck será Presidente de la República y, como tal, promoverá la creación de la nueva capital: Brasilia. Probablemente las construcciones en Brasilia sean las obras más reconocidas de Niemeyer. La ciudad, inaugurada en 1958, coincide con un momento de desarrollo económico y social del país. La Era JK, bajo el lema “cincuenta años en cinco” encuentra reflejo en los edificios que el arquitecto proyecta. El Palacio de la Alborada, el de Planalto, la Explanada de los Ministerios, la Catedral o la Plaza de los Tres Poderes son muestras singulares de la utopía moderna construida.

Sede del Partido Comunista francés. París.
Sede del Partido Comunista francés. París.

Después llegará el exilio de más de dos décadas, época en que proyecta la sede del Partido Comunista Francés o la Universidad de Argel. Y de nuevo, la vuelta a Río, donde con cerca de ochenta años reabre su estudio. De esta última etapa, en la que el Niemeyer arquitecto y el Niemeyer personaje se funden en uno para alcanzar la universalidad, destaca el MAC (Museo de Arte Contemporanea) de Niteroi. Y así, hasta su muerte, trabajos en su fase más internacional: Avilés, Londres, Caracas, Buenos Aires…

El legado y la influencia de su obra son complejos de analizar. Son evidentes el carácter icónico de sus edificaciones, sus curvas sensuales… Si nos atenemos a sus aspectos formales, su repetición e incluso reinterpretación son difíciles, pues su lenguaje personal es más propio del genio que del creador de escuelas. El legado de Niemeyer va mucho más allá de los estilos. Posiblemente mucho más allá de la arquitectura. Quizá subyace en el espíritu de las canciones que sonaron el día de su despedida.

P.S.: En 2006, cuando ya hacía muchos años que Oscar Niemeyer era una leyenda viva de la arquitectura universal,  decidió donar a la ciudad asturiana de Avilés el proyecto del que habría de ser según sus palabras «una plaza abierta a todo el mundo, un lugar para la educación, la cultura y la paz». El que habría de ser el Centro Niemeyer de Avilés es la única obra del autor en España y se planteó como una apuesta de regeneración de un entorno urbano castigado por la reconversión industrial. El coste de ejecución de la obra fue de cuarenta millones de euros, muy por debajo de lo que percibió Santiago Calatrava únicamente por la redacción de los proyectos del polémico complejo de la Ciudad de las Ciencias de Valencia, impulsado por el Partido Popular. El 25 de marzo de 2011 el Centro Niemeyer de Avilés fue inaugurado. Solo nueve meses después, el 15 de diciembre de 2011, el mismo día en que Oscar Niemeyer cumplía 103 años, el Gobierno del Principado de Asturias, a la sazón en manos del ex dirigente popular Francisco Álvarez Cascos y presidente del Foro Asturias, decidió revocar su cesión a la Fundación Niemeyer, retirando el nombre del hombre que lo creó y lo donó gratuitamente a todos los asturianos.

Alejandro San Felipe

Congreso Nacional. Brasilia
Congreso Nacional. Brasilia

 

Músicas para entender a Niemeyer:

 

La Internacional.

Pixinguinha. Carinhoso.

Caetano Veloso. Cidade Maravilhosa.

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