Televisión con dos rombos: American Horror Story.

Gracias a la fragmentación del espectro televisivo y al auge de la televisión por cable, gran invento americano, ya no es necesario hacer series para todos los públicos, ya se pueden ver programas especializados enfocados a pequeños, o no tan pequeños sectores de televidentes. Tenemos canales de dibujos animados, de documentales, de noticias, tenemos la Dos, disfrutamos de Belén Esteban y sus amigos todo el día, y también gozamos de canales que emiten series para adultos y menores con reparos. Hay donde elegir, y con la compra de Cuatro, Telecinco la ha dejado como su canal para emitir series que llenen el vacío que provocan con su estilo chabacano, pero de éxito. No hay mal que por bien no venga.

La serie que reseñamos entra dentro de lo que los expertos llaman gótico americano, y el resto de los humanos, películas de miedo, y que es un género muy querido, y explotado por los creadores americanos, con diversa fortuna, pero gran empeño. Ya desde el principio del siglo pasado es un género muy vendible (cosa que gusta mucho a la industria de entretenimiento) y ha creado un público fiel y militante. El comienzo del terror como producto, primero gracias a las revistas pulp y después en la industria audiovisual, tiene como faro y enseña a escritores (poco dotados para la adjetivación y la metáfora, curiosamente) como Lovecraft, Derleth, Robert Bloch, Clark Ashton Smith, Robert C. Howard y otros que apoyados en la tradición anglosajona y en clásicos literariamente más consistentes como Lord Dunsany, Arthur Machen, ingleses, y Ambrose Bierce, norteamericano, van levantando el edificio del género que arraigó con poderosos cimientos… hasta hoy, en que los escritores han devenido a guionistas para cine y televisión, aunque gente como Stepen King y Clive Barker venden muchos libros, parece que escriban, esencialmente para la adaptación de sus obras (también ayunas de adjetivos y limitadas literariamente) al cine y la televisión. Es lo que hay.

Después de este prólogo-paliza, hablemos de la serie en cuestión: vaya por delante que sólo por el empeño de crear algo para adultos merece nuestro aprecio (ya cansan los lánguidos vampiros que van al instituto ¡con trescientos años! ¡repetidores de m…!) y hay que dejar constancia del valor principal: visualmente es muy potente, excelente, de factura lograda y bastante bien interpretada, excepto, cosa extraña, los dos protagonistas-sufridores del asedio de los espectros de guardia que son un poco flojos. Los protas son una ama de casa que sufre un aborto traumático, y su marido, psiquiatra PP (pecho-lobo y pichabrava) al que sorprende la señora mientras se beneficia a una paciente. Y claro, después de la tremolina, no les queda otra que eso tan americano de emigrar a la costa opuesta para empezar de nuevo, y allí que se van, arrastrando a una hija adolescente depresiva y amante de las autolesiones, y comprando la casa equivocada. Casoplón bellísimo y baratísimo, (lagarto, lagarto) que se convierte en el verdadero protagonista de la serie. Ésta se va estructurando en dos partes, la narración actual, y en cada capítulo la historia de los que han ido muriendo a manos de los fantasmas que pueblan la mansión, en estupendos flash-black, muy bien filmados, muertos que se van sumando y pululan por el edificio. Menos mal que la casa es grande. Ya tenemos la familia instalada y la primera sorpresa: su vecina es Jessica Lange, en un papel muy bien interpretado por la excelente actriz. Vecina insidiosa y metomentodo, fumadora compulsiva y ladrona de cucharillas de plata. Está Jessica que da miedo. Pero mucho. Y sus hijos, que iremos conociendo en sucesivos episodios, dan todavía más. Tenemos también un espíritu enfundado en un traje de cuero negro que acojona al más pintado. Una sirvienta que los hombres ven como treintañera pelirroja y algo ninfomaníaca (aquí, onomatopeya lúbrica que soy incapaz de escribir) y las mujeres como señora sesentona metida en carnes abundantes que han perdido la batalla contra la gravedad. Y muchos muertos que van contando sus historias.

Y esto que tiene tan buena pinta, sin embargo, empieza a cansar, por desidia de los guionistas, que seguramente por un consumo excesivo de psicotrópicos, van desvariando poco a poco y convirtiendo una serie que lo tiene todo para ser un hito en el género en un cruce entre Apocalipsis Caníbal y Amanecer Zombi. Lástima, pero aún así vale la pena perder algo de tiempo en verla, por ser un intento verdadero de hacer algo serio y para mayores. Si se perdieron algún capítulo (la cadena emisora no parece que apueste por este tipo de productos y la van cambiando de día y hora de emisión cada semana) los pueden encontrar en la web www.cuatro.com/series/ veánla, no se arrepentirán. Esperen… creo que oigo un ruido en el desván….

PD. Otro lamentable ejemplo de serie que empieza bien y va languideciendo de mala manera es Alcatraz, serie que prometía mucho porque estaba producida por el equipo que realizó Perdidos, y que ha ido perdiendo fuelle en cada capítulo, otra ocasión perdida, pero bueno, vayamos dando tiempo al tiempo y quizás estos equipos consigan fabricar en género terror algo parecido a lo que supusieron series como Los Soprano, The Wire, o Mad Men en otros géneros. Ya empiezo a verlo todo negro…

Manuel Bordallo.

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