Un momento de descanso, de Antonio Orejudo, editorial Tusquets.

En estos revueltos y convulsos tiempos que corren, una sonrisa es un respiro que nos da la vida. Miremos donde miremos, todo hoy es un sinvivir, un golpe detrás de otro; ya sea usted derechista, liberal, socialdemócrata, izquierdista irredento, o cualquier otra opción vital y política, las noticias le asaltarán por la espalda, a traición, y sin piedad.

Pero siempre queda un escape, una vía de salida (no la tercera vía, aquella encalló en el 36) como en tiempos de la dictadura. Se podía usted refugiar leyendo revistas tipo “La revista más audaz para el lector más inteligente”, los que tienen una cierta edad saben de que hablo, los más jóvenes, busquen consejo en parientes, amigos, o en Sangoogle. El soplo de aire fresco que aquellas lecturas proporcionaban, vivificaban al lector, y por unos breves y maravillosos momentos uno era como un europeo fetén ( o como un español de otra época, más feliz) alegre y despreocupado. Nada que ver con la ominosa sociedad entenebrecida que nos rodeaba.

Hoy, también hay que hacer (según que días) un ejercicio parecido, una maniobra de evasión antes de que la mierda circundante salpique nuestro nivel de exigencia de honradez y decencia (el filósofo cínico Diógenes, aquel que vivía en un barril, desnudo, que buscaba hombres honrados con un farol, y que solo le pedía a Alejandro Magno que se apartara, porque le tapaba el Sol, se encontraría en la España actual como pez en el agua, o, por mejor decir, como sardina arenque en su cubo), por eso, un modesto consejo les doy: lean a Antonio Orejudo, un doctor en filología hispánica, que ha dado clases de literatura en varias universidades de Estados Unidos (en la actualidad es profesor titular en la Universidad de Almería) y que aparte de ser buen profesor, es un tío simpático, un escritor descacharrante que se ríe de su propia sombra, y que en esta pequeña novela se descojona, literalmente, de ese ambiente y esa literatura, tan querida por los anglosajones (y por algunos españoles anglófilos) que se viene a llamar, en la jerga cultural como “novela de Campus”:

Arturo Cifuentes reaparece un día en la vida del escritor Antonio Orejudo. Cifuentes es un viejo amigo de la facultad, con el que Orejudo (ya convertido en personaje de la novela) compartió casa en Nueva York. Han pasado casi veinte años desde entonces y Cifuentes tiene mucho que contar: su matrimonio, sus peripecias profesionales, su derrota laboral y despido subsiguiente por un malentendido que de repente choca con el pensamiento políticamente correcto, y su desencanto con el mundillo universitario americano. Le pide ayuda y recomendaciones para entrar en la universidad (cualquiera, que más da) española. Después de otro período de tiempo, Cifuentes le revela a Orejudo lo que ha descubierto sobre la verdad de la Universidad Española

Lo que se esconde detrás de esa fachada de supuesta sabiduría, progresismo sin fin, tribunales, rencillas irreconciliables, camarillas inabordables, departamentos monolíticos, ayudantes serviles y descerebrados, luchas a muerte por un miserable puesto administrativo, descalificaciones sin fin hirientes y desagradables…, en fin, como cualquier otro sector económico más. El añadido cultural que pretenden tener, es solo eso, una pretensión, una excusa. Con semejante disección a la que se entregan Cifuentes y Orejudo, el resultado no lo pueden ni imaginar. Hay que leerlo.

No les digo más, lean y una risa incontenible brotará de su interior.

Se queda uno como nuevo/a.

Manuel Bordallo.

Orejudo

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