Antes de que muchas cosas cambiasen para siempre, antes de que la cruenta Guerra Civil se llevase por delante cientos de miles de vidas y sus efectos se perpetuaran durante décadas, Caspe era un sitio distinto. Desde luego, lo era en la mayor parte de las calles del centro, donde los comercios se contaban por centenares. En la calle Rosario (entonces calle García Hernández), una veintena de establecimientos ofertaban géneros y servicios variopintos. Con la llegada de la guerra, la posguerra, el progreso y las crisis, el número actual de negocios existentes en la calle Rosario apenas supera la media docena.

Fijamos nuestra atención en especial en la casa que actualmente luce el número 32. A simple vista, nada especial; se trata de una edificación nueva que hoy es una vivienda particular y que únicamente destaca por sus imponentes dimensiones. Pero este edificio, durante el siglo pasado, albergó un concurrido local llamado Café  Unión y Caridad, también conocido como «La Sociedad». Todavía viven algunos que recuerdan los animados cafés de antes de la guerra en el lugar. En aquel tiempo, Agustín Maza regentaba el local ayudado por su familia (de hecho, no hace mucho tiempo su hija Pilar, ya fallecida, todavía recordaba cómo las mujeres se reunían arriba, en el primer piso, mientras los hombres lo hacían en el salón principal, a ras de calle). No faltaban las vedettes ni las rifas para recaudar el jornal de las mismas. Tampoco escaseaban las tertulias políticas (el caspolino Rafael Bosque, quien fuera gobernador de varias provincias y diputado nacional, solía frecuentar el lugar).

Pero la guerra terminó para siempre con el Café Unión y Caridad. Seriamente afectada por los bombardeos de marzo del 38 (en la entonces llamada García Hernández calle calleron varias bombas), la casa quedó en estado de ruina. Y así estuvo durante años. De hecho, en un pleno del Ayuntamiento de Caspe celebrado octubre de 1944 (carp. 33, f. 359) se refieren a ella como «la casa derruida de Seguros Mutuos Unión y Caridad».

Si obviamos el día en el que las bombas reventaron varios de sus edificios, podemos afirmar que, sin duda, para la calle Rosario cualquier tiempo pasado fue mejor.

 

 

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