La Semana Santa ya no es lo que era. Ni para el católico de convicción, ni para el laico liso y laso, ni para los anticatólicos de afición. Parece que el único vaticinio de Alfonso Guerra que se ha cumplido es aquel de que “a este país no lo va a conocer ni la madre que lo parió”. Nada más cierto. Y seguramente no en sentido que el político pensaba. Cuando (los que ya hemos vivido unas cuantas semanas santas) echamos la vista atrás y recordamos aquellas procesiones en las que el recogimiento y las obligadas tinieblas eran ley, cuando los niños veíamos con un escalofrío de terror las penitentes descalzas, algunas con cadenas en los pies, enlutadas de la cabeza a las cadenas, el pueblo a oscuras, y solo se oían tambores y bombos, los bares cerrados, los cines cerrados, las tiendas cerradas…

Hoy la Semana Santa sólo es un parque temático más de los muchos en que nos hemos reconvertido. España para los extranjeros, (Spain is diferent), ya sean residentes o del exterior. Veo las caras de asombro de los forasteros que miran con estupor como unos esforzados encapuchados golpean con saña el tambor y creo que yo miro con el mismo desapego tamaña exhibición de un nuevo fervor, que no se si afortunada o desafortunadamente, ya no es lo que era. Se ha pasado del nacionalcatolicismo a la fanfarria sin solución de continuidad. El espectáculo per se.

Los auténticos católicos de esta ciudad deberían (y esto solo es una modesta proposición) negarse a ser pasto de fotografías indiscriminadas que agreden a su recogimiento y a sus convicciones. La no se vende. La Semana Santa no es para traidores. No se puede estar en misa y repicando. O se cree, o no se cree. Y el que quiera diversión, ahí tiene una amplia panoplia de sitios para su esparcimiento. Museos no faltan en la Ciudad del Compromiso, monumentos por doquiera, naturaleza incomparable y bares a tutiplén…

Si yo fuese católico, que no lo soy. Si fuese hermano de alguna cofradía, que no lo soy. Si alguna fuerza telúrica me empujase a tocar el tambor, (o el bombo) que no la siento, me desagradaría profundamente el ser pasto de turistas que solo ven diversión y vacaciones en estos días. Si yo fuese creyente, estos días me recogería en casa a reflexionar y a pensar en Nuestro Señor Jesucristo, que murió en la Cruz por nuestros pecados, y de ninguna manera accedería a formar parte del espectáculo.

Claro que, como yo no soy cristiano, ni gozo del consuelo de la religión no soy quien para afear conductas de nadie.

Solo apuntaré un par de reflexiones, la primera que viendo, y conociendo ( el vivir en un pueblo es lo que tiene) a la gente que sale a procesionar estos días, me parece que el número de auténticos católicos que salen es ridículamente exiguo, la mayoría parecen cristianos de cartón, tan de cartón como el interior de los capirotes que tan airosamente lucen, y la segunda reflexión es la hipocresía mayúscula de la Iglesia Católica, que permite que no católicos participen, pero ya se sabe, la superestructura (como diría un marxista a la antigua) permite eso y mucho más.

Solo quiero que reflexionen y que disfruten de estas merecidas vacaciones. Porque esa, parece, es la única religión: Hace unos días se suspendió una manifestación para la conmemoración de la II República, porque coincidía con las vacaciones de Semana Santa.

Oigan, así no vamos a ninguna parte.

Manuel Bordallo.semana

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