Un debut impresionante: Intemperie, de Jesús Carrasco

Intemperie, autor Jesús Carrasco, editorial Seix Barral.

Nacido en Badajoz, en 1972, Jesús Carrasco debuta en la literatura con una obra que está llamada a ser un clásico, Intemperie es una descarnada radiografía de lo que antes se llamaba la España Profunda, y ahora la España de Puerto Hurraco (¿recuerdan?). Un país desolado por la sequía y la incuria secular. Igual a si misma Intemperiedesde hace siglos. Sin remisión. Solo la emigración a la ciudad borrará de la faz de la tierra una sociedad entenebrecida por la violencia, la injusticia, el analfabetismo, la mendacidad y mezquindad de unas gentes perdidas ya desde su llegada al mundo. Solo queda la huida, ni siquiera la oposición es posible. Está condenada al fracaso. Por eso, el personaje central de Intemperie huye, sin saber bien hacia donde, porque la llanura por la que escapa es inmensa, seca, calcinada, sin sombra donde guarecerse, huye con la desesperación del que no espera nada de la vida, ni de sus semejantes. Su familia es también su enemigo. El algualcil, representante del poder establecido, esencialmente injusto y desigual, es su torturador. Solo su desaparición aliviará su cuerpo, pues en esa tierra seca, inhóspita y desolada el alma no tiene cabida. Tan pobre es el chico. Por eso camina y camina sin rumbo, para ganar un alma. Para ganar la libertad. En el camino encuentra a un pastor de cabras que Jesús Carrasco convierte en el arquetipo del campesino español intemporal. Callado, casi mudo, sin embargo comprende porqué el niño escapa, no lo juzga, y casi sin querer, le enseñará a vivir. Escondiéndose del alguacil y sus sicarios, que no tienen intención de permitir que un alma se escape del infierno que regentan por delegación. Acarreando un hato de cabras, pocas, vagan por los campos hasta el estallido de violencia final, en el que todos morirán, excepto el niño, que pagando ese tributo de sangre, se convertirá, al fin, en hombre.

Con un poco de suerte, en hombre libre.

Excelente novela, de un castellano claro, prístino, preciso y en ocasiones de gran lirismo, sin concesiones al sentimentalismo (como debe ser) que en las solapas siempre tan laudatorias equiparan a Delibes y Cormac McCarthy y que a mí (raro que es uno) me suenan a lejanos ecos de Cela, Faulkner y el siempre recordado Ignacio Aldecoa (que gran novela es “Con el viento solano”). En cualquier caso, les guste más el estilo recomendado por las solapas, o el recomendado por el que suscribe, hagan el favor de leer esta estupenda y dura novela. Para que nada se olvide. Y de paso, vuelvan a leer a los autores de los que Jesús Carrasco es una especie de heredero literario. Sobre todo, lean.

Manuel Bordallo.

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