El 19 de febrero de 1937 cayó en viernes. No se preveía que el día fuera especial. Solo era uno más de aquel invierno de 1937, el primero de la Guerra Civil. Pero a mitad de mañana la ciudad de Caspe se dio de bruces con las nuevas tácticas de la guerra moderna. El ataque aéreo, uno más de los miles que se produjeron durante la Guerra Civil sobre ciudades y pueblos republicanos de retaguardia, fue el primero que sufrió Caspe. Aquel día no hubo soldados muertos, ni carros de combate o polvorines destruidos. Quienes sufrieron las consecuencias del ataque fueron civiles indefensos.
Félix Serrano, de nueve años, asistía a clase en el Instituto Joaquín Costa, los Franciscanos, porque las instalaciones del Grupo Escolar habían sido desalojadas (en ellas se encontraba la sede administrativa del Consejo de Aragón, el órgano de gobierno que regía la parte de la región que había quedado en poder de los leales a la República). La mayor parte de los profesores del Instituto de Secundaria no habían vuelto tras las vacaciones de verano, pues muchos habían sido sorprendidos por el golpe de Estado en Zaragoza. Ahora, el centro de enseñanza suplía a profesorado gracias a jóvenes pre universitarios, profesores improvisados como Miguel Lapuerta, quien pronto se ausentaría de su labor docente al enrolarse como aviador republicano. “No había maestros y utilizaron a los que podían desempeñar esa función, jovencicos, de 16-17-18 años”, recuerda Félix.
El viernes 19 de febrero de 1937, a las 11:30 de la mañana, un aparato “nacional” se adentraba en el término municipal de Caspe. Y muy pronto se dejaba ver en el cielo de la ciudad:
“Ese día no salimos al recreo, porque a Carroquino a Ubieto y a mí nos castigó Lapuerta, de rodillas, y con un libro en cada mano. Pero cuando pasó el avión salimos al patio todos los críos gritando, señalándolo. Y de repente ¡Bum! explotó una bomba en el corralico aquel, y las coles y todo salieron volando. Echamos a correr y en un minuto llegué a mi casa”.
El aparato sobrevoló el núcleo urbano de Caspe y escupió su carga mortífera sobre el casco antiguo, si bien dos bombas cayeron en los exteriores de los depósitos de agua, muy cerca de la Torre de Salamanca. Cuando el avión sobrevoló los tejados de la ciudad, descargó siete proyectiles trazando una línea recta en dirección sureste-noroeste, desde el barrio cercano a San Roque y la Cantera, hasta la calle del Muro y el huerto de los Franciscanos.
Mariano Cebrián, joven vecino de la calle del Muro y también alumno del Joaquín Costa, vio cómo impactaban las bombas sobre el barrio del Muro. Una de ellas cayó en el huerto de los Franciscanos: “el socavón que dejó la bomba que cayó en el huerto hizo que salieran un montón de huesos humanos. Los frailes debieron emplear aquello como cementerio en tiempos”. Mariano no olvidará nunca aquel día porque su casa quedó en ruinas tras ser alcanzada por uno de los proyectiles:
“Estaba en el patio de recreo cuando vi cómo caía una bomba en la parte de atrás de mi casa. Quedó muy dañada por lo que mi padre decidió que nos marchásemos a vivir al campo».
En efecto, la casa de Mariano en la calle del Muro número 29 (hoy número 31), fue una de las más dañadas por los efectos del bombardeo. Pero la peor parte se la llevarían las inquilinas de la casa de debajo, como veremos.
En la misma manzana, la calle Gibraltar resultó gravemente afectada, con cinco casas de estrecha fachada alcanzadas.
Unos centenares de metros hacia el sureste el solitario avión había lanzado el resto de los proyectiles. En las calles Pascuales, Garía y Serrate fueron cuatro las casas arruinadas[1]. Allí, en la confluencia de las calles Pascuales y Garía, una bomba no reventó. En la carcasa de la misma podía leerse la inscripción: “Ubertragungsladung für S.C.”, lo cual evidenciaba su fabricación alemana.
Si bien circulan diferentes versiones sobre los heridos y fallecidos a consecuencia del bombardeo, la información más detallada y fiable proviene tanto del Registro Civil de Caspe como del periódico Nuevo Aragón, editado en la ciudad durante los primeros meses de 1937. En un artículo publicado en la primera página de la edición del 20 de febrero -jornada siguiente al bombardeo- el rotativo anarquista proporciona cumplida información al respecto. Fueron nueve las bombas que cayeron sobre Caspe, las cuales causaron tres heridos: Vicente Gil Costán, “de 5 o 6 años”, vecino de la calle Serrate, heridas múltiples en la cabeza y conmoción cerebral; Josefa Clavero Pina, 62 años, fractura en la clavícula y herida contusa en la frente; Rosalía Sancho Camón, heridas en la región glútea, erosiones en la cara y contusiones en el cuerpo.
Rosalía era vecina de la calle Muro nº 29. Joaquín Dolader, Mames, en sus imprescindibles memorias sobre el Caspe de los años XX, aporta detalles sobre las bombas caídas en la calle el Muro, donde resultó herida Rosalía. Asegura que en unos pocos metros cayeron cuatro bombas, dos en el huerto de Franciscanos “junto a la tapia, y la tiró hacia la calle dejando la entrada libre; y las otras en la casa de mi tío y en la del “tío Agüetas”, matando a su mujer y dejando a su hija Rosalía malherida”.
En efecto, la madre de Rosalía, María Camón Jimeno, de 51 años, domiciliada en la calle muro nº 27 (hoy 29), resultó herida en la región temporal y sufrió contusiones generales. Falleció horas después del bombardeo en el Hospital de Caspe.
Rosalía Sancho –citada erróneamente como Rosalía Sánchez-, sería protagonista de unas imágenes en el documental dirigido por Valentín R. González, “La Silla Vacía”. Aunque las imágenes son poco nítidas, en unos breves instantes la proyección recoge no solo planos de la joven convaleciente, sino que también exhibe algunas de las casas dañadas por el ataque franquista.
María Camón no fue la única fallecida a consecuencia del bombardeo. Unas horas antes había muerto Josefa Bondía Vergara, de 50 años, domiciliada en la cuesta Serrate. Se fracturó el cráneo cuando su casa se hundió con ella dentro[2].
Josefa y María se sumarían a los siete fallecidos en el bombardeo del 1 de Mayo, a los 12 que murieron en el del 18 de octubre, y a los no menos de seis muertos a resultas de los últimos bombardeos sobre la ciudad, los de marzo de 1938.
Amadeo Barceló
Fuentes:
Joaquín Dolader Gracia, Mamés. Un recorrido por el siglo XX a través de la historia de una familia y las costumbres de un pueblo, edición a cargo del autor, Caspe, 1998 (el entrecomillado proviene de la página 53)
José Manuel Guiu, El Verano de los Halcones. Los aeródromos militares de Caspe (1936-1939), CECBAC, 2008, pp. 43-45
Nuevo Aragón, edición del 20-2-1937 y del 23-3-37
Documental La Silla Vacía: https://www.youtube.com/watch?v=PsJrgsB0Ga0
Entrevistas con Mariano Cebrián (30-6-2016) y Félix Serrano (16-7-2016)
Registro Civil de Caspe
Notas:
[1] Las casas afectadas fueron: calle Muro, números 19, 21,23 y 27; calle Gibraltar, números 12, 14, 16, 18 y 20; calle Serrate, núm. 3; calle Pascuales, núm. 11; calle Garía, números 1 y 3. Aunque según recuerda Mariano Cebrián, en las calles Pascuales y Garía fueron dañadas no dos casas, sino una casa y un corral.
[2] María Camón Jimeno estaba casada con Vicente Sancho Mustieles, Aguëtas. Era madre de cuatro hijos, Rosalía, Dominica, María y Vicente. Josefa Bondía estaba casada con José Costán Cortés. Dejó dos hijos, Teresa y Vicente. Datos en Registro Civil de Caspe, libro 61, folios 98v y 99.