En su ingente y especializada tarea de mostrar la historia de la educación en tiempos de cambio fundamentales como fueron los de la época republicana, el investigador Víctor Juan Borroy se echa a las espaldas el cribado y selección de los papeles que el anarquista (aunque aquí habría que empezar a hacer la distinción fundamental entre anarquistas y los que llamaríamos confederales, distinción que tanto unos como otros usaban para distinguir, fundamentalmente, al militante proveniente de CNT y al militante de FAI y aledaños, distinción que luego se verá esencial en cómo veían el mundo, la guerra, la educación, las relaciones sociales, en definitiva todo, las personas que militaban en el rico y multiforme mundo del anarquismo español, tan lleno de incongruencias, certezas y contradicciones) nacido en 1905 en Albalate de Cinca, Félix Carrasquer, que probablemente sin quererlo se ha convertido en un ejemplo de eso que podríamos llamar el hombre confederal por antonomasia.
Víctor Juan, que aparte del tiempo y el trabajo dedicado a estas memorias nos cuenta en el prólogo que para él es más importante el conocimiento directo y las conversaciones con un personaje, como dijimos más arriba, paradigmático del ambiente en que se movían los anarquistas españoles, convencidos de que la Revolución, no sólo era posible, sino que todo lo que hacían y proyectaban era para su realización inmediata.
Como tantos otros personajes con mayúsculas de esta época, Félix Carrasquer tiene una vida de película, (película que como a tantos y tantos personajes aún se la debemos). Una vida llena de dificultades sobre todo a causa de una ceguera prematura, que le supuso dificultades añadidas a una vida entregada a la pedagogía y la educación desde el ámbito exclusivamente confederal: nunca estudió ni tuvo títulos oficiales, lo cual no le impidió su dedicación, siempre sustentada por la militancia confederal a la apertura y realización de diversos proyectos educativos modernos (estuvo en contacto con los mejores pedagogos europeos del momento) que supusieron toda una aventura extraordinaria a la que se sumó en tiempo de Guerra Civil el hito económico de las colectivizaciones, (otra película que falta por hacer y explicar) que no están en los manuales de economía, por una cuestión ideológica: en un momento dado, el gobierno republicano, ya controlado por socialistas criptocomunistas y comunistas oficiales, deciden que todo eso de la libertad habrá que dejarlo para mejores momentos, (nunca dijeron cuales) y las tropas de Líster deshacen a punta de pistola las colectividades agrarias aragonesas y las industriales catalanas y valencianas. Esa limitación de tiempo, ya que no dio tiempo para demostrar la viabilidad económica, supuso, aparte del estigma político, que una experiencia tan nueva y radical esté olvidada por casi todos.
Siguen las memorias de Félix, después de la guerra con el periplo contado tantas y tantas veces por el exilio español: huida a pié hacia Francia, campos de concentración, hambre, peligro de captura por la Gestapo, intentos de entrada y reorganización de la CNT, captura y reclusión en cárcel con sentencia de muerte (durante su estancia en la cárcel, curiosamente coincide con gente como Dionisio Ridruejo, y algunos jóvenes inconformistas como Sánchez Dragó, que asisten a las clase que el bueno de Félix imparte dentro de la cárcel, fijénse si era grande su amor por la pedagogía)
Después de muchos años sale en libertad, y viendo que la situación en España no era muy favorable se establece en el sur de Francia, donde monta una explotación agropecuaria, donde al mismo tiempo se explica la teoría anarquista, por si en un futuro el país cambiara de régimen, cosa que parece probable por una presión internacional, algo floja, es cierto, que remueva los cimientos del franquismo, pero el dictador, deja a todos con un palmo de narices, asociando al régimen al heredero Borbón. Y que les voy a contar, así hasta hoy.
Aún le dio tiempo para volver a Barcelona y constatar que la tan deseada reorganización de la CNT no llevaba buen camino, y de hecho descarriló desde el principio, agravada también por el reparto del patrimonio sindical, que fue un auténtico robo: a UGT se le devolvió lo que le correspondía y a CCOO le tocó la lotería del patrimonio cenetista que se le negó a sus legítimos propietarios. Todo esto fue la puntilla para un hombre modesto y honrado a carta cabal que volvió posiblemente desencantado a Francia donde murió en 1993.
Salud y Revolución Social.
Hagan el favor de leerme este libro tan aleccionador, y no se tomen a mal que la prosa confederal sea tan árida, no era gente que estaba por lo bonito, ni por la poesía, querían un cambio radical, y lo querían ya. Por si no lo sabían, les cuento que en el mundo confederal era norma no tomar alcohol, no fumar ni ir a bares y respetar y valorar a la mujer como a un militante más, (logros sociales que aún no son mayoritarios en este siglo XXI, pues los anarquistas españoles lo tenían a gala hace mas de 80 años). Lean y aprendan.
Manuel Bordallo.
Félix Carrasquer. Lo que aprendí de los otros.
Edición de Víctor Juan Borroy.
Editorial Larumbe. Textos Aragoneses