Montse Collantes (una asturiana muy caspolina) y «mis recuerdos de Caspe»

MIS RECUERDOS DE CASPE

¡¡Hola a todos¡¡, hace unos días me propusieron que escribiera unas letras en este diario y no lo dudé porque era una forma de daros las gracias a todos y cada uno de vosotros por los maravillosos años que mi familia y yo pasamos en Caspe, porque una no es caspolina de nacimiento pero sí de corazón y para mi es un honor que me permitáis considerarme como tal y, que por ese motivo se me haya ofrecido el privilegio de escribir estas líneas.

Muchos, de primeras, no os daréis cuenta de quién soy pero si os digo que la hija de Covadonga o “la Cova” como la solías llamar, imagino que empezaréis a recordarme. Pues sí, la misma, aquella niña morena, “la Montse” o “Collantes”, apellido con el también solían llamarme a mi y a mis hermanos en el Colegio al que íbamos, al Compromiso de Caspe. Soy la tercera de cuatro hermanos, el mayor, Juan Pablo, que tal vez lo recordéis porque trabajó en el horno de pan de la calle Rosario, luego Iñaki, yo y por último, la benjamina, Silvia.

Hace….nada menos que 23 años que marchamos de Caspe pero lo sigo recordando como si fuera ayer…aunque es verdad que hemos vuelto alguna que otra vez por el pueblo, de visita, porque son muchos los amigos que hemos dejado en ese pueblo, que es vuestro pero que yo también considero mío.

Recuerdo con mucho cariño a todos los que fueron mi profesores del Colegio Compromiso de Caspe, especialmente a Doña Berta que me ”reñía” para que leyera más, que orgullosa estaría de mi si supiera que a día de hoy me encanta acostarme con un libro y pasar horas leyendo. También recuerdo a quien fuera mi profesor de cuarto, Don Jesús, que desgraciadamente ya no está aquí, pero tengo fija en mi retina aquella vara de avellano, que siempre afilaba y con la que pretendía intimidarnos si nos sabíamos bien la lección y, cómo nos cambiaba de pupitre si no nos la sabíamos. A medida de que nos hacíamos mayores empezamos con las manualidades, ¡¡vaya obras de arte que llegamos a hacer¡¡. También recuerdo con mucho cariño a quien fuera Directora de ese colegio, que luego se jubiló, Doña Matilde, siempre tenía una palabra de cariño para mi y he de decir, que a día de hoy, aún guardo un regalo que ella me hizo, un gran estuche de rotuladores. Hubo muchos y muy buenos profesores, gracias a los cuales adquirí un buen nivel de estudios, lo que me facilitó en gran medida una buena adaptación al que posteriormente sería mi nuevo colegio en Oviedo, ciudad a la que me nos trasladamos al dejar Caspe.

Además de ir al colegio, una también hacía deporte e iba a gimnasia rítmica al polideportivo, allí Noelia Calvo y yo, queríamos ganar a las mayores y hacerlo mejor que ellas, queríamos comernos el mundo y ser unas super gimnastas, mundialmente conocidas, ¡¡y no se nos daba mal!!, jajaja. Cuántas veces, nuestras madres nos acompañaban a los campeonatos que se organizaban, que santa paciencia tenían con nosotras para luego a lo mejor no participar…., eso nos dejaba completamente hundidas, ¡porque éramos las mejores!. No se lo digáis a nadie pero de aquella tengo una medalla, que me dieron en un concurso y cuándo alguien viene a casa y la ve en la estantería suelo presumir de haber sido una grande de la gimnasia rítmica…., ¡¡una pena que no llegáramos a los juegos olímpicos!! ¡¡hubiéramos dejado el medallero repleto!!

Podría citar a todos y cada uno de mis amigos caspolinos..Loli Tena, Amadeo, las gemelas Raquel y Silvia, Noemí, Cristina, Rosa Borraz, los hermanos Sancho Vallabriga, Maria Teresa Abadía, Miguel, Joaquin, …, pero siempre me dejaría a alguno en el tintero. Con Susana Borruey, Sonía Cardona e, Isabel Alonso, hacíamos un cuarteto e íbamos juntas a todos los lados, pero a las chicas también se unían habitualmente Joaquin Celma y, David Clavero, todos juntos solíamos hacer excursiones y era habitual que fuéramos hasta Pescadores o las Piscinas, que mucho han cambiado porque de aquella, no había ni un árbol que nos cobijara del sol durante el trayecto que recorríamos hasta llegar allí, ahora no sólo es una zona nueva, en expansión, perfectamente asfaltada sino que incluso tenéis ¡¡piscina olímpica!!, de aquella sólo había dos, una para los peques y otra para los mayores, pero qué felices éramos cuando nos tirábamos a lo bomba, ¡¡no nos hacía falta más!!, de vuelta para nuestra casas, nos parábamos a recoger moras en los arbustos que había alrededor, ahora no quedará ni uno porque son todo edificios nuevos. Será mejor ahora pero aquellos recuerdos han quedado como imborrables para mi.

Habitualmente mi madre invitaba a mis amigos para que vinieran a casa y nos preparaba churros y frixuelos, (postre típico asturiano similar a los creps), nos poníamos las botas, claro por algo mis amigos siempre querían venir a mi casa…. Durante un tiempo vivímos en un piso en la bajada de la estación pero enseguida nos fuimos a vivir a una casa de la calle Muro, concretamente al número uno, allí teníamos el espacio suficiente para jugar, incluso teníamos una pequeña piscina de plástico en la parte de arriba, que nos daba la vida en verano, pero lo mejor eran los vecinos.

Podría citaros uno a uno a quienes de aquella eran mis vecinos, qué tiempos….recuerdo el día que se me ocurrió a mi intentar ver el gallinero que mis vecinos Pedro y Manolita tenían, metí la cara por la gatera de la puerta y…un gallina se llevó un trozo de mi nariz…..¡lo que tardé en curar esa herida! y, ¿sabéis quién era mi despertador en invierno?…pues la calle en la que yo vivía tenía una buena cuesta y en invierno se helaba…pues era habitual que alguien cayera rodando por ella y se empotrara contra mi puerta o la de enfrente…no hace gracias reírse del dolor ajena pero es que ahora recuerdo esas caídas y las añoro… como cuando me caí yo llevando una docena de tortas de manteca, las hice añicos..ahí sí que no me reí… tengo entendido que ahora han puesto un pasamanos en la fachada de la casa, por algo sería….Nos os lo he dicho pero tengo una hija de cuatro años, Sara y qué diferencia de entonces a ahora, ella aún es pequeña pero recuerdo perfectamente que pocos más años tendría yo por entonces y cómo jugaba en la calle…., aquí, en una gran ciudad, eso es impensable.

En aquella casa, nunca se cerraba la puerta con llave, la gente podía entrar sin ni siquiera llamar al timbre. Eran muchos, los que pasaban por la calle y entraban en casa a tomar un “cafetín”, daba igual la hora que fuera, a mi madre le encantaba darle a la “parpayuela” que decimos aquí, es decir, hablar, hablaba con todos, es más en aquella casa, la cocina estaba a la altura de la calle, lo que se dice a rás de suelo, y cuando fregaba los platos, con las ventanas abiertas, era habitual que se entretuviera hablando con todos los que pasaran por allí, ¡lo que tardaba en fregar! . A mi madre siempre se le dio bien socializarse. Yo me llevo muy buenos recuerdos de Caspe pero mis padres no se quedan atrás, una pena que en las grandes ciudades no se viva de igual forma, porque aquí las fiestas son diferentes, no hay tederos, ni fiestas de disfraces, ni sillas a las puertas de las casas para tomar el fresco en verano, ni gigantes ni cabezudos, ni la Semana Santa se vive igual.

 

JUANJO Y COVADONGA

Covadonga y Juanjo

Sí, las grandes ciudades son diferentes, pero qué recuerdos de todos y cada uno de los momentos vividos en Caspe, aquellos tederos en los que nos reuníamos todos los vecinos alrededor del fuego y cada uno llevaba algo para comer. Recuerdo con especial cariño hacer esas fiestas en la calle Morera y juntarnos en el garaje de la casa de la Señora Josefa, que vivía justo en frente de nosotros. Todos los vecinos nos llevábamos muy bien. El hijo de la Señora Josefa, Joaquín, enseñó a mi hermana a tocar el tambor en la Cofradía de la Cama, y gracias a él también yo solía participar y llevar una de las banderas de la Cofradía, el día de Viernes Santo. Me encantaba vestirme, ponerme el capirulo y saludar discretamente–porque el respeto con que se vivía cada paso era absoluto- a la gente, que intentaba adivinar quién sería aquella que les saludaba….

Aquellos silencios sepulcrales que había con cada uno de los pasos han quedado grabados para mi. Por aquel entonces, se celebraba “la botella”, las cofradías cuando todavía no había salido el sol, venían a despertarnos a casa con los tambores, y era habitual que los vecinos les preparásemos el desayuno, no sé las casas a las que irían a tocar pero la mía era habitual que vinieran, era divertidísimo, siempre contaban anécdotas y nos reíamos mucho. Todavía a día de hoy, algún familiar que coincidió por aquellas fiestas en mi casa, recuerda ese día en el que los cofrades nos despertaban con los tambores y gritaban por la ventana ¡¡“la botella”¡¡¡¡la botella¡¡ y bajar en pijama a darles de desayunar o beber alguna copilla…pero eso es …¡¡secreto de sumario¡¡

¿Qué puedo decir del Mas de la punta? Pues que era una fiesta que no nos podíamos perder, yo iba con mis padres y los amigos de mis padres, y sus respectivos hijos, éramos una pandilla enorme, sólo nosotros éramos cuatro hermanos, así que ¡¡imagínense los que nos juntábamos!!, allí no había miedo a que nadie se perdiera o te robasen nada, todos se juntaban con todos y compartíamos todo. También recuerdo con especial cariño ir muchos fines de semana con mis padres a la casa que Pili Burillo y su marido, Paco (q.e.p.d) tenían en la Val de Escatrón, allí nos juntábamos un montón de gente y hacíamos barbacoas, no había fin de semana que no se organizara algo, cualquier excusa era válida para festejar lo que fuera, igual que cuando íbamos al campo de  Félix y Raquel Lasheras. Es que en Caspe todos los fines de semana organizábamos una fiesta.

¿Cómo podría olvidarme de Caspe? Con la cantidad de buenos recuerdos que tengo es imposible, los años va pasando y aquella niña, ya no es una niña, estoy casada, ejerzo como abogada y como os adelanté antes, tengo una niña de cuatro años, Sara y espero que no pase mucho cuando vuelva a visitaros y os presente la familia que he formado, porque tanto hablamos en casa de Caspe, que ellos mismos quieren conocer… mi pueblo. Muchas gracias por los años pasados juntos, y gracias a todos los que me seguís recordando porque gracias a vosotros, hoy estoy escribiendo estas palabras.

Un beso muy fuerte,

Montse Collantes

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