De un libro de cuentos de mi infancia, recuerdo especialmente uno titulado “La camisa del hombre feliz”. Después he sabido que el cuento en cuestión era de Leon Tolstoi y así es como viene resumido su argumento en la Wikipedia:
“Cuando el zar enfermó gravemente, de nada sirvieron todos los remedios que se pusieron a su disposición para que mejorara, por lo que prometió la mitad de sus posesiones a aquel que pudiera devolverle la salud. Y así fue como un trovador le indicó que sanaría si encontraba a un hombre feliz y vestía su camisa. Los emisarios del zar recorrieron todo el mundo buscándolo, pero no encontraron a nadie que estuviera completamente satisfecho y feliz. Sin embargo, cuando al fin lo hallaron, no encontraron el ansiado consuelo: el hombre feliz no tenía camisa y el rey murió al ver que no había ninguna camisa”.
En mi libro de cuentos que era (cómo no) ilustrado, el hombre feliz era un campesino que aparecía mostrando una radiante sonrisa enfundado en una especie de holgado blusón blanco que dejaba entrever levemente el torso. El “look” de este portentoso campesino de mi cuento –para que os hagáis una idea- se me asemeja al de la figura central del cuadro de los fusilamientos de Goya. La apertura corporal, el gesto de los brazos, el pelo moreno y rizado….descamisados los dos. Sólo que el del cuento era feliz. Esa es al menos la conclusión a la que llega el esbirro del monarca que lo encuentra y que, impotente, ha de regresar donde su amo con las manos vacías.
En este hombre feliz del cuento pensé el otro día viendo a Ara Malikian tocar en la Sala Mozart del Auditorio de Zaragoza, acompañado de la Orquesta Joven de Armenia. También él lucía una vestimenta poco ortodoxa. Y parecía, como es habitual en él, feliz.
Lejos del protocolo y ceremonioso empaque que suelen acompañar a la música clásica, Ara Malikian parece más bien un violinista en el tejado o de los que vuelan por el aire en los cielos nocturnos de Paris o de una aldea rusa en los cuadros de Chagal. Pero es que además de su dimensión de showman-bailarin es un virtuoso del violín de primera línea.
Casi todos le conoceréis porque es sobradamente televisivo: fue uno de los conductores del programa infantil de música clásica de la 2, Pizzicato y últimamente me han dicho que lo han visto por Pasapalabra.
Disfrutar de una de sus actuaciones en directo es una experiencia de la que no conviene prescindir. Su repertorio es amplio: lo mismo toca por Led Zepelling que por Vivaldi que interpreta temas propios. Toca, además, con muy diversos acompañamientos. La música con raíz (armenia, centro europea, flamenca…) ocupa un lugar destacado en su quehacer.
Además habla al público de una manera muy entrañable, directa y graciosa. Cosa que es de agradecer. Así pudimos aguantar un concierto de casi 3 horas sin saturarnos.
Ara Malikian es de origen Armenio-Libanés, aunque lleva más de 15 años afincado en España después de haber vivido en otras ciudades europeas. De su infancia en el Líbano llama la atención lo que él relata como sus “horas de estudio” del violín en los refugios antiaéreos bajo la tutela de su padre.
Del concierto del día 25 de setiembre en Zaragoza, recuerdo un tema particularmente impresionante titulado “1915” y dedicado al genocidio del pueblo armenio, ahora que se cumplen 100 años de este histórico hecho.
Se me antoja de pronto que “el hombre feliz” tenía una laboratorio secreto, con un alambique mágico donde trasmutar el dolor y la rabia en “más felicidad”. Quizás con la ayuda de la alquimia de la música….
Por cierto, Ara Malikian ha sido nominado recientemente para los Grammy Latinos 2015.
Os dejo con algunas imágenes suyas que hablan por sí solas. Me acuerdo ahora de aquella anécdota de una famosa bailarina que, después de interpretar una delicada y exuberante danza, es interpelada por un aficionado que le dice así:
-Mi querida señora, ¿podría explicarnos qué es lo que ha querido decir con esa danza?
-Mi querido señor –responde ella- ¿cree usted que si pudiera explicarlo fácilmente con palabras me habría tomado la molestia de bailarlo?
Piluca Cercadillo
