La sinagoga vacía, de Gabriel Albiac, editorial Tecnos.
Hace ahora un cuarto de siglo, este libro recibió el Premio Nacional de Ensayo, y desde entonces, como ocurre con algunos libros excepcionales, no ha dejado de crecer, tanto en tamaño, como en interés. En tamaño, porque desde hace unos años, las sinagogas europeas han ido publicando textos que se creían perdidos (y Gabriel Albiac incluye una selección de ellos) y los estudiosos del judaísmo se han visto asaltados por unos pensadores de los que el conocimiento que se tenía era escaso, y a veces sesgado. La labor de reconstrucción del pensamiento judío en los siglos XVI y XVII no solo para la ortodoxia, que en estos tiempos goza de gran fuerza (en el moderno estado israelí son imprescindibles para cualquier gobierno) también para el librepensamiento son hoy en día un tema tan interesante como polémico, y Gabriel Albiac, discípulo predilecto del gran Louis Althusser y uno de los máximos especialistas en la obra del pensador Baruch Espinoza nos ofrece un libro especialmente interesante. El rastreo de las primeras fuentes del pensamiento del filósofo holandés, descendiente de judíos portugueses, nos muestra a aquellos ibéricos que tuvieron que emigrar huyendo de los progromos y de la condena emitida por los Reyes Católicos, y que en otros países volvieron a demostrar que eran españoles (y portugueses) y se convirtieron, en algunos casos, en tan feroces inquisidores como aquellos de los que huían. Es este un libro que hay que leer con atención, y reflexionar después. El segundo título del ensayo es mas esclarecedor que el que lo encabeza: “Un estudio de las fuentes marranas del espinosismo”, y eso es fundamentalmente lo que tenemos entre las manos. Un estudio pormenorizado de los escritos de algunos rabinos heterodoxos que, seguramente, estudiados por el joven Espinoza hicieron de él uno de los primeros filósofos racionalistas que al margen de cualquier religión trataron de explicarnos el mundo desde otra perspectiva y que junto a Descartes (católico de formación jesuita) y Leibniz (alemán de educación protestante) forman la trinidad del pensamiento europeo antecesor del siglo de las luces, y de todo lo que vino después, que no fue poco. Para que vean como eran aquellos judiazos españoles, no me resisto a escribir el herem que según es tradición escribieron contra el pensador las autoridades religiosas judías, y sus parientes y amigos de Ámsterdam:
Con la sentencia de los ángeles y la palabra de los santos, excluimos, expulsamos, maldecimos y execramos a Baruch de Espinosa con el acuerdo de toda nuestra santa comunidad, en presencia de los libros santos y de los seiscientos trece mandamientos que en ellos se encierran. Formulamos este herem como Josué lo formuló contra Jericó. Lo maldecimos como Elías maldijo a los niños de Edam y con todas las maldiciones que están escritas en la Ley. Maldito sea de día, maldito sea de noche, maldito sea durante el sueño y durante la vigilia. Maldito sea al entrar y al salir. Quiera el Eterno jamás perdonarle. Quiera el Eterno alumbrar contra este hombre toda Su cólera y volcar sobre él todos los males mencionados en el libro de la Ley. Que su nombre sea borrado de este mundo y que para toda la eternidad quiera Dios separarlo de todas las tribus de Israel y afligirlo con todas las maldiciones que la Ley contiene. Y a vosotros, los que permanecéis apegados al Eterno, vuestro Dios, que Él os conserve la vida. Sabed que no debéis tener con él comunicación alguna, ni oral ni escrita, ni hacerle ningún favor, ni permanecer con él bajo techo, ni acercársele a menos de cuatro codos, ni leer cosa alguna por él escrita.
Hay que joderse con los sefardíes, españolazos, que sois unos españolazos. No dejen de leer este libro (aunque a ratos sea un poquito pesado, no se lo tengan en cuenta).
Manuel Bordallo.
