Aprovechando el inminente lanzamiento de Lightning Bolt, próximo disco de estudio de Pearl Jam, el 15 de Octubre, voy a intentar acercar esta formidable banda de rock a todos aquellos que todavía no la conozcan o no hayan intentado escucharla con el interés que se merece.

La banda nació del desgaje de otros grupos en Seattle en 1990. Estar en esa época en esa ciudad y ser joven te hacía desarrollar cierta tendencia a lo que se dio a conocer como grunge, un movimiento socio-musical que arrasó entre los que éramos jóvenes y empezábamos a salir en la década de los noventa y no nos sentíamos atraídos por el bakalao ni los pijeras de turno. Por aquellos años en Estados Unidos estaba sucediendo algo parecido a lo que aquí ocurre ahora: jóvenes con alta cualificación en el paro o con trabajos de medio pelo y sueldos de miseria sirviendo a unos jefes con menos preparación que ellos. Precisamente Seattle era la ciudad con mayor índice de universitarios del país, con uno de los peores inviernos (jóvenes encerrados en sus garajes con sus guitarras) y con un potente movimiento sindical; lo que la hizo la capital contestataria mundial ante la oleada neocon y ultracapitalista que entonces arremetía con más fuerza que nunca y que ahora nos somete. Es por esto que allí surgen los movimientos antiestablishment, en lo musical el grunge y en lo social el antiglobalización.

En principio el grupo se llamó Mother Love Bone, pero la muerte del vocalista hace que este se desintegre y que posteriormente vuelvan a unirse la mayoría de sus componentes y busquen un nuevo cantante. Graban varias pistas instrumentales, se las pasan al batería de los Red Hot Chili Peppers, este le pasa una grabación a un chaval de California que les trabajaba de técnico en sus conciertos por ese estado, y jugaban al baloncestos juntos de vez en cuando. El chaval, Eddie Vedder, queda encantado con la música, compone las letras y las graba encima, las envía de vuelta, todo el mundo flipa con su voz y ya tenemos a Pearl Jam.

 

Poco después sale a la venta Ten, su primer álbum, que es un éxito de crítica y público. A partir de ahí ya nada les separa del éxito a pesar de que ellos se esfuerzan en luchar contra él y contra todo lo que conlleva. Dejan de grabar videoclips durante seis años, y los que grabaron y graban antes y después no son mucho más que ellos mismos tocando y cantando. Se enfrentan con la prensa musical y de todo tipo; es más probable que concedan una entrevista a un medio como El Agitador que a cualquier revista de tirada internacional. Los escenarios de sus maratonianos conciertos carecen de cualquier adorno, luz blanca y ni siquiera una tela para tapar el fondo del escenario, y sin embargo puedo dar fe de que destilan emoción por los cuatro costados. Controlan el precio de las entradas para que no sean demasiado caras, razón por la cual vetaron a Ticketmaster (la mayor plataforma de ventas de entradas a nivel mundial).

A todo esto Kurt Cobain decide quitarse de en medio y ya sólo quedan ellos como los reyes indiscutibles de grunge. Aunque siempre han dicho que hacen rock y sólo rock, a su manera, sin etiquetas. Siguen grabando maravillosos discos (Vs, Vitalogy) y llega No Code, posiblemente su mejor trabajo, donde exhiben muchos más registros de los mostrados hasta entonces. Pierden a algunos seguidores talibanes del grunge, gana la música.

En el 98 apareció el que a mi parecer es su último disco de la edad de oro, Yield. Con el volvían a sus orígenes musicales y alcanzaban un estatus de grupo perenne, capaz de girar y girar como las grandes bandas de rock clásico de toda la vida. También supuso una tregua, que hoy continúa, con la industria discográfica y la televisiva, sin que ello suponga que haya cambiado su forma de aparecer ante ellas. No volverían a cambiar de batería, que parecía el sino del grupo, y madurarían con tranquilidad hasta hoy.

Después vendrían un par de discos, Binaural y Riot Act, que más bien causaron indiferencia entre público y crítica. El primero de ellos era una especie de rock experimental y el segundo folk-rock, eso sí, con el sello del grupo bien marcado en cada una de sus letras y notas. Tras estas dos grabaciones se enfrascaron en la gira “por el cambio” que diversos músicos norteamericanos llevaron a cabo en contra de la reelección de George W. Bush como presidente de los USA. Esto les valió abundantes críticas por parte de la prensa y la pérdida de muchos fans… y me pregunto: ¿de qué se sorprendían? ¿No se habían parado a escuchar las letras de las canciones? ¿No comprendieron hasta entonces la actitud del grupo dentro y fuera del escenario? Son esas cosas que tanto nos alucinan de los yanquis.

Cuatro años más tarde apareció su siguiente trabajo, Pearl Jam, un intento de vuelta a los orígenes, pero a los orígenes del grunge, influenciado por el punk y el rock más desgarrado de músicos, como por ejemplo, su admiradísimo Neil Young. Les salió un poco floja la cosa y no alcanzaron a remontar el vuelo. Es con Backspacer (2009) cuando vuelven a brillar de una manera espectacular. Los creía ya destinados a sacar discos para tener una excusa para promocionar otra interminable gira al estilo de U2 o los Rolling Stones, pero sacaron un discazo desde el primer al último tema. Es por ello que espero con optimismo su próximo lanzamiento, que incluye un documental sobre el grupo. Tras veintitrés años de trayectoria, por su calidad musical, por su actitud, su coherencia y sus magníficos directos puedo afirmar que nos encontramos ante una de las más grandes bandas de rock de todos los tiempos.

Carlos Garcés

pearl jam

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