La Corona de Aragón: manipulación, mito e historia, de José Luis Corral, editorial Doce Robles.
Dicen que no hay libro tan malo que no esconda algo bueno: este es un caso paradigmático, pues siendo uno de los libros de historia más aburrido que haya leído jamás, sin embargo considero que es un arma defensiva excelente contra la intolerable presión nacionalista (catalana) preñada de mentiras y medias verdades con que nos apabullan desde cualquier medio de comunicación ciertos historiadores de medio pelo y políticos de todo color y condición.
José Luis Corral, conocido sobre todo por sus novelas de género (histórico) se echa a la espalda la tarea de demostrar a sus lectores que unos términos tan queridos y usados por el ámbito catalán (político y cultural) como Confederación Catalanoaragonesa, Reyes de Cataluña y Aragón y un largo, tedioso, farragoso y estrambótico etcétera, no sólo están mal usados, sino que históricamente jamás existieron. Esto que algunos ya sabíamos desde que gastábamos pantalón corto, resulta que gracias a una nefasta política cultural española y a una falsa interpretación catalana (nacionalista) inyectada en vena a los escolares, privados de la verdad y sumergidos en una lengua catalana de pacotilla ( busquen a catalanes que puedan leer y entender a Ausias March, por ejemplo, o que comprendan el extraordinario catalán de Josep Plá, y verán los que encuentran) han condenado a las actuales generaciones de escolares a la más negra indigencia intelectual y a una pintoresca mezcla de analfabetismo y militancia antiespañola, y esto no sólo en Cataluña (aunque empezó allí en el siglo XIX) sino que ha devenido en un cáncer que se ha ido extendiendo hasta la metástasis por toda la nación.
Por eso ( y por mucho más, como en aquella canción) es necesario leer y tener a mano este libro.
José Luis Corral, con una prosa un tanto pedestre y árida que no contribuye al atractivo del libro, nos ofrece un arma excelente de defensa, y si se tercia, de ataque, aunque se limite a una lista de reyes, y a sus títulos oficiales, algo que cualquier escolar medianamente instruido debería saberse de carrerilla y que sin embargo, sorprendentemente, no les han enseñado (hay que recordar, por cierto, que la ignorancia no es eximente).
Una pena, porque cualquier historiador de tradición anglosajona, con semejantes mimbres habría fabricado una cesta excelente. Pero esto es lo que hay: contra historiadores que “descubren” que Cervantes, o Colón, o Servet, o Picasso eran catalanes de Casteldefels, o de Porrera, o de Viladecans, o del mismo Reus, la única defensa, por el momento es este librito (una de sus virtudes, que no tiene demasiadas, me apena el decirlo, es su brevedad).
Así que sean buenos españoles y me lean algo de historia, que nunca hizo daño a nadie.
