El puente de los espías y el sueño americano

 

El otro día me llevaron al cine a ver una de espías. Y resultó ser una americanada. Pero me lo pasé genial. Tom Hanks en una impecable madurez interpreta a un abogado que se ve envuelto en asuntos de estado. Una trama que aparentemente le viene grande pero que supera con brillantez de héroe. El argumento, además, está basado en hechos reales. Estos hechos se sitúan al comienzo de los años 60, en plena Guerra fría y durante la época de la construcción del Muro de Berlín. Cuando los EEUU y la Unión Sovietica se espiaban recíprocamente.

El puente de los espías

Hay que reconocer que los estadounidenses hacen unas cuantas cosas bien. Ellos son los inventores del llamado “sueño americano”, esto es, son acreedores de defender la convicción del derecho a la felicidad individual de cada ser humano, del derecho del individuo a perseguir sus deseos y hacer realidad sus sueños. Mujeres y niños incluidos.

Esta percepción del sentido de la existencia contrasta con otros enfoques ideológicos: el propio comunismo soviético, o el integrismo islámico, por ejemplo, que ponen por delante de la satisfacción o felicidad del individuo los intereses de la colectividad. Y, si me apuran, el sueño americano también podemos ponerlo en contraste con algunas corrientes espirituales, como el budismo, que propugnan la anulación de los deseos.

Ahora bien, el sueño americano proyecta también un territorio de sombras que todos podemos apreciar por la enorme trastienda que posee y la hipocresía que suele llevar aparejado. Esta dualidad es la principal causa del amor/odio generalizado hacia los yanquis.
La persecución de nuestros sueños nos pone a prueba. Es näive pretender que tan solo por el hecho de soñar algo vamos ya a alcanzarlo. Pero también es cierto que hay que empezar por soñar con algo antes de alcanzarlo, siquiera antes de ponernos en camino hacia la consecución de ese algo.

“El puente de los espías” redunda y ahonda, a mi juicio, en uno de los presupuestos menos explorados del “sueño americano” y que podría formularse así: El individuo presta el mayor servicio a la colectividad precisamente cuando es fiel a sí mismo. Entonces, los efectos benéficos sobre su entorno se multiplican.

Hay dos escenas paralelas en la película: Tom Hanks es observado en el autobús por sus compatriotas que le reconocen, pues al mismo tiempo están viendo su foto en los periódicos. Esto ocurre al principio y al final de la película. La mirada de sus compatriotas sufre una transformación radical: de ser el enemigo público número uno se ha convertido en un héroe nacional, gracias a la firmeza de su carácter que le ha permitido seguir sus convicciones y actuar con integridad frente a las presiones circundantes. ¿Un final made in Hollywood?

Piluca Cercadillo

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