Homeland. La eterna traición de la conciencia.

Parece que se hayan puesto de acuerdo. En las mismas semanas en las que la serie Homeland ha vuelto a nuestras pantallas, el controvertido espionaje estadounidense ha inundado los medios de comunicación de este lado del charco. Y es que la realidad siempre supera a la ficción. La realidad es que un tipo como Edward Snowden ha puesto en jaque a la Agencia de Inteligencia americana con sus filtraciones. La ficción es que Carrie Mathison puede hacerlo en cualquier momento y por eso conviene mantenerla recluida en un psiquiátrico. Al menos ese es el planteamiento con el que ha arrancado la tercera temporada de esta serie.

No he podido evitar lanzarme a devorar los nuevos capítulos. Lo que si pretendo evitar es llenar este texto de spoilers que dejen la trama al descubierto. El caso es que fue el azar el que hizo que durante la emisión del capítulo que daba inicio a la primera temporada yo estuviera sentado frente al televisor. No sabía muy bien qué pensar cuando el sargento de los Marines de EEUU Nicholas Brody (Damian Lewis) aterrizaba en suelo americano tras ser rescatado durante una operación militar contra integrantes de un grupo terrorista en Oriente Medio. Imaginaba que aquello podría ser otra historia más de laureles y orgullo donde los americanos siempre ganan, pero entonces apareció Carrie Mathison (Claire Danes), que con los ojos desencajados aseguraba que el sargento Brody podía ser un infiltrado, un topo al que le habían lavado el cerebro para cometer algún tipo de acto terrorista en suelo estadounidense. Imagínense qué locura. Un marine americano, un héroe de guerra, atentando contra su propia patria en nombre de Alá. Aquello ya era otra cosa. Carrie estaba condenada a nadar en un mar de incertidumbres solo por sacar a la luz una verdad que ni siquiera sabía si existía. Y los espectadores, lógicamente, también. Para entonces, la trama principal, aliñada con el descalabro familiar que había producido el regreso inesperado de Brody ya me habían enganchado. En pocos días había consumido las dos primeras temporadas.

Homeland

Y así, con el final absolutamente demoledor de la segunda temporada, comenzó hace pocas semanas la tercera. Y además con cambios. El primero es que Henry Bromell, guionista y productor de la serie, falleció el pasado mes de marzo de un ataque al corazón. Una triste noticia con la que algunos explican un cambio de orientación en la serie y un supuesto bajón cualitativo de la trama. Guste más o menos, la historia continúa y lo hace con la incorporación de más personajes al reparto principal. Dar Adal (F. Murray Abraham) toma protagonismo de la mano de Saul Berenson (Mandy Patinkin). También lo hacen otros como Peter Quinn (Rupert Friend), Mira Berenson (Sarita Choudhury) o Dana Brody (Morgan Saylor),  que ya habían aparecido antes y que ahora vuelven para conceder, al menos eso espero, algunos giros inesperados al guión que nos saquen de la inquietud que produce no saber qué va a ocurrir.

Porque esa es la virtud de esta historia. La de mostrarle al espectador un camino que los personajes, por lógica, deberían seguir; una jugada previsible y clara, pero que puede irse al garete, simplemente, porque quien debe llevarla a cabo es humano y puede equivocarse. Porque en el último instante su conciencia puede decirle que no está haciendo lo correcto.  Puede que a Brody le traicionen los nervios al intentar defender la mentira permanente en la que vive, o puede que Carrie sufra un nuevo arrebato de sinceridad en el momento equivocado y le cuente al mundo lo que piensa realmente. En esos instantes, las estrategias trazadas con precisión por analistas, abogados y expertos informáticos se van a la basura. Y entonces toca improvisar y mantener el tipo. Y hartarse a llorar a escondidas por haber cometido errores como hace ella, o sacar pecho y mirar a los demás por encima del hombro para esconderlos como hace él. Así es el día a día que rodea a las oficinas de la CIA en Langley.

Si les apetece, esta misma noche se emite un nuevo capítulo en Cuatro. Aunque si todavía no conocen la historia, pueden bucear por la red en busca de alguna de esas páginas que ofrecen la serie online completa. Estoy seguro de que solo les defraudará si al final resulta que todo es un sueño de Resines, pero no creo que eso ocurra. Ya me contarán.

David Bonastre 

Damian Lewis and Morena Baccarin

 

 

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