Decepción.
Éste es el primer calificativo que se pasea por mi mente tras terminar de leer la encumbrada novela 50 sombras de Grey. Actual paradigma en el que se nos demuestra, una vez más, que los libros más vendidos no siempre honran a las más nobles historias. Esta narración es la primera de una trilogía (que no sé siquiera si completaré) proveniente de un fan fic. Para los principiantes, un fic es un relato de ficción escrito por fans utilizando parasitariamente los personajes creados en un libro o en una película. En este caso, la “escritora” E. L. James colgó en una web su particular crónica para los personajes de la saga Crepúsculo: Edward Cullen y Bella Swan.
La versión erótico-festiva del vampiro y la tímida adolescente se transforma en la relación del rico empresario Christian Grey y la estudiante de literatura Anastasia Steele. He leído fics mucho más elaborados y complejos que éste, pero claro, no todos tienen la fortuna de verse impresos en papel. La baza que juega esta novela es que el hilo argumental está caracterizado por las relaciones sexuales de nuestros protagonistas que, para regocijo del mundillo literario, se basan en una relación de BDSM (“bondage”, disciplina y dominación, sadismo y sumisión, y masoquismo). Digo regocijo, porque 20 millones de libros en todo el mundo, es una cantidad nada desdeñable en los tiempos que corren, y el señuelo, cuanto menos, es original. La muy estudiada campaña de marketing que acompañaba a este producto era muy precisa y prometía una novela que ya se había etiquetado como “porno para mamás”. Y pensando yo que los niños vienen de París, me dispuse a leerla esperando alguna sorpresa que nunca llegaba…
Se nos describe a unos personajes planos, sin emotividad ninguna, diseñados y dirigidos para que nos muestren sus poco convencionales prácticas sexuales; vaya, lo que es un polvo tras otro…. Tenemos al señor Grey, cuya característica más destacable es lo guapo, lo sexy y lo interesante de su persona, aunque nos intente dar lecciones como sumiller. Una trama, que debe ser invisible, porque todavía estoy intentando desentrañarla entre tanto coito… Pero no todo es tan malo. La tímida Ana, posee en su interior una diosa y un subconsciente que, de vez en cuando, nos ayudan a tragar esta prosa facilona con un toque de humor bastante acertado. El uso de los mails que se introducen a modo de línea narrativa, también me resulta curiosamente grato.
Hay que reconocer que, al menos, un poco fascinante sí que resulta la historia ya que se desarrolla en un mundo sexual que poco a poco pierde la etiqueta de tabú, tal y como se conoce, o desconoce, el universo de las esposas, las fustas y los látigos. La escritora no cae en el error de usar un lenguaje vulgar cada vez que nos recrea sus escenas de cama que, a priori, pueden parecer entretenidas pero terminan pecando de manual wikipédico de relaciones amo-sumisa. Me sigue sorprendiendo que, a pie de calle, muchas mujeres, que son las que más han leído este libro, se sientan tan atrapadas por sus redes. No las culpo. Seguramente, se deba al escaso auge y, por tanto, desconocimiento de una rama literaria como la narrativa erótica que ahora se utiliza como reclamo de venta de la misma. O quizá sea porque, para terminar de explotar el mundo Crepúsculo, interesaba destacar una obra relacionada que, aunque fuese creada por una inexperta de escasos recursos estilísticos, es útil para seguir estrujando a la gallina de los huevos de oro. ¿Qué mejor manera de seguir en el tintero que crear un burdo libro de sexo que, por supuesto, tendrá su repercusión cinematográfica y por consiguiente, más popularidad? Lo que da de sí una historia de vampiros….
El fin de una novela, considero que debe ser entretener y agradar al lector. Y desde luego, orgasmos imposibles de relaciones improbables, en ésta, los vas a encontrar. Así que dejo a cada uno su propia elección; que yo mientras tanto, buscaré otras líneas que leer o alguna corbata de seda gris que utilizar…
Verónica Guardia
