Pervitina: El Capitán América y la droga que derrotaba a cualquier enemigo.

En marzo de 1941 nacía en Estados Unidos un héroe del cómic: el Capitán América.

En origen el tipo era un tanto piltrafilla. El aspirante a soldado Steven Rogers era rechazado en la oficina de alistamiento por su triste condición física pero entraba a formar parte del proyecto secreto «Operación Renacimiento». Su objetivo no era otro que crear un grupo especial de hombres perfectos para el combate usando una droga llamada «suero del supersoldado». La experiencia fue un éxito y bla, bla, bla.

¿Pero de dónde procedía esta rocambolesca historia? ¿Era sólo fruto de la imaginación retorcida de sus guionistas? Pues parece que no. En esas fechas era ya un secreto a voces que algo más que agua y comida movía a los soldados del Reich en sus campañas victoriosas. Además, ese «suero» no sólo estaba en manos alemanas. También los gobiernos aliados dopaban a sus tropas con algo similar y no precisamente para crear cuerpos de elite reducidos. El reparto de las píldoras milagrosas se hacía con férrea organización burocrática y a gran escala.

Estas características industriales del uso de las anfetaminas y metanfetaminas tomarían su verdadera carta de naturaleza precisamente en la Segunda Guerra Mundial. Aunque nos parezca lejano, y moralmente inapropiado, hoy sigue siendo el pan nuestro de cada día. Desde aquellos años no ha habido guerra ni conflicto, por pequeño que sea, en el que los ejércitos clásicos, las fuerzas de orden público, las tropas privadas de mercenarios o las milicias no hayan utilizado estas sustancias euforizantes y que por sus características se definen pura y simplemente como droga dura.

Los Estados implicados (o sea todos) se han encontrado con varios dilemas que no parecen tener muchas ganas de resolver: por un lado penalizan y persiguen la fabricación y uso privado de estos elementos nocivos para la salud pero por otro los distribuyen entre fuerzas armadas y de orden público como material imprescindible para el combate. Los fabricantes «legales», es decir grandes empresas farmacéuticas, juegan al gato y al ratón con los legisladores cambiando cada poco tiempo el nombre y composición de sus drogas sintéticas para que puedan seguir formando parte de los arsenales bélicos.

Que no se quiera poner fin a esta situación no responde a una conspiración alienígena. Deriva de las incongruencias de nuestro modelo social y cultural. Durante buena parte del siglo XX y principios del XXI, la sociedad ha girado en torno a la competitividad extrema entre individuos. En este proceso, que se ha acentuado en nuestros días hasta el paroxismo, no es extraño que desde mediados de los años ochenta se haya disparado el consumo de sustancias euforizantes que estimulen nuestra actividad hasta hacernos sobrepasar nuestros límites y demostrar cada día nuestra mayor fuerza y valía. En todo ello no se ha de despreciar el valor del pingüe negocio que para algunas farmacéuticas ha supuesto todo el proceso.

Pero volvamos a los orígenes. Para desasnarnos un poco recomendamos un muy interesante documental  realizado por el alemán Sönke el Bitar en 2010: Die pharmazeutische waffe, o La pilule de Göring – La fabuleuse histoire de la pervitine. En él nos pondremos al corriente de lo acontecido en Alemania en aquellos años. ¡Pero ojo!, lo mismo de lo mismo se puede aplicar a cualquier otro país. Por desgracia no parece que se haya realizado una versión traducida al castellano. Por ello, y aunque tal vez resulte algo peñazo, a continuación os proponemos una versión resumida del argumento.

(Para poder verlo en internet y en francés:

http://www.nouvelordremondial.cc/2011/03/17/la-pilule-de-goring-la-fabuleuse-histoire-de-la-pervitine/

y en alemán:

http://www.dokus4.me/index.php/2012/02/15/schlaflos-im-krieg-die-pharmazeutische-waffe-2/)

 

La píldora de Göring: La fabulosa historia de la pervitina

A principios de los años 30 del siglo pasado, la empresa farmacéutica Temmler en Alemania intensificaba sus investigaciones para obtener una metanfetamina que desencadenara en nuestro organismo los mismos efectos que la hormona de la adrenalina. Para ello y a partir de la efedrina (alcaloide obtenido de algunas plantas) se intentó una nueva síntesis artificial. Su resultado sería conocido y comercializado por la mencionada industria como Pervitin.

En principio su destino fue el de un medicamento contra el asma y las alteraciones circulatorias, pero inmediatamente se constataron algunos otros efectos: un destacado aumento de la concentración mental, idéntico crecimiento en la resistencia física a los esfuerzos y la milagrosa desaparición de la fatiga. Así mismo aumentaba la autoconfianza, la capacidad de asumir riesgos inciertos y la  combatividad.

Estas virtudes encontrarían un amplio mercado en la Alemania de los años treinta. Su economía y sociedad ya no eran la del decenio anterior presidido por la Gran Depresión. El «pleno trabajo», fruto de la política de rearme y obras públicas del partido Nazi, incentivaba la competencia entre los trabajadores, no desprovista de amplias dosis de violencia, cuyo desarrollo extremo había aniquilado en los años anteriores toda oposición al régimen. Sin duda el nuevo descubrimiento resultaba muy interesante en aquel momento y lugar, y aún más frente a los acontecimientos que se evidenciaban ya en el horizonte.

En la academia de medicina militar de Berlín, poco antes de 1939, se desarrollaron varios experimentos en los que se llegó a la conclusión que esta metanfetamina era el más eficaz de los elementos contra la fatiga, muy por encima de anfetaminas como la benzedrina, o alcaloides como la cafeína.  Además, y eso sería aún más interesante, su producción era más barata que la de cualquiera de sus competidoras.

Los acontecimientos se precipitaban. En septiembre de 1939 comenzó la ofensiva nazi sobre Polonia. La guerra relámpago se mostraba en el inicio de su apogeo, exigiendo de las tropas su máximo esfuerzo. Pero éste no respondía tan solo al ardor guerrero, o al amor a la patria y su bandera. Muchos soldados y mandos consumían grandes dosis de la píldora milagrosa.

El alto mando del ejército investigó los efectos y recopiló informes en los que la pervitina aparecía como un elemento indispensable de las futuras campañas. Se asumía además que la buena marcha de la Blitzkrieg se basada en buena medida en el uso de las metanfetaminas. Por ello, y a petición del Reich y el Ejército alemán, la empresa Temmler entregaría y fabricaría para éste último las cantidades que fueran necesarias.

A partir de abril de 1940 su uso masivo e indiscriminado fue introducido de manera planificada por el Estado. Se solicitan en ese mes treinta y cinco millones de comprimidos en previsión de la batalla de Francia. Este tipo de guerra veloz obligaba a la infantería a largas marchas forzadas para cumplir las previsiones de ataque, de manera que se llegaban a recorrer bien dopados hasta sesenta kilómetros por jornada. Las unidades motorizadas se desplazaban de día y de noche. No era necesario dormir, o eso parecía.Las fuerzas franco británicas derrotadas quedaron sorprendidas por estas insólitas capacidades de sus enemigos. La prensa en las islas se hacía eco de las píldoras milagrosas y exigían a su gobierno un uso similar.

Los primeros casos de efectos no deseados entre las tropas alemanas se dieron en esta época: la pervitina generaba una fuerte dependencia que requería de un aumento constante de las dosis para reducir los temblores y nerviosismo. A ello le acompañó la muerte fulminante por problemas cardiacos y circulatorios de muchos oficiales de cierta edad, que asociaban su consumo con alcohol. Igualmente la ausencia de sueño requería posteriormente el triple de horas de descanso, salvo (evidentemente) si el soldado moría. Esta disyuntiva entre los intereses militares y la salud de los individuos, matizada por el estado de guerra, llevó a que en octubre de 1940 Leonardo Conti, jefe del ministerio de salud del Reich, obligara a que la distribución  se realizara bajo prescripción médica. El resultado fue obvio: la receta masiva.

Comenzada la Batalla de Inglaterra, en sus cielos se desarrollaría una lucha épica y al parecer gloriosa, aunque de nuevo bajo los efectos de las drogas. Era necesaria la máxima concentración, y la falta de sueño o el cansancio no podían afectar a las tripulaciones.

Con el desarrollo de la campaña y las inmensas pérdidas de personal y material, Göring decide aumentar la ración de alcohol y metanfetaminas de sus hombres. Inmediatamente aparecerá el llamado «síndrome del piloto» que requerirá tratamiento médico de desintoxicación para muchos de ellos. Por su parte los británicos, ante la falta de pilotos en la RAF, recurrían a jornadas maratonianas de combate consumiendo grandes cantidades de methedrina y benzedrina, calculándose un consumo de setenta y dos millones de unidades a lo largo de tres años. Como en el bando oponente, fueron consideradas indispensables y aprobadas por el gobierno de Churchill.

Junio de 1941, comienza la Operación Barbarossa contra la Unión Soviética. Se mantiene el modelo acelerado de la campaña del oeste pero completado con una praxis de macro exterminio racial. La convivencia diaria a escala exponencial con la extrema violencia, la crueldad, y los asesinatos masivos llevan a los soldados alemanes al uso de todo tipo de drogas como autodefensa psicológica. Esta vez se mezclarán las estimulantes (anfetaminas) y las anestesiantes (morfina) en cantidades ingentes.

El Ejercito Rojo lanza su primera contraofensiva. Para hacerle frente los mandos de la Wehrmacht reparten toneladas de pastillas, pero a la vez se quejan de los efectos secundarios: dependencia, apatía y  depresión. No se puede cuantificar la producción ni el consumo en esa campaña: un solo cuerpo del ejército devora veintinueve millones de comprimidos en pocos meses. La empresa farmacéutica Temmler pasa a ser considerada como estratégica por el gobierno alemán. Posteriormente el ejército intentó reducir en alguna medida la distribución oficial, pero los soldados reclamarán insistentemente en las cartas a sus familiares que les envíen como sea Pervitin.

En julio de 1941, Conti incluye la sustancia entre los productos considerados opiáceos, condenando el uso privado pero no discute en absoluto su uso militar. La ley de los opiáceos no se aplicará a la Wehrmacht.

La aniquilación de la marina alemana y el giro negativo del transcurso de la guerra llevan a la búsqueda de soluciones desesperadas. En 1943 se plantea la creación de unidades de submarinos de bolsillo. La premura en su desarrollo genera máquinas imposibles, cuya conducción supone el suicidio seguro. La Kriegsmarine utiliza cobayas humanas de los campos de concentración para probar nuevos compuestos euforizantes. En otoño de 1944 comienzan una serie de test sobre personas encarceladas para calcular la dosis mínima a suministrar y optimizar un rendimiento máximo así como una posible amplificación de los efectos secundarios, si se realizaban esfuerzos físicos extremos. La conclusión, de nuevo, es que la pervitina es el mejor de los candidatos. Con estos datos, marineros voluntarios son entrenados para tripular las nuevas armas que como en el caso del Seehund, requieren de un mantenimiento continuo lo que obliga a no dormir durante cuatro o cinco días en sus misiones.

Algunos de los escasísimos supervivientes relatan sus experiencias: tras cinco días privado de sueño el comandante veía por las escotillas y en alta mar una carretera en la que varias chicas le saludaban. Otro oficial relata la experiencia eufórica de una sobredosis de Pervitin: en el interior del submarino los relojes e instrumentos cambiaban de color, tamaño y forma. Las cosas tenían un color irreal y escuchaban una  música maravillosa. Cuando salió a la superficie vio a su ingeniero tirar el reloj de navegación al mar, igualmente tiró las provisiones, los abrigos, los mapas… Cuando le preguntó la causa, le contestó: para hundirnos no hace falta nada de esto.

Abril de 1945, la ofensiva aérea sobre Alemania lleva a reclutar a los niños para servir en la artillería antiaérea. Todas las noches, antes de cenar, los mandos distribuyen chocolate con pervitina o comprimidos que deben ser consumidos delante de ellos. Los jóvenes drogados se mantienen en sus puestos todos el día y aceptan de mejor grado las grandes bajas entre sus compañeros y la población civil.

Finaliza la guerra, los soldados regresan a casa acompañados por su adicción. La morfina y la pervitina acumuladas por el ejército en grandes cantidades, resultan de fácil acceso en el mercado negro.

Poco a poco desaparecerá del mercado negro, pero Pervitin sigue disponible en farmacias. Las potencias ocupantes mantienen su producción para ayudar a la reconstrucción y los médicos las recetan con bastante alegría. Su uso es algo corriente entre los jóvenes empresarios de la nueva Republica Federal Alemana y la consideran un recurso adecuado para mantener su nivel de trabajo. Tal vez el milagro económico alemán responde a estímulos algo más que naturales.

Todas las áreas e la sociedad se ven afectadas por su utilización, incluido el deporte de alto nivel. El consumo llevará incluso a muertes en casos extremos como en el caso de boxeadores y a la consecución, entre otras hazañas, de la conquista del campeonato mundial de fútbol en 1954, en el que Alemania derrotó a Hungría. Los jugadores alemanes recibieron antes del partido una dosis inyectable de supuesta vitamina C, pero resultó ser pervitina.

Los dos ejércitos resultantes tras la Guerra Fría en los años cincuenta mantuvieron el recurso a la metanfetamina como parte de sus estrategias. La parte occidental hasta principios de los setenta almacenaba grandes cantidades listas para ser utilizadas en caso de movilización. Hasta esas fechas las fuerzas aéreas, de paracaidistas y las unidades blindadas recibían sus dosis,  aunque se supone que sólo debían ser consumidas bajo estrictas órdenes. El ejército de la Republica Democrática, hasta 1975, la incluía igualmente entre el material ordinario de sus pilotos.

En 1988 se dejó de fabricar el producto Pervitin. Las tropas especiales de la RDA y las de su guardia de fronteras la mantuvieron hasta ese mismo año. Fue sustituida por el Aponeuron, anfetamina que entonces no necesitaba receta médica.

Como recordatorio de lo inmediato y actual que todo esto nos resulta hay que señalar que en 2007, la Comisión Médica del Ejército alemán recomendó: en una duración limitada y un marco estrictamente definido, el recurso último a productos médicos dedicados a paliar un descenso de la potencia física o intelectual puede ser considerada como aceptable.

Por otro lado, entre otros muchos incidentes (y ante estos antecedentes), no resulta extraño el bombardeo «amigo» y muerte de tropas canadienses durante abril de 2002, en el que los pilotos norteamericanos habían consumido dextroanfetaminas, suministradas por su propia fuerza aérea. Su uso  y distribución con carácter «médico» es habitual en las guerras de Iraq y Afganistán.

Salvador Melguizo

 Bibliografía:

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 Pieper, W. (Hrsg.),  2002: Nazis on Speed. Drogen im 3. Reich, Bd. I und II. Löhrbach.

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Steinkamp, P., 2007/2008: Zur devianz-problematik in der wehrmacht: alkohol- und rauschmittelmissbrauch bei der truppe

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‘Go’ pills for F-16 pilots get close look Amphetamines prescribed in mission that killed Canadians:

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Senator Wants Pentagon To Review Antidepressants:

http://www.pharmalot.com/2009/11/senator-wants-pentagon-to-review-antidepressants/

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http://www.spiegel.de/international/0,1518,354606,00.html

Les «héros de Berne» étaient dopés:

http://www2.lequipe.fr/redirect-v6/homes/Football/breves2010/20101026_131245_les-heros-de-berne-etaient-dopes.html

Kempfer, J., Histoire des speeds (amphétamine, métamphetamine…):

http://www.asud.org/produits/speed_story.php

Methamphetamine: a European Union perspective in the global context: http://www.emcdda.europa.eu/publications/joint-publications/methamphetamine

PANZER CHOCOLATE The first Spanish Transmedia feature film:

http://www.filmutea.com/panzerchocolate

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