Demoledora.

Horripilante.

Estremecedora.

Y ante todo, cierta.

La historia nos ha demostrado la crueldad humana a lo largo de sus periodos, recordando la facilidad con la que sucumbimos al poder y nos aprovechamos al máximo de las debilidades del que está en desventaja sobre nosotros.

En el muy trillado tema del Holocausto nazi, yo pensaba que ya estaba todo más que revisado. No faltan textos, fotografías, biografías, recortes de prensa, grabaciones y testimonios que nos aseveren los horrores que acaecieron en la Segunda Guerra Mundial. Pero, mira por dónde, el título me atrajo porque muchos nombres rondan en nuestros conocimientos, paupérrimos en algunos casos, y exquisitos en otros, de muchos HOMBRES que participaron en el exterminio.

Pues no.

Nada más lejos de la realidad.

Mónica G. Álvarez, periodista, escritora y guionista vallisoletana nacida en 1979, ha realizado un exhaustivo trabajo de compilación histórica hilando la biografía de 19 “mujeres”, que no malas bestias que colaboraron en el Régimen nacionalsocialista.

El libro, que se puede considerar un ensayo histórico o un trabajo de investigación periodística, se erige como un homenaje a la lucha por la libertad.

La primera protagonista que llamó especialmente la atención de la periodista, y la curiosidad que la llevó a recopilar tantos datos, fue Ilse Koch, a la que llamaban “la zorra de Buchenwald”. El apodo ya nos dice mucho.

Ilse fue conocida especialmente por poseer artículos decorativos hechos con piel humana tatuada.

En los paseos que solía dar por el campo de Buchenwald, solía pedir a los presos que se desnudaran, y aquellos que poseían algún dibujo que le agradaba, solían morir para formar parte de su colección particular de elementos de decoración en forma de lámparas, algún estuche o incluso unos guantes.

Esperpéntico.

Fue condenada a cadena perpetua con trabajos forzados. Poco me parece.

Otro personaje aterrador es Irma Greese, “el ángel de Auschwitz”, cuya tortura preferida era lanzar sus perros contra las reclusas para que las atacaran, e incluso devoraran.

Cuando murió en la horca tenía 23 años.

Sin duda, la peor, si es que dentro de la atrocidad y la depravación hay algún tipo de escalafón, éste lo culminaría María Mandl “la bestia de Auschwitz”, cuya tortura favorita era flagelar y dar patadas en el abdomen y la cara. También era colaboradora de Mengele, especialmente reconocido por sus experimentos con detenidos en el campo de concentración.

Gracias a esta persona, 500.000 mujeres judías, gitanas y prisioneras políticas fueron asesinadas sólo por su orden directa.

Repugnante.

En el campo de Ravensbrück, María fue la encargada de adiestrar a más de 3.600 mujeres para los cargos de supervisoras y guardianas.

Llegó a ser tan depravada, que incluso los directores de campo (que siempre eran varones de las SS) llegaron a escandalizarse y a darle un toque de atención para que no se excediese tanto en su trabajo.

El nazismo postuló que todo aquel que no fuera ario, no era humano, por lo que era considerado como un animal, por lo que todos aquellos judíos, polacos, gitanos y homosexuales debían ser tratados como tales.

Estas 19 mujeres cuya biografía se nos atestigua en el libro, representan a todas aquellas que participaron de una u otra forma en el régimen nacionalsocialista, ejerciendo su supuesta supremacía exterminando por hambre, frío o agotamiento. Ninguna pidió perdón.

Son sólo 3 las que nombro, pero esta periodista, tras un arduo trabajo de investigación, da todo lujo de detalles de la procedencia, vida personal, trayectoria dentro del régimen y papel que desempeñaron estas guardianas en el holocausto. Incluso aporta muchos datos sobre los juicios que se realizaron y que dilataron tanto en el tiempo. No se recrea en los detalles escabrosos o morbosos, sino que aporta información objetiva, al menos la mayor parte del tiempo.

Tengo que reconocer, que me sigue sorprendiendo que estas mujeres, que eran enfermeras, costureras, amas de casa…. Todas jóvenes y muchas analfabetas, repartidas por los numerosos campos de concentración, llegasen a ser peor que una bestia sanguinaria sin escrúpulos.

Parece que el don de la maternidad no hace que seas mejor persona, ya que fueron peor que cualquier asesino en serie. Ninguna de ellas fue obligada a hacer lo que hizo, fueron todas ellas voluntarias, y en sus puestos, todas desarrollaron una capacidad de infligir dolor y maldad a niveles desorbitados.

Descorazonador, sí, pero que no se nos olvide. Una vez más, la realidad supera la ficción.

Ojalá ardan en el infierno.

Verónica Guardia

guardianas-nazis

 

 

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