Antonio Gavín Bernuz: la Diáspora en Girona.

Tengo 35 años y, aunque nací en Zaragoza, me considero caspolino, pues pasé toda mi infancia y juventud en Caspe.

Comencé a trabajar a los 17 años en trabajos varios y en distintas empresas de Caspe hasta que a los 21 años me saqué el carné de conductor de camión. A partir de entonces empecé a salir del pueblo dedicándome al transporte nacional e internacional. A los 22 años me contrataron en una empresa de obra pública en la que estuve trabajando durante varios años y en distintas ciudades de España. Así pues, mis motivos para dejar el pueblo fueron básicamente laborales. No fue hasta los 29 años, y en otra empresa diferente, aunque en el mismo sector de la obra pública, cuando me establecí en Girona, ciudad en la que vivo actualmente. En mi trabajo formo parte de un equipo de estabilizado de carreteras y suelos in situ, que consiste en el aprovechamiento del terreno natural con la aportación de cemento mediante maquinaria pesada de obra pública. De esta forma se economizan los costes, ahorrando en el transporte de materiales fabricados en una planta especializada.

Girona tiene unos 80.000 habitantes. Es bonita y cómoda para  vivir. La gente es cerrada hasta que te conocen y tienes que habituarte al catalán, que en estas zonas se habla más que el castellano y en algunos lugares se siente de forma muy intensa. Lo más atractivo de vivir aquí son los veranos y la Costra Brava, que queda a unos 30 minutos en coche de la ciudad. Me gusta el calor, las calas de pinos, las aguas transparentes, cenar los pulpos atrapados con los amigos y salir por la noche sin tener que coger jersey.

Vivo con mi pareja en un ático soleado. Por el momento no estamos casados ni tenemos hijos lo cual nos permite ocupar buena parte de nuestro tiempo en un hobby que compartimos y gracias al cual nos conocimos: bailar salsa.

Intento bajar a Caspe con cierta regularidad a ver a la familia y a algunos amigos con los que todavía guardo contacto. Me gusta conversar con ellos recordando historias pasadas, San Bartolos, cuando todos íbamos a dormir a alguna torre en el campo, los primeros de Mayo en el Mas de la Punta, nuestros baños en el pantano y un montón de aventuras más que tengo corridas por allí.

Cuando vengo a Caspe pienso que, a pesar de que en el pueblo no ha habido una gran trasformación, la forma de vida de la gente ha cambiado mucho. Ahora hay muchas más comodidades y en general hay más calidad de vida. Otra cosa que me gusta de Caspe es la gran diferencia que hay al salir a la calle. Es difícil poder salir de casa sin encontrarse algún conocido, incluso para mí, que hace años que vivo fuera, sé que pasear por Caspe significa ir saludando constantemente a todo el mundo.

 Antonio Gavín Bernuz

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