Hoy pincha Alberto Serrano Dolader

 

Con la música me ocurre como con los vinos: soy un sibarita, pero no entiendo demasiado. O sea, que sé muy bien qué me gusta y qué no, aunque se me escape explicar racionalmente los motivos. En todo caso, me da que tengo el morro fino y que, dentro de una gama, me apetece catar de todo. Y no, no hay una canción de mi vida, sería demasiado reduccionista para mí, que me siento sobre un culo inquieto.

¿Una anécdota? Pues creo que soy la única persona en este mundo que en el ambigú del Liceo de Barcelona se ha pedido un vaso de leche tibia, osadía que aún me reprocha mi amigo Javier Pérez Senz, que es el que transmite los conciertos en Radio Clásica (quizá le hayan leído en su faceta de crítico musical de El País).

Y ya que menciono la radio… los discos que más recuerdo son aquellos ‘singles’ y aquellos ‘elepés’ que se amontonaban en las estanterías de la emisora de mi pueblo a finales de los setenta e inicios de los ochenta, que es cuando me entró la vocación de periodista en aquella mi añorada Radio Caspe.

Nunca he cantado en público, ni pienso hacerlo. Soy un carroza, como bien se verá en la selección musical que paso a enumerar. No he pretendido elegir los diez mejores discos, ni los diez temas que han marcado mi vida. Los que aquí siguen me gustan y me han venido a la memoria de repente. Les anuncio que, al final, he colocado una sorpresa caspolina (exclusiva mundial, o casi).

1- Para empezar y sin más comentario, galopemos. Manolo Sanlúcar, «Caballo Negro».

2- La música de orquesta me va, ¿qué quieren que les diga? Glenn Miller siempre me acompaña en el coche: aunque no dé conversación siento su presencia, en cada recta, en cada curva. Y no bailo porque tengo las manos en el volante. Por cierto, hablando de recuperar sonidos del ayer, les recomiendo un programa de Radio 3 que se emite los sábados de 22’30 a 12 de la noche: «Melodías Pizarras»: fino humor y labor de rescate, pero eso es otro cantar. Aquí a lo nuestro, a Miller.

3- Hace más de veinte años mi hijo nunca quería dormir. Sus padres estábamos ‘machacaos’ de cantarle nanas. Solo conciliaba el sueño cuando le tarareábamos «Amapola». Nos llegamos a saber la letra de memoria. Yo trabajaba entonces en Radio Cadena Española – Zaragoza y le grabé en una cinta más de veinte versiones diferentes del dichoso tema… ¡pero no coló! Para que cerrara los ojos se lo tenía que cantar yo (o su madre). «Amapola, lindísima amapola…».

(o cualquier otra versión)

4-La música es capaz de trasladarte en el espacio y en el tiempo, como por arte de mágica. Las canciones de Edith Piaf me retrotraen a la Barcelona de la segunda mitad de los setenta. Cuando yo estudiaba periodismo en la Ciudad Condal, de cuando en cuando me dejaba caer por “El Pastís”, un bar cercano a Colón en cuyos altavoces sonaban las canciones de esta francesa que fue nieta de unos domadores de pulgas y de los propietarios de un burdel (por cierto, este año hace 50 que murió). Va por ustedes: «La vie en rose».

 

(u otra versión de mejor calidad de sonido)

5-Sigo en Barcelona, que en mi juventud era más europea que nunca, aunque muchos ya se empezaban a mirar al ombligo independentista. La “Compañía Elèctrica Dharma” tenía una impronta en la que se reconocían los sabores de rock, el jazz y la música tradicional, todo bien agitado.  Más de cuatro décadas lleva esta gente tocando (hace poco se murió Josep Fortuny, uno de sus fundadores). No recuerdo ningún tema en especial, simplemente el estilo. Me sirve cualquiera que no se pueda interpretar como proclama nacionalista. No hace falta que escuchen entero lo que sigue, con un pedacico ya se darán cuenta de qué va. Año 2005, concierto en el ‘Palau’ de la Musica para celebrar el 30 aniversario del grupo.

6-También de mi época de Barcelona, o sea, de los setenta, aunque el grupo era madrileño cien por cien: «La Romántica Banda Local». A mi novia (hoy mi mujer) le gustaba tararear el estribillo-letra de una de sus canciones: «Pan con membrillo, pan con membrillo, pan con membrillo y café…». Sin complicaciones, pero me encanta.

7-El que se acuerde del Festival de San Remo, que levante el dedo. Mira que armaba bulla. Popularizó a muchos cantantes italianos en Europa y en Latinoamérica. Nicola di Bari (que como artista se llamó así por ser devoto del santo) se presentó una y otra vez, aunque creo que no lo ganó nuca. La música ligera italiana suele ser buena compañía cuando no se tienen ganas de excesivas preocupaciones.

8-Su abuelo le regaló una armónica y se aficionó a la música. Canta y escribe -tal como recuerda en el título de su blog-. Se ha codeado con los grandes en los escenarios y ha conseguido algún éxito en toda España muy, pero que muy resonado. ¿Se acuerdan de «La peseta»? Seguro que la han tarareado en más de una juerga, y en la intimidad de la ducha.

9-Hay que ver hasta donde llegó este hijo de un mayordomo de la Casa Blanca. Duke Ellington me llena de alegrías y nostalgias. Dicen que compuso 5.000 temas (eso leo en la Wiquipedia). Hay que saber escucharlas, no todo el mundo vale para degustar maravillas.  ¿Se anima o se rajan?

10- Y aquí la prometida sorpresa final caspolina. Florencio Repollés Ríos fue mi bisabuelo. Músico profesional (compositor, organista de la Colegiata, profesor, líder de grupos locales), falleció en 1921 cuando tenía apenas 48 años. En 1903, al nacer su hija Flora, mi abuela, le dedico este tema: «Flora. Danza americana». En tiempo de habanera y a bote pronto, sin mayor preparación, en 1985 me lo interpretó al piano el añorado Luis Nozal, que dirigía por entonces la banda y la coral local.

 [soundcloud url=»https://api.soundcloud.com/tracks/122300952?secret_token=s-ihWrh» width=»100%» height=»166″ iframe=»true» /]

Alberto Serrano

Buena gente

Entradas relacionadas

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies